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La Paciencia: El camino del porno

Una mirada a la evolución de los artefactos culturales para adultos

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Por JOSÉ ANTONIO PARRA

Las facetas que adopta la pornografía en el ámbito de la revolución tecnológica son inusitadas. Ya ha transcurrido bastante desde la década de los setenta cuando se manifestó el porno chic en el que todo estaba revestido de un formato, si se quiere, “glamoroso”. Hoy en día nos adentramos en el territorio de lo digital y de las redes sociales, una constelación donde las divas porno están en contacto literalmente directo con su público, al igual que abiertas a la realización de producciones por encargo de clientes particulares. Algunas performers de actualidad como Payton Hall, Magdalene St. Michaels, Sally D’Angelo, Mindi Mink, o la también guionista FiFi Foxx, tienen gran actividad en redes sociales, por ejemplo.

Aquella década del porno chic tuvo, no obstante para el género, peculiaridades de gran interés; no solo desde el punto de vista de lo cinematográfico, sino también desde lo editorial. Son por ejemplo de grata recordación unas ediciones en pequeño formato editorial denominadas Mini Sexys, que en el ámbito del porno erotismo bien podían recordar a las ediciones de folletín del género negro. Ellas eran vendidas en quioscos de periódicos mainstream y poseían fotos hardcore, al igual que historias donde la transgresión y lo tabú eran lo sustancial.

En dicho período aparecieron además los primeros reproductores de cintas de video: el betamax y el VHS. De ese modo se propició un espacio íntimo para el público y este se pudo vincular con este tipo de materiales en un espacio protegido. Actrices tales como Kay Parker, Juliet Anderson o Gloria Leonard se volvieron grandes celebridades en ese ámbito. La masificación del fenómeno llevó a un enorme auge dado que ya este estilo de artefactos no revestían el carácter ilegal que poseían en décadas anteriores, cuando la tenencia de fotografías de corte porno erótico era perseguidas por las policías y departamentos de asuntos morales; tal ocurrió a celebridades del arte como el fotógrafo especializado en fetichismo de pies femeninos, Elmer Batters. Adicionalmente, en ese período de los setenta, las publicaciones Playboy y Penthouse fueron muy destacadas para el público adulto. Es importante decir en este punto que Playboy dejó cuenta de magníficos autores a través de sus páginas. Escritores como Jack Kerouac, Truman Capote o el propio Arthur C. Clarke estuvieron en ella.

Incluso, en el ámbito mainstream, la década de los setenta fue una era de oro, luego de que se gestara la revolución sexual norteamericana. No obstante, hubo una cierta decadencia del cine porno hacia finales de los ochenta y hasta que ocurrió la masificación de la Internet en la segunda mitad de los noventa. A partir de entonces se empezó a gestar un nuevo salto cuántico en las representaciones de la pornografía y el modo como se representa la sexualidad vía la intermediación del artilugio audiovisual.

No solo se dio un cambio en la aproximación desde el punto de vista de la depuración y los acabados, sino que además la presencia en páginas web porno con toda la gama posible de tendencias ha facilitado que cada quien encuentra su propio objeto de resonancia sexual de forma muy rápida y precisa.

Pero sobre todo ha sido la constelación de lo tabú la que se ha generalizado a más no poder. En el presente, hay toda una gama de performers y productoras que ofrecen historias a la medida y que son enviadas vía digital a quienes las encargan. De manera que hay dos grandes cambios que están dando indicios de lo que vendrá el día de mañana. Por un lado los tópicos predilectos son lo tabú y los temas indecibles, al punto que las mismas operadoras de TV por cable los presentan cotidianamente. Por otra parte, estas fantasías tabú están siendo encargadas a la medida del cliente.

Todo ello ha sido posible por el nuevo entorno de lo digital y las redes sociales, además del trabajo y la inventiva de una serie de performers y productores que han tenido de alguna forma vinculación con las nuevas tecnologías y con el denominado posporno. Estos paradigmas inéditos están facilitando el goce personalizado de aspectos transgresores del ser humano, en todo caso una apoteosis del erotismo en sus manifestaciones más prohibidas.

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