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Vías

“Si las sensaciones vuelan, o huyen, o se expanden hacia un lugar donde no se dejan tocar, lo que viene, lo que aparece como ‘cuadro’, esa ráfaga del pasado que se vuelve inminente, ya-ya, esa sucesión avasallante de estampas, llenas de poder sonoro y plástico, ¿qué puerta está tocando, qué parte del rostro quiere mover o rasgar?”

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El suave camino se extiende bajo tu marcha

Victor Segalen

Solo sé transcribir lo que vivo

Ana Blandiana

La metamorfosis es prolongada: la atención quiere pescarla, la intuición la recoge, la expresión intenta asirla, busca las maniobras para dar con más de una extrañeza. No, no siempre se deja. Y los sentidos, entonces, permanecen como tensos, a la espera de algo experimentado, el vislumbre (¿será esta la tensión entre la realidad y la súbita, golpeante pegada del relámpago?).

Si las sensaciones vuelan, o huyen, o se expanden hacia un lugar donde no se dejan tocar, lo que viene, lo que aparece como “cuadro”, esa ráfaga del pasado que se vuelve inminente, ya-ya, esa sucesión avasallante de estampas, llenas de poder sonoro y plástico, ¿qué puerta está tocando, qué parte del rostro quiere mover o rasgar?

Si hay un paisaje, una naturaleza que aparece en la visión demorada, no es descabellado pensar que adentro también hay veredas para ser vistas y atendidas: ¿qué animal hace de las suyas por ahí? Vibraciones, venteos, corrientes que no tienen palabra, no aún, no siempre, pero se mueven, flotan en las mareas anímicas, en la frontera con las impresiones, los extraños y a veces imprevisibles ritmos que conforman el dinamismo de ese paisaje que podría llamarse, por qué no, vida interior–––podría ser una ciudad, como crepuscular, de contornos imprecisos, va apareciendo con cada movimiento, muy lento, las fronteras, los lugares de paso, las fuentes donde los señores de los cruces –los buscadores, los giradores; los buscadores, los giradores– beben y balbucean lo que el oído recogerá, si es dado, por el cuerpo volador de la intuición (ríe el coro, abalanzado sí mismo, solo recibe el suave y mareante baño: ¡cómo limpia y marea el borde de las sienes!).

Vías: la risa, ese vaso comunicante; el cuerpo, ese muro de campanazos; la salamandra, el ave de nombre esquivo y su conducción hacia otros mundos; el sueño, esa frontera donde todo comienza; la nada, esa pista larga y sinuosa de lumbres y coletazos; el licor, ese viaje del que poco se sabe, salvo que ondula y no dice para dónde, no siempre, casi nunca; y tú, solo Tú, a veces tú, por los montes, ida, te pones mi máscara, la que ya no salta, intentas el engaño y así, pues, los días, tan raros, tan en lo suyo.

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