Un día como hoy, pero de 2014, Robin Williams se quitó la vida. En la habitación de su casa de Paradise Cay, California, reposaba el cuerpo inerte del actor suspendido en el aire, con un cinturón atado a su cuello por un extremo y con el otro enganchado a la parte superior del armario. Así fue hallado el intérprete.
Como es común en estos casos, surgieron muchas interrogantes sobre lo que pudo llevar al protagonista de Mrs. Doubtfire a suicidarse.
Dave Itzkoff, redactor de Cultura del diario The New York Times, realizó una investigación para su libro Robin y señaló que una multiplicidad de factores incidieron en el suicidio del artista.
El miedo a no poder volver a hacer reír, el dolor aún irresuelto debido a su separación de Marsha Garces, su segunda esposa y madre de dos de sus tres hijos, y la sombra de lo que habría sido un diagnóstico médico equivocado –él creía padecer Parkinson y en su autopsia detectaron demencia con cuerpos de Lewy, un síndrome degenerativo incurable asociado al riesgo de suicidio– fueron algunos de los factores que pudieron llevar al actor a tomar la trágica decisión.
En sus últimos años, Williams intentaba mantenerse activo aceptando papeles en películas pequeñas, de las cuales muchas no llegaban a las salas de cine.
La serie The Crazy Ones, de la cadena CBS, le ofreció la gran oportunidad de volver a la comedia tres décadas y media después de su última gran aparición en el género con Mork & Mindy. El actor cobraría $165.000 por episodio, lo que le devolvería la estabilidad económica. Sin embargo, la crítica no tuvo piedad, lo que pudo suponer otro golpe para el artista que se sentía vulnerable.
«Williams parece exhausto. También lo está el show», decía una de las críticas al actor, quien lucía deteriorado.
Un sinfín de problemas físicos aquejaba a Robin Williams, desde indigestión hasta dificultad en la visión, para orinar y conciliar el sueño. A todo eso, como si fuera poco, había que sumarle la lucha que el inolvidable artista mantenía contra sus propios fantasmas: la depresión. «Los demonios todavía están ahí. La vocecilla diciéndome que soy una basura, que no soy nadie, todavía está ahí, créame», afirmó alguna vez.
La noche antes de su muerte, el actor tuvo un ataque de paranoia: temía que le robaran unos relojes. Por eso, decidió subir a su carro y manejar hasta la casa de amigos, a quienes se los dejó en custodia por razones de seguridad.
Al regresar a su hogar, le ofreció a Susan Schneider, su esposa, un masaje en los pies que ella rechazó, sin imaginar que sería el último contacto con él actor. «Como siempre hacíamos, nos dijimos el uno al otro, ‘buenas noches, mi amor», recordó.
Luego de darse las buenas noches, Robin Williams se fue camino al otro extremo de la casa, donde ya dormía solo desde hacía tiempo. El actor se llevó un iPad para leer, algo que a su esposa le pareció un buen síntoma, porque hacía meses que no mostraba interés por nada.
A la mañana siguiente, Schneider se alegró al ver que la puerta del cuarto de Robin todavía permanecía cerrada, pensó que había podido conciliar el sueño y seguía dormido. Sin embargo, el tiempo pasó y la puerta seguía cerrada, lo cual la preocupó.
En ese momento llegaron Rebecca y Dan, los amigos a los que el actor les había dejado los relojes la noche anterior. La primera decidió forzar la puerta del cuarto, y fue entonces cuando encontraron la trágica escena que probablemente no puedan olvidar.
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