ENTRETENIMIENTO

Una modalidad de destierro inventada por Lenin: el barco de los filósofos

por Antonio Sánchez García Antonio Sánchez García

En 1922, luego de haber sobrevivido a duras penas la revolución bolchevique, derrotados los ejércitos blancos, superado el “comunismo de guerra” y entreabiertos algunos campos a la iniciativa privada y el mercado, Vladimir Lenin considera conveniente prevenir nuevos brotes de insurgencia y apela entonces, entre otras medidas, a acallar los voces de aquellas personalidades de la intelectualidad sospechosas de hostilidad al marxismo o de manifiesta indiferencia hacia el régimen.

En mayo de ese año, Lenin da la orden de modificar el Código Penal a fin de ampliar la aplicación de la pena de muerte en los casos y considerar su conmutación por el extrañamiento del país. Y hace la salvedad de que si el exilado regresa sin autorización debe fusilársele. Días después conversa sobre el particular con Félix Dzerzhinski, jefe de la Cheka y en una carta confidencial le suministra una primera lista de los candidatos al destierro: los autores de la revista Ekonomist:

“Camarada: Por lo que concierne al exilio en el extranjero de los escritores y profesores que apoyan la contrarrevolución, se precisa una preparación más cuidadosa. Sin esta, no haremos más que tonterías. En mi opinión, se trata a todas luces de una madriguera de miembros de la Guardia Blanca. En el número 3 se publica una lista de colaboradores que actúan como tapadera. Creo que en ese grupo casi todos son candidatos indiscutibles al exilio. Son contrarrevolucionarios reconocidos y cómplices de la Triple Alianza. Se trata de una organización vasalla compuesta de servidores y de espías, corruptores de los jóvenes estudiantes. Es preciso disponer este asunto de manera que podamos atrapar a sus ‘espías militares’ y que en el futuro prosigamos la tarea de darles captura de manera continua y los expulsemos al extranjero”.

León Trotski lo apoya:

“Los elementos que expulsamos y que vamos a expulsar no son un peligro por sí mismos, pero representan un arma potencial en manos de nuestros eventuales enemigos”.

Y el diario Pravda anunció:

“Las medidas adoptadas por el poder soviético serán aceptadas, sin duda, con entusiasmo por los campesinos y obreros rusos que esperan impacientes que los partidarios ideológicos de Wrangel y de Kolchak sean expulsados del territorio de la URSS”.

En la lista figura Nikolai A. Berdiaiev, considerado el filósofo más célebre de la Edad de Plata, autor de numerosas obras, casi todas traducidas a otros idiomas, fundador de lo que él llamaba una nueva conciencia religiosa; apolítico, no integrante de ningún grupo antisoviético, pero contrario a la idealización del comunismo. Ya había sido detenido, dos años antes, por la Cheka, y conducido a la cárcel de la Lubianka. Lo interrogó en esa ocasión el propio Félix Dzerzhinski (“Es un fanático, uno podría encontrarle cierto carácter siniestro; en el pasado quiso ser un monje católico y su fe de fanático la transfirió luego al comunismo”, según escribió más tarde Berdiaiev). Lo ponen en libertad a los pocos días. Lo detienen de nuevo en agosto de 1922, y entra otra vez en la Lubianka, atestada de decenas de presos. Luego de un largo interrogatorio (que los investigadores pueden leer ahora en los archivos policiales incluidos en El libro rojo), lo exilian a perpetuidad. Lo montan en el tren de Moscú a Petrogrado y en septiembre de 1922 lo embarcan en el paquebote alemán Oberburgemeister Hanke. Lo acompañan unos 25 expulsados entre quienes se cuentan los filósofos S.N. Bulgakov, I.A. Ilin, S.L. Frank, F.A. Stepun y B.P. Visheslavtsev; los escritores M. A. Osorguin, Y.I. Aijenvald y A.V. Peshejonov; los historiadores A.A. Kizevetter, A.V. Florovski, V.A. Miakotin y S.P. Melgunov; el sociólogo P. Sorokin; el rector de la Universidad de Moscú; el matemático V.V. Stratonov; el poeta Jodasevich y varios economistas, agrónomos y editores.

Casi simultáneamente, eran embarcados en Petrogrado, en el paquebote alemán Preussen, los filósofos N.O. Lossky y I.I. Lapshin; los escritores y periodistas N.M. Volkoviski, A.I. Izgoyen y A.B. Petrishchev; dos vicerrectores de la Universidad; el editor A.S. Kogan; el economista D.A. Lutojin y otros.

En total salieron del exilio 174 personas, provenientes de Moscú, Petrogrado y de otras ciudades rusas y ucranianas.

Berdiaiev murió en Clamart, cerca de París, en 1948. Karsavin (1882-1952), último rector elegido por el claustro de la Universidad de Petrogrado, se residenció después de visitar varias ciudades europeas, en Kaunas, Lituania, para dar clases en su Universidad. Pero en 1949, anexado el país a la URSS, lo detienen de nuevo. Es llevado al campo de concentración de Abez, cerca del Círculo Polar, cae enfermo de tuberculosis, y muere, después de escribir numerosos ensayos que pudieron ser salvados por sus compañeros de prisión.

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Bibliografía consultada

Juan Forn. “Un cuaderno negro”. En: Página 12. Buenos Aires: Viernes, 24 de agosto de 2012.

Stéphane Courtois, Nicolas Werth, Andrzej Paczkowski y Joachim Gauck. El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión. España: Espasa Calpe y Planeta, 1998.

Vitali Shentalinski. Denuncia contra Sócrates. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2006.