Miguel Ángel esculpió en su vejez una Piedad que lo frustró y que trató de destruir. Ahora, esta obra maestra del Renacimiento está siendo restaurada ante los ojos del público en su casa, el Museo de la Ópera del Duomo de Florencia.
La escultura, una de las varias piedades que Buonarroti esculpió a lo largo de su vida, mostraba las marcas del paso del tiempo sobre su superficie, como grietas o manchas por el humo de las velas, y por eso ahora se tratará de devolverle su antiguo lustro.
Las autoridades del museo de la catedral decidieron que la restauración sea ante los ojos del público. Se centrará en limpiarla y devolverle su tridimensionalidad, eclipsada por las manchas que, a su vez, impiden la lectura de su superficie.
Desde el lunes los visitantes del museo pueden ver a los restauradores tras una mampara estudiando la obra, en una fase preliminar para su diagnóstico. Mientras que la restauración propiamente dicha iniciará a comienzos de 2020.
La Piedad Bandini, de casi dos metros de altura, es una de las obras maestras de Miguel Ángel. Esculpida en su vejez, representa en su particular estilo serpentinato y non finito el descendimiento de Cristo, que yace en brazos de la Virgen María, de María Magdalena y de un Nicodemo con el rostro del autor.
Se trata de la obra atormentada de Miguel Ángel. Se cree que la tomó a martillazos asaltado por un arrebato de insatisfacción y rabia al constatar una imperfección en el mármol. Las marcas son visibles en el codo, pecho, espalda y pierna izquierda de Cristo.
El biógrafo de los grandes genios del Renacimiento, Giorgio Vasari, asegura que él mismo fue testigo de esta violencia del autor hacia su obra. Incluso, un día sorprendió al maestro tratando de ocultar la escultura en su propia casa para que nadie la viera.
Vasari añade que Miguel Ángel arrojó al suelo la antorcha que iluminaba su taller. Estuvo preso de la frustración por una obra que ideó para decorar su propia tumba en la basílica romana de Santa María La Mayor.
La estética austera de la obra y de los ropajes de la figura de Nicodemo, con el rostro de Buonarroti, dan fe del carácter que invadió al genio en sus últimos años de vida: huraño, religioso hasta casi el misticismo y de hábitos parcos y solitarios.
El dramatismo es palpable en esta obra, que contrasta con otras piedades como la del Vaticano, impregnada por la serenidad.
La escultura se salvó gracias a que Miguel Ángel se la regaló a uno de sus discípulos, Antonio Da Casteldurante. Este la hizo reparar por Tiberio Calcagni que se la vendió al banquero Francesco Bandini por 200 escudos.
A finales del siglo XVII el Gran Duque Cósimo III de Médici la compró para decorar las tumbas de su dinastía en San Lorenzo. Un siglo después fue reubicada en la catedral o Duomo de Florencia y finalmente, en 1981, quedó instalada en su museo.
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