ENTRETENIMIENTO

La historia del arte de las disidencias sexuales en Colombia es una revolución festiva

por Avatar EFE

Ante los «vacíos en la historia del arte en Suramérica», que nunca incluyeron los relatos de los temas alrededor del género y las disidencias sexuales, el artista e investigador colombiano Stiven Bohórquez emprendió la labor de documentar estas revoluciones sociales para descubrir que fueron «una revolución festiva».

Bohórquez reconoce que «los temas alrededor del género, las disidencias sexuales y todas sus implicaciones hoy en día han empezado a ser aceptadas por el medio académico», pero constata un «grave vacío en el asunto de la construcción de historia, en muchas ocasiones con graves vacíos de rigurosidad científica», según explica en una entrevista con EFE.

Como resultado de su trabajo de investigación vio la luz el libro ‘Nombrarse para existir. Una mirada alternativa del arte y la disidencia sexual en Colombia’, en el que rastrea a figuras históricas y hace un repaso, por ejemplo, a algunas revistas de la década de los 70 para analizar la representación del colectivo LGTBI.

Entre las conclusiones y el repaso a la historia de las disidencias, el autor reseñó «cómo las construcciones artísticas en espacios políticos de disidencia sexual se han soportado en el cuerpo y en su materialidad identitaria para constituir una revolución festiva».

Espacios clandestinos

Así, durante años trans, travestis y otras disidencias sexuales se han encontrado «en espacios clandestinos» para «hacer fiestas donde claramente no había una pretensión artística o museística» y realizaban ‘shows’ con figuras con el «lipsing» (imitaciones en ‘playback’).

El autor considera que esos shows aunque no han sido considerados arte, «será la historia y su visión retrospectiva lo que constituirá lo que comprendemos o no por arte».

«Yo me atrevo a establecer que si bien estas obras no pretendieron ser arte pueden serlo por su discurso político primero, segundo por su alto valor discursivo conceptual, tercero por su gran calidad técnica y por último porque, aún si no fueran un soporte artístico, serían un dispositivo estético porque a través de su construcción permite movilizar tanto emociones como discursos», en palabras de Bohórquez.

Eso pasaba en la Colombia de la década de los 80 y 90: «se constituían estos espacios en donde se encontraban mujeres transgénero a hacer ‘lipsing’, personas con todo tipo de inclinaciones sexualmente disidentes a tomar, a estar con sus parejas, a pasar una buena noche y con la conciencia de que en cualquier momento podía llegar la policía y sacarte a disparos».

Estos espacios «no habían sido mencionados y eso es lo que los separa de la historia oficial del arte».

Un problema de índole moral

Una de las principales conclusiones de la investigación es «la gravedad que tiene la nominación discursiva o la gravedad que tiene el nombrar las cosas, tanto para bien como para mal»: «en Sudamérica se utilizó el asunto del lenguaje y sus materialidades visuales y no visuales para nombrar el cuerpo de formas malévolas, malignas».

Se estableció desde el lenguaje «cómo la homosexualidad era un problema de índole moral». Por ejemplo, en 1954 la revista colombiana «de prensa roja pura y dura» llamada ‘Sucesos Sensacionales’ decía que existía «un grave problema de índole moral en la ciudad, y era que estaban apareciendo homosexuales».

«No era solo un asunto de carácter ideológico moral, sino hasta legal, porque al menos en Colombia hasta 1981 ser homosexual daba 12 años de cárcel», recordó Bohórquez.

«Cualquier asunto que no respondía a la construcción de familia, era satanizado; toda forma de disidencia sexual era un pecado absoluto. Entonces todas las construcciones visuales que existen hasta los 70 todavía respondían a la idea de satanizar cualquier tipo de inclinación.

Como conclusión, Bohórquez resaltó «cómo históricamente la lucha de las disidencias sexuales ha sido por generar un espacio en el entramado cultural y simbólico, es decir, alcanzar el grado de reconocimiento y liberación como una contrarreforma».