ENTRETENIMIENTO

«A fines del XIX vegetaban en España 146 periódicos. Solo en Madrid, 38»

por El Nacional El Nacional

José Esteban (Sigüenza, Guadalajara, 1937) es un editor, ensayista y escritor de sobrado reconocimiento con libros de variada factura que van desde el estudio y publicación de escritos de Manuel Azaña a textos esenciales sobre escritores de la República, de cuyo estudio fue pionero en su día, aunque no hace ascos a libros de otros intereses, los que Pla llamaba la vida pequeña, la gozosa, como el texto que escribió sobre las erratas o el celebrado Breviario del cocido.

Estudioso desde hace muchos años de la bohemia madrileña, José Esteban acaba de publicar en Renacimiento, “Diccionario de la bohemia”, un monumental libro sobre este apasionante fenómeno de nuestra literatura. Se trata de un estudio prolijo y monumental que resume muchos años de trabajo y que está llamado a ser referente esencial en su campo. Mantuvimos esta entrevista con José Esteban con motivo de la publicación de ese libro. Habló, sobre todo, de la bohemia: José Esteban siempre fue hombre muy centrado en su trabajo y ahora tocaba hablar de ello. Otro día, prometió, hablaría de cualquier otro tema.

―Su interés por la bohemia viene de muy atrás. ¿Cuando comenzó a interesarse por ella?

“Los bohemios, casi sin yo saberlo, se encontraban en el mundo de mis posibles predilecciones, dado su carácter de perdedores. Debo decir que me interesan los perdedores, casi con exclusividad, los perdedores tanto históricos como literarios. Repasemos mi bibliografía:

Valle-Inclán visto por…, aparecido en 1972, fecha en la que el feliz autor de Luces de bohemia, era tanto un perdedor como un ilustre desconocido. Sus obras se seguían considerando no representables y uno de los fines del libro (una antología de muchos ilustres olvidados) fue contribuir a colocarlo en el sitio en que hoy, justificadamente, se encuentra.

Los novelistas sociales españoles (1928-1936), en colaboración con Gonzalo Santonja. Antología de textos y autores, perdedores de la guerra civil y condenados al olvido, hasta el punto que muchos de ellos no habían sido recordados ni citados, ni leídos desde 1939. Hoy, existen cursos de doctorado sobre ellos en varias universidades españolas y americanas.

El himno de Riego (1984), mi primera novela, estaba dedicado al gran perdedor del siglo XIX español, el entonces (y aún hoy) famoso general Riego. Asimismo su continuación, La España peregrina (1988), dedicada a los liberales españoles exiliados en Londres.

De aquí a los bohemios había un paso. Pero material o literariamente no se manifestó hasta el 31 de marzo de 1985, fecha de la aparición del segundo tomo de las, para mí, emocionantes páginas, de La novela de un literato, de Cansinos-Asséns. Diario 16 me dio las páginas necesarias para que las comentara. Mi largo artículo, “Esos locos bohemios, melenudos, modernistas y jóvenes creadores de principios de siglo”, mereció muy diversos comentarios, y, entre ellos, uno del hispanista-griego-norteamericano Anthony N. Zahareas, en el que me animaba a iniciar juntos una introducción a la bohemia. Y ese fue el principio hasta hoy.

¡Ah!, caso curioso. El profesor en California, Víctor Fuentes, que se había dedicado, como yo, a la novela social; al cabo del tiempo nos encontramos en la Biblioteca Nacional, y, al preguntarnos sobre nuestros próximos proyectos y al confesarle yo que me dedicaba a la bohemia, algo avergonzado, dio un grito y dijo: ‘¡Yo también!’. Esto le llevó a escribir, en el prólogo a la edición de sus Cuentos bohemios (publicado en la Biblioteca de rescate, que yo dirijo en le editorial Renacimiento): Su trayectoria crítica y la mía tiene mucho de ‘vidas paralelas’; sin previo acuerdo, en los años 60 nos embarcamos en la revalorización de la novela social de los años 20 y 30, y en los años 90 en la de los bohemios y su literatura”.

―Es este el primer diccionario de la bohemia. ¿A qué cree se debe esta incuria en algo tan importante en la vida literaria española?

“Es bien sabido que la historia la escriben los vencedores, y en esta historia no hay lugar para los vencidos. Esta es una de la posibles razones. Pero hay muchas más.

Debo confesar que un hito en mis estudios bohemios fueron dos apasionantes estudios del profesor Zamora Vicente, Tras las huellas de Sawa y La realidad esperpéntica. (Aproximación a ‘Luces de Bohemia’). El entusiasmo del profesor ante la literatura bohemia me impresionó. ¡Tan significativo le pareció este fenómeno que hasta entonces no era sino una curiosidad marginal en la literatura española! Tan marginal que, como mucho, era despachado con una nota a pie de página en nuestros manuales al uso. Y lo que Zamora Vicente estaba descubriendo era la punta del iceberg, es decir, algo que revelaba la existencia de una literatura sumergida –como si tratara de economía, también existe una literatura sumergida–, pero una literatura sin catalogar, sin estudiar, sin comprender, y, sin embargo, de un vitalidad sorprendente. Todo este descubrimiento llevó al citado profesor a proclamar en 1993, ‘la necesidad (…) urgente de reestructurar de forma diferente cuanto venimos diciendo sobre la literatura de principios de este siglo (XX) encasillada en un andamiaje que no tiene que ver gran cosa con la realidad’.

Cuando publiqué Valle-Inclán y la bohemia, me preguntaba: ‘¿Fue o no fue bohemio Valle-Inclán?’. Y me respondía: ‘Algunos ilustres valle-inclanistas lo niegan; sin embargo, para otros, Valle-Inclán siempre, hasta sus últimos días, fue un bohemio’. Fue –también siempre– solidario con ese grupo de hampones y desarrapados y practicó sus misma o parecidas ideales, tan degradados generalmente y tan denigrados por las llamadas gentes de orden. Tal confusión se produce por la pobre e ignorante opinión que las gentes de letras tienen de la bohemia y aún peor de los bohemios. Cuando se pronuncia esta desprestigiada palabra, todo el mundo la asocia a la mendicidad, al sablazo, a la hamponería desvergonzada. Pero la bohemia no es esto, o al menos no es solamente esto. Se hace necesario reivindicar esta palabra y este movimiento, literaria y vitalmente hablando. Estudiar sus fines, sus no muchos logros, comprenderla y luego comprobar cuáles fueron las relaciones del escritor gallego con tan singular y curioso fenómeno”.

―La bohemia es de origen francés. Sin embargo parece que fue entre nosotros donde alcanzó categoría de rango superior. ¿Podría sugerirnos razones para ello?

“Yo diría que la bohemia es de origen europeo. La española, y más concretamente la madrileña, tiene su origen en París. La bohemia es un fenómeno urbano: solo puede darse en las grandes ciudades. La ‘biblia’ de la bohemia parisina fue Escenas de la vida bohemia, de Murger, y también lo fue para la bohemia madrileña. Su argumento, su trama, se repite en casi todas las novelas bohemias tanto españolas, como francesas. Así, El frac azul, nuestra primera novela bohemia, considerada como las Escenas de la vida bohemia española, pero sin duda mucho mejor nuestra novela, aunque menos famosa, que la francesa. Tampoco nuestros vecinos cuentan con una obra como Luces de bohemia. Pero no se trata, hoy, ni aquí, de comparar ambas literaturas”.

―La obra es de largo aliento. Le ha llevado muchos años de trabajo. ¿Podría darnos detalles del proceso?

“Quizá, por el estado de la cuestión, por la situación de los estudios sobre la literatura bohemia, pueda ser algo prematuro la publicación de este diccionario. Pero yo lo veo como un acicate, como un incentivo para que estos estudios se multipliquen y fructifiquen y se amplíen y puedan pasar a los programas de estudio. También su publicación se debe a mi afición por este género literario y a la necesidad de contar con una sistematización y aclaración de dudas acerca de un tema tan amplio, de una literatura sumergida hasta ahora y sobre la que hay mucho por descubrir, tanto en las bibliotecas como en las hemerotecas, cuyos deslumbramientos están aún en mantillas”.

―¿Es Luces de bohemia la gran obra sobre el género? Se lo digo porque en la literatura francesa no hay parangón… Murger, Paul de Kock…

“Sí, creo que el esperpento de Valle-Inclán, es la obra cumbre del género, tanto en España como en Europa. También en parte su epitafio. El escritor gallego eleva la idea y los ideales bohemios a categoría de verdadera y universal comedia humana”.

―Usted considera a los bohemios como los proletarios del arte y la literatura. ¿Podría abundar en ese concepto, que se revela fructífero?

“Mi primer libro, dedicado a la recuperación literaria y social de la bohemia, llevaba por título Los proletarios del arte. Debo decir que yo amplié esta acertada definición a todos los bohemios, pero inicialmente se aplicó a los profesionales de la prensa. Fue una invención de Ernesto Bark, letón refugiado en España en la década de los ochenta del siglo XIX y autor de un impagable estudio, Estadística social, sobre la industria cultural entre nosotros.

Según estos implacables cálculos, en España vegetaban, a finales del sigo XIX, 146 periódicos. Solamente en Madrid, malvivían 38. Existían unos 4.000 periodistas, que a duras penas sobrevivían y otros tantos colaboradores de la prensa. Estos profesionales de la prensa, este proletariado de levita se arrastraba en la pura miseria y alrededor de las redacciones y los cafés pululaban jóvenes bohemios inquietos y desamparados. Jóvenes que luchaban por desenmascarar la corrupción imperante, que combatían el clericalismo y apoyaban las justas reivindicaciones de la clase obrera y de los explotados. En literatura y arte, odiaban las viejas rutinas y los caminos trillados; cultivaban la sátira y la parodia y anhelaban profundos cambios ideológicos y sociales. Por ello, algunos de estos proletarios del arte se lamentaba de que el maestro Galdós no escribiera ninguna novela sociológica parecida a Las ilusiones perdidas de Balzac. Era un proletariado que rondaba las redacciones de esos periódicos, hoy casi desaparecidos, bien por los pocos ejemplares tirados, y muchos de ellos recogidos por la policía, como La democracia socialEl libre examen o Las dominicales del libre pensamiento”.

―Hubo escritores como Baroja que odiaban la bohemia; otros, como Valle, la elevaron a categoría suprema, parece sin embargo que eran tolerados mayormente…

“A los escritores de la generación del 98 y anteriores se les puede calificar según supieron acercarse y comprender la bohemia literaria y artística y aquellos otros que la rechazaron de plano. En este grupo debemos incluir a Baroja (a Pío, no a Ricardo), cuya ceguera y obcecación le impidieron ver el drama de esos derrotados. No supo ver lo que representaba Alejandro Sawa y nos dejó páginas despectivas para casi todos ellos. Los llamó holgazanes y otras lindezas por el estilo. Así de tajante se mostraba: ‘Nunca he sido practicante de ese mito ridículo que se llama bohemia. Vivir alegre y desordenadamente en Madrid o en cualquier otro pueblo de España, sin pensar en el día de mañana, es tan ilusorio que no cabe más. En París y en Londres esta bohemia es falsa; en España, donde la vida es tan dura, es mucho más falsa aún’. Pero hay que decir que padeció cierta obsesión por los bohemios, son muchas sus páginas a ellos dedicadas. Algún día escribiré sobre esto.

Añadamos a Clarín, que les llamó ‘melenudos’, Unamuno y Ortega, al que Ramón Gómez de la Serna dijo en una memorable ocasión: ‘Don José, no hay que tener miedo ni a la bohemia ni a la noche’. Y a Ramiro de Maeztu que escribió un resonante artículo, ‘¡Adiós a la bohemia!’.

En el otro grupo, en el de aquellos más generosos y comprensivos, y a nuestro modo de ver hoy, con mirada más inteligente, contamos con Valle-Inclán, que nunca dijo adiós a la bohemia y que, en su irrepetible esperpento nos dejó el más grande epitafio literario que cabía esperar sobre uno de sus componentes, Alejandro Sawa. Debemos contar con Manuel Machado, bohemio practicante un tiempo, y a su lado Ramón Gómez de la Serna, Cansinos-Asséns y Ricardo Zamacois, creador de El cuento semanal y autor de unas memorias inolvidables y fuente hoy indiscutible para historiar aquel movimiento literario, social y político, al que despectivamente y sin conocerlo se le ha intentado borrar de nuestra historia”.

―¿Cuando acabó la bohemia en realidad?¿Con la Guerra Civil, como tantas otras cosas?

“En realidad, la bohemia es eterna. Siempre habrá unos jóvenes dispuestos a abandonarlo todo y viajar a Madrid en busca de la gloria literaria. Por eso es un tópico literario esa muletilla del ‘último bohemio’. Mi Diccionario termina con Luces de bohemia, aparecida en 1920. Es hasta esa fecha donde quiero terminar mis investigaciones, pero eso no quiere decir que la bohemia acabe en esa fecha mítica en nuestras bibliografías. Existen muchas novelas y testimonios de la bohemia en la década de los veinte, y algunas parecen reseñadas en las páginas de este primer Diccionario. Yo creo que es Francia el paraíso de los diccionarios. Allí existen diccionarios de todo tipo, cosa que me entusiasma”.

―Esta obra está llamada a ser referente. ¿Cuál cree usted que ha sido su principal aportación?

“Creo que hay muchas y significativas aportaciones. Pero no soy yo el más indicado para decirlo. El tiempo lo dirá. El Diccionario está recién nacido y el recibimiento en la Feria del Libro fue, a mi parecer, positivo, ahora solo nos queda esperar”.

―Usted distingue muy bien entre bohemios y marginados, que es concepto anglosajón. Parecería que el capitalismo moderno no favorece la bohemia. Sin embargo se está dando ahora una precarización del arte que podría favorecer un surgimiento…

“Creo que todo bohemio es un marginado, pero no todo marginado es bohemio. La bohemia, como he dicho, es eterna, y hoy mismo se está manifestando de modos y maneras nuevas, tal y como evolucionan los tiempos. No soy, ni quiero jugar a ser, profeta”.

―¿Qué está preparando ahora?

“En estos momentos quiero dedicarme a preparar mis memorias. Creo que ha llegado ya el tiempo y he llegado a una edad ideal para su aparición. He escrito, por activo y por pasivo, que las memorias deben escribirse cuando aún se tiene memoria, y no quiero que me pase como a nuestro Galdós y nuestro Baroja, que son más bien memorias de dos desmemoriados. Por ello voy a titularlas: Ahora que recuerdo. Que quiere decir: Ahora que aún recuerdo”.

___________________________________________________________________________

*Esta entrevista se publicó originalmente en el portal http://www.cuartopoder.es, en junio de 2017. Se publica con autorización de sus editores.