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Líneas tardías: Pequeña revancha, unos niños se enfrentan a la dictadura

por Avatar

La dictadura desde el punto de vista de los niños. En un pequeño y precario pueblo de Venezuela son los niños quienes llevan una vida aparentemente rutinaria. Van a la escuela y juegan en las calles, pero paulatinamente se dan cuenta de que en el lugar en el que viven no hay sosiego.

En la película Pequeña revancha (1985), de Olegario Barrera, Pedro todas las noches hace la tarea. Es obediente y ayuda a su padre en su quehacer: la cría de chivos. Pero en las noches, mientras escribe en el cuaderno, despierta la curiosidad por lo que hacen sus padres. Después de preparar la cena, mamá y papá sintonizan a duras penas una emisora de radio. La señal es subversiva. Casi no se escucha, pero es suficiente para enterarse de las atrocidades de la dictadura militar en el país. Gente apresada o que se va al exilio son las principales informaciones que le llegan a estas personas, que invitan también a amigos que comparten su malestar y pesar a escuchar las transmisiones. Lo hacen callados, casi que con la oreja pegada al aparato.

Pedro empieza a hacer preguntas, pero no son respondidas. ¿Qué tanto escuchan ustedes? ¿Por qué se oye tan mal? Pero nada, solo le dicen que termine y se acueste a dormir.

Las respuestas que no consigue en el hogar las encuentra en la calle. Su primera experiencia trágica ocurre cuando matan a su perro. Un comerciante del poblado es aliado de los represores. Obstinado y amargado, le da una patada al pequeño animal, que termina debajo de los cauchos de un yip militar que lo atropella. Entonces, Pedro conoce la maldad, las caretas empiezan a caerse en su vida.

Una tarde, mientras los pequeños juegan en la calle, los soldados llegan y se llevan al papá de uno de los mejores amigos de Pedro. Es entonces cuando el niño escucha por primera vez palabras que entonces no entiende muy bien, aunque sea testigo de sus consecuencias. 

—¿Por qué se lo llevaron?

—Él está en contra de la dictadura.

—¿De la qué?

—¡De la dictadura, del gobierno!

—¿Y por qué?

—Porque él es subversivo.

—¿Y qué significa subversivo?

—Que todos vivamos mejor y que haya libertad.

—¿Y por eso se lo llevan preso?

—Yo creo.

De esta forma el cineasta nos cuenta una historia, basada en el cuento “La composición” de Antonio Skármeta, que no está centrada en gente con ideales y penurias que se enfrentan a una dictadura. Tampoco se muestran guerrilleros que toman el monte para pelear en contra del general y su pesada bota. Son personas comunes que simplemente están en desacuerdo y que, desde su civilidad, mantienen la resistencia.

El enfoque está en los más inocentes, esos niños que aprenden a descifrar ese mundo en el que viven, asimilan la experiencia y actúan en consecuencia de lo que ellos mismos concluyen.

Son los más débiles. Espeluznante es la escena en la que un capitàn propone en el salón de clases de Pedro un concurso. Tienen que escribir un relato que debe ser titulado “Lo que hace mi familia por las noches”. El mejor será recompensado, y a los perdedores, lo reconfortan con un calendario con una foto del mandamás.

Pese a lo hostil del ambiente, Barrera, también guionista de la cinta junto con Laura Antillano, no deja a un lado la gracia que puede haber en estos muchachos , quienes brindan carcajadas con sus diálogos y reacciones ante lo que cada día descubren, incluida la manera de expresar su descontento a lo que empieza a aturdir su cotidianidad, cada vez más intrincada. Pero tranquilos, al final los pequeños se desquitan.