ENTRETENIMIENTO

Nuestro amigo común: «La muerte de Stalin» o El renacimiento de la censura

por El Nacional El Nacional

“La comedia La muerte de Stalin ha sido prohibida porque para aquellos que la prohíben Stalin está vivo –y eso no es comedia–”, escribe el escritor Vladimir Voinovich, crítico con el gobierno soviético y forzado a exiliarse en Múnich luego de que le despojasen de su ciudadanía.

La cinta Going Vertical (2017, Anton Megerdichev), acerca del triunfo del equipo de basquetbol de Rusia sobre Alemania en Múnich, acababa de entrar en cartelera luego de que el ilustre e insigne Ministro de Cultura Vladimir Medinsky retrasase forzosamente el estreno de la comedia familiar estadounidense Paddington 2 (2017, Paul King), la secuela a la historia de un oso que se convierte en un miembro especial de la familia Brown, para que esta no coincidiese con la producción rusa. Y es que Going Vertical no podía pasar por debajo de la mesa: el cineasta babosamente adherido al Kremlin, Nikita Mihalkov, es uno de los productores. Y es también uno de los firmantes de la carta en contra de la sátira británica La muerte de Stalin (2017, Armando Iannucci).

Iannucci, director de la serie de comedia Veep, de la farsa política In the Loop (2009) dirige esta cinta polémica basada en un cómic homónimo con un elenco que promete carcajadas: el magnífico actor Michael Palin (miembro de Monty Python), Steve Buscemi, el actor de teatro Simon Russel Beale, y Jason Isaacs, entre muchos otros. Precisamente Isaacs interpreta al general Grigori Zhukov, cuya hija ha firmado también la carta abierta al ministro Medinsky pidiéndole la prohibición de la cinta.

“Abominación tremenda”; “la única razón por la que se realizó fue para ridiculizar al Partido Comunista”; “blasfema”; “no somos un país de masoquistas”; “insulta nuestros símbolos nacionales”; “vil, repugnante e insultante”; “nunca había visto algo tan desagradable en mi vida”; “burla insultante en contra del país que venció al fascismo, en contra de las víctimas del estalinismo”; “ofensiva”; “extremista”; “humillante para el pueblo ruso” y “pudo haber sido filmada por Hitler”, son apenas unos cuantos de los comentarios de los firmantes, ministros y otros miembros del gabinete del pequeño Putin hacia La muerte de Stalin. Y es que, como comentan algunos periodistas rusos, la torpeza de Medinsky ha llevado a esta cinta a ser mucho más esperada y buscada gracias a sus esfuerzos por eliminarla.

Así, la cadena de cines rusa Pioner ha trasgredido la prohibición del ministro del martes 23 de enero, luego de haberle otorgado licencia y permitido unas proyecciones limitadas para la prensa y personalidades importantes. Agotadas las funciones para verla. La respuesta no se hizo esperar: el sábado 27 la policía de Moscú practicó una redada en las salas. Leonid Parfyonov, un periodista liberal que logró ver la cinta en el Pioner, comentó a la salida: “Ahora quiero hacer otra cosa prohibida, como comerme un pedazo de queso parmesano”. En medio de esta prohibición, la primera de su tipo en la Rusia post soviética, noventa personas, incluyendo el opositor a Putin Aleksei Navalny, han sido apresados tras manifestaciones en contra de los rumores de un nuevo mandato del presidente.

Milos Forman y su ¡Al fuego, bomberos! tuvieron problemas con la censura del Partido también, y al llevar a cabo una proyección de la cinta para los habitantes del pueblo donde se da la historia, estos la encontraron hilarante porque “es verdad”. Iannucci ha declarado que espectadores rusos le han dicho que es “graciosa” porque “es verdad”. No cabe duda de que es así. Si no fuese verdad, no molestaría tanto a la nomenklatura, empeñada en hacer de Rusia un nuevo gran Imperio, la Madre Rusia, la Vencedora del fascismo. Esta cinta que cuenta los incidentes tras la muerte del Padrecito y de cómo su círculo no hallaba qué hacer para salvar su propio pellejo, no podía ser tolerada por el nuevo politburó y sus seguidores. Ojalá Iannucci prepare una nueva sátira, esta vez sobre cómo se trató de prohibir La muerte de Stalin.