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Ese rompecabezas llamado literatura

La editorial Libros del Fuego puso en circulación la colección de cuentos “El fin de la lectura”, de Andrés Neuman, un volumen que agrupa 25 historias en las que su autor también reflexiona sobre la lectura, la escritura y la literatura

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El colofón de esta edición de Libros del Fuego de El fin de la lectura dice lo siguiente: “la literatura es un rompecabezas que no siempre logramos armar”. Esta frase es pertinente para el lector y para el escritor. Escribir y leer son ejercicios siempre incompletos, siempre en construcción, acciones en desarrollo, que están siendo y, aunque lleguemos al punto final, siempre continúan. Esto, en principio, porque, como dice ese colofón, leer y escribir nos rompe la cabeza: es decir, nos lleva a reflexionar, nos llena de preguntas, nos emociona, nos arrebata, nos enfrenta a otras visiones del mundo, nos hace viajar, estimula la imaginación, entre otras cosas, en una espiral que nunca se detiene. Y eso sucede también porque los lectores y los escritores vivimos en constante cambio; la experiencia, la vida, la cotidianidad va dejando huella en nosotros como el mar, su corriente, en una piedra. Eso renueva constantemente nuestra relación con los libros y con la escritura. A medida que nos transformamos enfrentarnos a los libros, desde la escritura o desde la lectura, supone entonces (re)descubrir cosas, (re)encontrar otras, (re)interpretar algunas más. Visto así, esa frase que sirve de colofón nos habla de la literatura como posibilidad o posibilidades inagotables. Nos dice además de otro trasfondo de la literatura: que siempre aborda los mismos temas, aquellas cosas que han interesado e interesan al hombre y ese es un rompecabezas que nunca logramos armar. Si no, ¿por qué los escritores no paran de escribir? ¿Por qué los lectores no paramos de leer? Entonces, cada libro que se escribe o se lee es un rompecabezas que no terminaremos de armar. Cada lectura es una pieza inacabada.

Ya se habrán dado cuenta de que no solo estoy escribiendo sobre el colofón, también estoy señalando varios asuntos de El fin de la lectura, de Andrés Neuman, otra pieza de ese rompecabezas inconcluso y en proceso que es la obra de Neuman. Una pieza más para que cada lector sume a su rompecabezas particular.

El fin de la lectura reúne 25 cuentos breves, en los que se dibujan personajes inconformes, enfrentados a las paradojas de la vida, a los avatares de las relaciones humanas. Un Marcos que quisiera ser su amigo Cristóbal, una pareja desencantada de sí misma, un adolescente enamorado de una inalcanzable nadadora, un hijo enfrentado a la muerte de su madre, un hombre confrontado a la enfermedad, un abuelo enfrentado al efecto del paso del tiempo, un suicida risueño, un poeta entregado a su manía y a la máquina de traducción, y así podría seguir enumerando personajes que están relacionados por la soledad, porque todos estos seres que habitan las páginas de estos relatos, en el fondo, son profundamente solitarios y aquí se encuentran para compartirla.

Esa dispersión de historias de desencantados, solitarios y el humor con el que asume cada narrador de cada relato las historias de El fin de la lectura, son los elementos que le dan unidad a este volumen. En el “Tercer dodecálogo de un cuentista”, Neuman dice: “La extrema libertad de un libro de cuentos radica en la posibilidad de empezar de cero en cada pieza. Exigirle unidad equivaldría a ponerle un candado al laboratorio”. Como ven, El fin de la lectura es también una reflexión sobre la literatura misma, sobre el lenguaje, sobre la lectura y sobre la escritura. Además de los 25 relatos la publicación tiene cuatro dodecálogos del cuento o del cuentista que, según Neuman, no pretenden ser reglas para escribir cuentos, son, dice, observaciones surgidas durante el proceso de escritura, no formulan una poética dogmática; se contradicen con todo gusto y están compuestos por doce puntos para eludir la absurda perfección del diez. Están al final del libro como para que reflexionemos al cerrar el libro sobre el ejercicio de escritura de Neuman y propongamos nuestra propia lectura y nuestras observaciones a los dodecálogos.

Detengámonos en otra pieza de esto que estoy tratando de armar, veamos el título del libro: El fin de la lectura, fíjense que el nombre mismo es un rompecabezas que no terminamos de armar, su sentido corre por distintos caminos: hasta dónde llega la lectura, cuándo termina o se agota; cuál es el objeto de la lectura, qué persigue, por qué leemos. El enunciado se amplía cuando leemos el cuento titulado así, “El fin de la lectura”, que dibuja a tres escritores, Vílchez, Rinaldi y Tenenbaum, que más que escritores se convierten en personajes escritores, es decir, personas que van a conferencias, tertulias, presentaciones, conversatorios, que atienden redes sociales y, paulatinamente, dejan de escribir, dejan de ser escritores. En un momento de lucidez compartida, mientras esperan para conversar en un ciclo de fomento de la lectura, uno de ellos se pregunta a sí mismo y a los otro dos: ¿pero tú hace cuánto que no lees?, es decir, este personaje está preguntando en qué momento pararon de escribir, porque ese es uno de los fines de la lectura.

Dejé un sentido que encierra el título del libro de último porque creo es un cierre propicio para este texto: la frase el fin de la lectura también alude a la permanente urgencia en la que vive el lector por su relación con el tiempo, por aquella cosa de que nunca nos va a alcanzar; El fin de la lectura es casi un grito que dice leamos ya, que la lectura no se acaba, que no siempre lograremos armar ese rompecabezas llamado literatura y no tenemos todo el tiempo que quisiéramos para dedicarlo a ella.

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El fin de la lectura

Andrés Neuman

Editorial Libros del Fuego

Caracas, 2017

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