ENTRETENIMIENTO

Peligro de archivo

por El Nacional El Nacional

Una búsqueda es un reclamo de fragmentos. Si algo necesita el poder para sostenerse y reproducirse es el orden. Ya nos había hablado de él Aristóteles, nos lo recordó Descartes y lo confirmó Foucault. La búsqueda fragmentada en los archivos de El material humano de Rodrigo Rey Rosa plantea la pregunta ¿qué necesita ordenar el poder? Lo que no está en manos de la multitud: el tiempo. En el archivo el pasado ordena el devenir y por ello se configura como uno de los dispositivos más eficaces para capturar y construir discursos.  

La estructura narrativa de la obra se sostiene sobre su propia historia. En modo de mise en abyme el personaje investiga un archivo del Estado y narra su experiencia en fragmentos de un diario de investigación. No se trata de un simple juego narrativo para estetizar la historia. La idea espiral que aborda la novela coincide con lo planteado por Derrida en Mal de archivo: “Ciertamente no habría deseo de archivo sin la finitud radical, sin la posibilidad de un olvido que no se limita a la represión. Sobre todo, y he aquí lo más grave, más allá o más acá de ese simple límite que se llama finidad o finitud, no habría mal de archivo sin la amenaza de esa pulsión de muerte, de agresión y de destrucción”. El archivo personal que va construyendo el personaje sobre su propia investigación confirma el sentido del Estado guatemalteco durante y después de la dictadura para archivar y ordenar sin olvidar lo imprescindible, lo necesario de acuerdo a su interés por conservar el poder.

Ahora bien, no se trata de un personaje cualquiera si también construye su propio archivo de datos con un diario de investigación, con la escritura. Tratándose de un escritor, la novela se despliega desde la no ficción para narrar la posibilidad de dar nombres a muchos de los desaparecidos del régimen dictatorial de Jacobo Árbenz. Pero, como investigar también se trata de hallar, entre muchas cosas, culpables, la presencia de un representante del arte, del pensamiento, de la resistencia al poder supone un peligro para otra función del archivo: ocultar lo que no debe ser olvidado. Si en la etimología de archivo arkhé significa comienzo y mandato es precisamente porque es ley reconocer el origen para dar orden. Sin embargo, la ley siempre puede travestirse, la ley es autoridad, pero también podría ser autoritaria para ordenar el tiempo y la historia:

“Como en una parábola de Kafka, para ingresar en el polvoriento laberinto que es el Archivo de La Isla, bastó con pedir permiso. Dentro, cuarto oscuro y húmedo tras cuarto oscuro y húmedo, todos llenos de papeles con su pátina de excrementos de ratas y murciélagos; y, pululando por ahí, más de un centenar de héroes anónimos, uniformados con gabachas, protegidos con mascarillas y guantes de látex –y vigilados por policías, por círculos concéntricos de policías, policías integrantes de las mismas fuerzas represivas cuyos crímenes los archivistas investigan” (p. 143).

El peligro de que un Estado vigile y que posteriormente reproche la presencia de un escritor que investiga puede plantearse en términos de espacio; si bien el archivo se define en la diada espacial: edificación que resguarda y base de datos o documentos resguardados, el personaje podría pasar de transitar el Archivo (edificio) para pasar al archivo o base de datos de desaparecidos. Dejando en evidencia la polaridad del poder entre el bien y el mal sin decantar por ninguno de los dos lados, puesto que, lo que recorre el campo de fuerzas entre ambos polos es la apariencia. Aparentar la neutralización de una violencia represiva desde el ejercicio de la misma y, por ende, como sujeto social, participar de esa polaridad no sin temor.

“Martes 13.

Por la noche.

Sin duda quiero volver al Archivo. Quiero ver de nuevo el lugar, con la tropa de investigadores que me hacen pensar en personajes de Kafka, con sus ropas estrafalarias, sus piercings y tatuajes debajo de las gabachas de uniforme color ocre con insignias verde esperanza donde dice ‘Proyecto de recuperación de Archivo’; los viejos de pelo gris y hombros caídos, los revolucionarios frustrados que trabajan ahí por el sueldo pero también, con una especie de sordo ahínco, porque quieren hacer hablar a los muertos. Porque casi podría asegurar que, como en mi caso, nadie está ahí (salvo tal vez la gente de la limpieza y los contadores) de modo completamente desinteresado o inocente. Todos, en cierta manera, archivan y registran documentos por contra su propio interés. Con anticipación, y quizás a veces con temor también. Nadie sabe, como dicen, para quién trabaja –ni menos aún para quién trabajó” (p. 87).

Si el Estado supone también impone. Por esa razón, la no ficción en la que participa Rodrigo Rey Rosa lo convierte en un sospechoso que puede ser coleccionable en un archivo que es también Estado de excepción, porque la excepción está dentro de la ley. No hay distinción entre lo privado y lo público si se trata de un escritor/investigador que puede “obstaculizar” el ordenamiento que instaura y conserva el archivo.

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El material humano

Rodrigo Rey Rosa

Anagrama

Barcelona, 2009