ENTRETENIMIENTO

Montaje: Con sangre ficcional

por El Nacional El Nacional

Natalia Sánchez, socióloga y profesora universitaria, diseña un dispositivo ficcional poco frecuente en la tradición de la narrativa venezolana: Las momias de Hauschild (Caracas: Editorial Dahbar, 2018) es un thriller sociológico, doblemente especular: por una parte construye una historia alterna, otra, dentro del orden político y económico, social y cultural de la dictadura gomecista, y, por otra, construye una novela dentro de la novela al exponer el proceso de la construcción literaria mediante un montaje de voces, papeles, artificios ficcionales que dotan al texto de un espesor reflexivo, especular, en ciertos pasajes, de carácter teórico no solo sobre el género mayor: el de la novela, sino, al mismo tiempo, sobre las singularidades de la ficción.

Si en Juan Villoro, uno de los mayores exponentes del procedimiento, el uso del aforismo para condensar y culminar las historias que conforman los capítulos del texto, técnica “copiada”, en el sentido de la benjaminiana reproducibilidad técnica, por Alberto Barrera Tyszka, en las novelas: Enfermedad y Patria o muerte, era un procedimiento “novedoso”, por la potencia del aforismo como una especie de relámpago que hace estallar y sintetiza a la vez el acontecimiento narrado, el uso de este procedimiento por parte de la narradora de Las momias de Hauschild es realmente notable, e infrecuente entre los narradores venezolanos, porque va más allá del aforismo mismo, al transformarlo en una red conceptual de carácter múltiple, variado: psicológico, filosófico (teórico y práctico), sociológico, histórico, artístico, lo que añade al texto un espesor de ideas, sin alterar, por el contrario, enriqueciéndola, la trama narrativa: el carácter de los personajes y la verosimilitud de las historias, en lo que podría denominarse una antropología/sociología cultural narrativa, que a manera de un subtexto, o mejor, como un subtexto dentro de la arquitectura de la novela, que funciona a su vez, en el plano del lenguaje, con la capacidad y consistencia del discurso poético, es decir, con la puesta en escena de un cronotopo: una temporalidad de los acontecimientos (personajes e historias) y del espacio (contextos naturales y culturales) que eterniza, o, al menos, produce esa impresión o sensación, el mundo inventado, posible, en las momias de Hauschild, tanto del mundo ficticio de la novela como del real de las momias del Dr. Gottfried August Knoche, médico alemán que durante la segunda mitad del siglo XIX, en la Finca Buena Vista, en el Estado Vargas, se dedicó a momificar e exhibir cadáveres en su laboratorio y mausoleo.

La relación nominal de la caída de la primera República con la dictadura gomecista a través del personaje del General Monteverde y su posible relación alegórica con el chavismo, podría leerse, interpretarse, como una historia de la redención de los proyectos políticos fracasados de libertad contra la dictadura gomecista en la que los vivos y los muertos, actores y personajes de ese combate agonal, representarían las voces de los oprimidos, de los vencidos del pasado: “Pero hoy todos somos como las momias del Doctor Hauschild: conservados e inyectados de miedo por el gran embalsamador que es el General Monteverde. Una sociedad de momias vacilantes y sangrantes llenas de marcas, cuyos cuerpos en comparsa andan caminando lentamente en círculos, sin dirección alguna, sin el peso que da confrontar algo. Eso es este país. Un lugar lleno de momias que el General condenó al miedo, al silencio, a la indiferencia y a la violencia. La violencia que siempre es la última estación del tren del miedo…”. Los nombres y apellidos de los personajes contendrían claves de identidad de las familias que han convertido la historia del país en una historia familiar, trazando un posible fresco de grupos sociales y partidos que permitiría mostrar desnuda la máquina del poder autoritario y sus intereses y prácticas de perpetuación y reproducción de vocación dictatorial ilimitada, y extenderse en probable alegoría de la lucha actual por la libertad y la democracia.

Las momias de Hauschild, en correspondencia con Balzac cuando escribió que “la novela es la vida privada de las naciones”, construye, especularmente, en el plano de la forma y en el de la historia, una, otra, visión privada, a través de un artificio literario, de la historia del país. Ruth/Indalecia, en sus dobles roles vitales y fantasmales intercambiables, de vida y muerte, imantarían la poderosa columna ficcional que vertebra, con sangre ficcional, el cuerpo radiante, de lo que en la superficie del subgénero es un thriller sociológico y, sobre todo, en la dimensión artística del género la rara y extraña novela de Las momias de Hauschild, cuyo aire fantástico de crímenes, muertos y momias corre y recorre las arterias y venas, huesos y cartílagos, tendones y músculos de los personajes e historias, tiempos y espacios de esta notable ópera prima de Natalia Sánchez.