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40 años de Alien, una película adelantada a su tiempo que horrorizó a todos

Muchos creen que bajo la dirección de James Cameron la secuela de Alien adquirió el toque de acción que necesitaba para volverse un fenómeno global

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Ningún clásico del cine es reconocido como tal en el momento de su estreno, incluso algunos filmes son rechazados y minimizados cuando debutan en la pantalla grande. Eso fue lo que le sucedió a Alien, que fue despreciada por los críticos por su oscuridad y trama, pero que cuatro décadas más tarde es considerada un ícono del siglo XX. Además, fue el puntapié de una franquicia que aún busca seguir expandiéndose.

El cineasta inglés Ridley Scott era un virtual desconocido en Hollywood cuando a mediados de la década de los años setenta del siglo pasado se le acercaron los guionistas Dan O’Bannon y Ronald Shusett con Star Beast, la historia de un grupo de astronautas que viajaban dormidos y que al despertar descubrían que su nave había cambiado su recorrido y se dirigía a un peligro inminente.

Scott –que tenía experiencia en publicidad y había debutado en cine con Los duelistas, un drama de época que nada tenía que ver con la ciencia ficción–, se sintió atraído por el desafío y comenzó a bocetear posibles escenas. Si bien en un comienzo ningún estudio quería apostar por un proyecto de estas características, el éxito de La guerra de las galaxias en 1977 cambió radicalmente las cosas y de pronto todos querían una aventura en el espacio, así que 20th Century Fox compró el proyecto.

John Hurt y Ridley Scott, en un alto en el rodaje de Alien (1979). Foto cortesía.

Pero Star Beast no se parecía en nada a La guerra de las galaxias. O’Bannon y Shusett preferían compararla con otro éxito del momento como «Tiburón, pero en el espacio». Pronto el nombre cambió a un contundente Alien, se quitaron escenas sexuales o demasiado mórbidas y comenzó la preproducción. Aunque Fox aún esperaba una aventura en el espacio, Scott entendió perfectamente el cruce del género del terror con el ambiente claustrofóbico de una nave.

La trama se centraba en la tripulación de Nostromo, que se desvía de su destino a la Tierra respondiendo a lo que cree que es una señal de auxilio. En realidad era un mensaje de advertencia para que no entraran en contacto con el que se volvería famoso, el octavo pasajero. Gran parte de la historia descansa en la suboficial Ellen Ripley, una heroína atípica en tiempos de pocas mujeres en cintas de terror. En un comienzo Scott quería a Meryl Streep en el papel, pero a la actriz no le atrajo el proyecto y, luego de un extenso casting para remplazarla, terminó eligiendo a Sigourney Weaver, quien tenía algo de experiencia en teatro y televisión, pero que aquí encontraría el papel que la volvería famosa.

Sin embargo, el personaje central era el del «xenomorfo», la criatura extraterrestre que debía inspirar miedo y no parecerse a nada conocido hasta entonces. Para diseñarlo, Scott eligió al ilustrador Hans Ruedi Giger, dueño de un estilo personal y único. Pero a los estudios Fox no le convencía la elección, ya que temían que el resultado fuera demasiado oscuro y perturbador. No estaban equivocados, pero hoy ese octavo pasajero es uno de los personajes más originales y reconocibles del cine comercial del siglo XX.

Para Sigourney Weaver el paso por Alien implicaría alcanzar la fama; en un principio Scott había pensado en Meryl Streep para el papel. Foto cortesía.

A finales de los años setenta los efectos especiales eran principalmente físicos, así que Giger y su equipo no podían apelar a retoques digitales, por lo que debieron crear cabezas mecánicas de tamaño real para los primeros planos y un traje para las escenas en donde el xenomorfo se mueve y traslada de cuerpo entero. Las cabezas tenían tantas partes mecánicas que necesitaban lubricación permanente y así nació la idea de que la criatura tuviese baba cayendo por su boca, para que nunca estuviera seca.

Para el traje, por su parte, necesitaban a alguien con ciertas características físicas muy peculiares, que pudiera calzar en ese diseño y soportar el calor y el encierro. Cuando creían que no encontrarían al indicado, un técnico del equipo de Giger se topó en un bar con Bolaji Badejo, un estudiante nigeriano de diseño gráfico que medía dos metros con veinte centímetros y era muy delgado, con brazos y piernas tan largos y flacos que podían entrar en el traje sin que pareciera que hubiese una persona dentro de él.

Conscientes de que los actores debían poder transmitir el miedo a través de la pantalla, Scott y Giger no permitieron que durante las pausas del rodaje el elenco conociera a Badejo ni charlara con él. El monstruo solo aparecía cuando se iban a rodar las escenas más terroríficas, y eso lo convertía en un misterio incluso para los actores.

«Bolaji era tan alto y delgado que había algo alienígena en él, como si hubiese venido realmente de otro universo. Ridley fue muy cuidadoso al no dejarnos verlo mucho en los descansos, ya que no hubiese sido tan aterrador si cinco minutos antes estábamos charlando y tomando té con él en un trailer. Sus apariciones eran electrizantes y te aseguro que nadie sentía que estaba actuando el miedo que nos generaba», confesó Weaver.

Esta misma estrategia funcionó a la perfección con una de las escenas más recordadas: la aparición del xenomorfo en el pecho de una de las víctimas. El guión solo decía: «Y la criatura emerge», pero no brindaba mayor información, así que el elenco desconocía lo que le esperaba. Y Scott les había preparado algo increíble.

«Estoy convencido de que la mirada de miedo ancestral y puro solo se consigue con la sorpresa. Y en la década de los setenta la calidad de los efectos especiales no era de lo mejor, así que decidí ir por lo básico. Trajimos de una carnicería tripas de vacas junto con almejas y ostras», explicó el director.

Minutos antes del rodaje, rellenó «el pecho» de la víctima con todas estas vísceras y litros de un líquido que simulaba la sangre. Por eso la reacción de la actriz Verónica Cartwright –que había debutado en el cine nada menos que en Los pájaros, de Alfred Hitchcock– deja a los espectadores helados: cuando siente la sangre en su rostro no puede disimular el verdadero miedo.

Alien llegó a los cines de Estados Unidos el 25 de mayo de 1979 y los críticos la destrozaron. En una era en la que el espacio estaba destinado a contar historias de acción que brindaban esperanza, como La guerra de las galaxias, la visión sombría de Scott era un trago amargo muy difícil de asimilar.

Y el miedo que generaba la cinta fue más allá de los cines y llegó a las jugueterías, ya que una compañía de productos infantiles compró la franquicia antes de su estreno, esperando replicar el éxito de la línea de juguetes de la saga de George Lucas. Así, a mediados de año aparecieron muñecos que eran terriblemente sangrientos. Cientos de padres protestaron con cartas a la compañía y debieron ser retirados de las góndolas. Hoy los muñecos se consiguen por más de 1.000 dólares en eBay

No todos despreciaron la oscuridad y el terror de Alien. Pronto las recomendaciones boca a boca fueron creciendo y los amantes del horror hicieron que una cinta que tenía 11 millones de presupuesto terminara recaudando 104 millones de dólares. El talento y la sensualidad de Weaver también fueron decisivos a la hora de conquistar al público.

De hecho, muchos creen que Alien estuvo adelantada a su tiempo pero que su secuela, bajo la dirección de James Cameron, le dio el toque de acción que necesitaba para volverse un fenómeno global. En 1992 tomó la posta nada menos que David Fincher, aunque es conocido que no quedó satisfecho con los resultados. En 1997 llegaría Alien: Resurrección –con Jean-Pierre Jeunet, el director de Amélie–, y un salto al futuro que incluye clones. En los últimos años, Scott regresó al universo de la criatura con Prometheus y Alien: Covenant, pero ni la respuesta de la crítica ni la del público fueron muy entusiastas.

Quizá la mirada más original sobre la cinta haya venido de un sitio inesperado: el ilustrador Rory Lucey reimaginó toda la trama a partir del punto de vista del personaje menos explorado, el gato de Ripley. La mascota es el verdadero «octavo pasajero» en el libro Jonesy: Nine Lives on the Nostromo, que muestra los sucesos de la película desde una perspectiva felina.

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