ENTRETENIMIENTO

Catherine Fulop sigue y seguirá pidiendo perdón

por Avatar Alexis Correia

Al paso actual, los venezolanos pronto van a sobrepasar a los judíos en Argentina (entre 180.000 y 280.000, según las estimaciones), aunque los primeros distan de estar tan organizados como los segundos. Y aunque a nuestros judíos errantes los han recibido en la patria de Gustavo Cerati mucho mejor que en destinos que exigen visado como Perú y Ecuador, distan de ser intocables.

Se puede decir que Catherine Fulop es una institución allá, donde se instaló poco después de los tiempos de Mundo de fieras (1992). Sin embargo, podrá contarle a sus nietos —quizás alguno lleve el apellido Dybala— que se metió sin querer queriendo con la poderosa comunidad hebrea en Argentina y sobrevivió para contarlo.

Los venezolanos entendemos lo que quiso decir Catherine Fulop el primero de mayo en la radio bonaerense. Los hebreos de Argentina, difícilmente. «Dentro de los campos de concentración los judíos eran los peores, los más torturadores», soltó el guamazo sin anestesia aquel día de los trabajadores. Quería decir que, a veces, algunas personas que viven bajo regímenes opresivos se convierten en cómplices de sus opresores y empeñan su libertad por una caja CLAP. Algo así como el síndrome de Estocolmo. Ninguna explicación contuvo el escándalo, que no tuvo días feriados. Con Espléndidas, su nuevo libro de consejos de salud y belleza, intenta olvidar el holocausto de su reputación.

«Realmente fue un momento muy desagradable para mí, después de darme cuenta del error que había cometido. Porque en realidad lo dije mal, fue una equivocación, no es para nada mi sentir que yo piense nada malo de un pueblo, de una religión o del judaísmo. Pero para nada. Nada más lejos de mi esencia que dudar sobre la tragedia que vivió esa comunidad. La verdad, sufrí muchísimo que se me haya escuchado diciendo una frase que no es para nada mi sentir. Yo venía hablando de Venezuela, quise hacer o empatizar la situación de Venezuela con una tragedia tan grande como lo fue el Holocausto. Hice una observación de un hecho histórico erróneo, por supuesto, porque no me supe expresar, y a veces cuando los temas son tan complicados y despiertan susceptibilidad uno no tiene por qué meterse. Debes estar muy bien informado. Lamenté muchísimo lo que pasó, me sentía avergonzada y eso me hacía no querer salir de mi casa. La gente acá y en todo el mundo es agresiva, muy agresiva a través de las redes sociales. Cuando yo entraba a la red social veía insultos de un lado y del otro. Era horrible la cantidad de insultos que corrieron».

Continúa Fulop: «Eso me llenó de pánico y no podía salir de mi casa pensando que eso mismo me iba a pasar en la calle. Y acá es donde quiero hacer un punto para recordarles a las personas: la vida no es Twitter, Instagram ni Facebook. La vida es pasar la puerta de tu casa cuando sales a la calle, y vas a trabajar, y eres una persona de bien, que eso es lo que yo he sido durante 26 años acá en la Argentina. Creo que mucha gente lo sabe. Nunca recibí ni un insulto ni una mala mirada. Todo lo contrario, recibí mucho afecto de la gente, de la misma comunidad del judaísmo que se acercó a mí para ayudarme a sanar y que no quedara el malentendido. Fui a la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas) que es un organismo dentro de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) acá en Argentina, donde estudian estos temas y los comportamientos sociales para evitar la homofobia, la xenofobia y todas esas fobias. Estuve muy abierta a ellos y la verdad es que agradezco que conocí gente realmente maravillosa. Entre ellos, un rabino y gente de la radio Jai, que es la radio del judaísmo y se escucha en toda Latinoamérica: el dueño, los periodistas. Mucha gente se me acercó a ver si necesitaba ayuda. Se habían dado cuenta de que yo no soy una persona de mala fe, soy buena gente y honesta. Pedí perdón las veces que fue necesario, lo seguiré pidiendo y no me importa que la gente diga: ‘Ya está, no pidas más perdón’. Como la pólvora se regó, no sé si fue por WhatsApp, el pedazo cortado donde yo digo la frase horrible y no toda la entrevista, donde yo vengo hablando de Venezuela, del régimen, de la dictadura que azota a Venezuela y cómo la gente tiene por necesidad que apoyarlo o hacer cosas que a lo mejor no son exactamente las que quieren hacer».

—¿Es cierto que esto complicó su trámite para obtener la nacionalidad argentina?—La verdad es que ya pasó. No recibí ningún insulto. Eran más ideas mías que lo que realmente pasaba. La gente pronto olvida. Sabemos que hay mucha prensa a la que le gusta la farándula y que le gusta armar un escándalo. ¿Viste? Cuando la gente esta caída en el piso se le da patadas y esa es como la naturaleza del ser humano. Somos bastante morbosos. Al árbol caído le echamos más leña y lo quemamos. Son las miserias humanas que deberíamos empezar a ver. También creo que entró en juego la parte política, porque una jueza con tendencia militante hacia un partido de acá de la Argentina no es que se niega a darme la nacionalidad… Se excusa, se llama judicialmente eso, alegando que yo había cometido un delito al decir estas palabras. Realmente ella erró en su apreciación como jueza, porque yo no he cometido ningún delito, a mí nadie me ha condenado acá en la Argentina legalmente. Pero no es que a mí me niegan la ciudadanía. De hecho, sigo con mi trámite como ciudadana normal. Por otro lado, me he conseguido gente súper bella, hasta la misma gente del juzgado donde la jueza se excusa… Ella ahora tiene que seguir el trámite porque la cámara le dijo: «No, señora jueza, no se puede excusar porque la señora Catherine no cometió ningún delito, usted tiene que seguir haciendo el trámite como corresponde». Y bueno, yo sigo haciendo mi trámite y la verdad es que para mí es como si nunca hubiera sentido la necesidad de tener la ciudadanía. En realidad me siento argentina. A veces por un tema de pensar: «¿Estaré traicionando a mi Venezuela, viste?». Pero con todos los acontecimientos que pasan en mi país, con los temas también burocráticos para sacar un pasaporte venezolano, digo: «Bueno, no está de más tener otro pasaporte». Porque mi única nacionalidad es la de mi nacimiento, que es la de Venezuela. Así que estoy muy contenta de todo lo que me está pasando. La verdad, la gente, el cariño de la gente en Argentina, creo que sigue intacto y ha sido como siempre.

“He ido a unos programas donde me vuelven a preguntar, como tú que me estás preguntando, otra vez, y nadie leyó mi perdón, un post en mi Instagram… Las cosas buenas son las que menos se viralizan, ¿no? Porque somos tan morbosos como personas que nos gustan las anécdotas más sanguinarias. Pero yo te lo explico con total calma y paciencia. A medida que pasa el tiempo imagino que iré sanando y me iré sintiendo mejor, porque a veces uno se equivoca y son 26 años tratando de ser una buena ciudadana, buena persona, que armó su familia, que tiene un marido, que tiene madre y padre y ha tratado de hacer siempre las cosas lo mejor posible. No digo que soy perfecta ni mucho menos, porque soy una persona llena de errores y de debilidades. Pero trato de no hacer el mal a nadie. Esto para mí fue un sustico porque me resultó muy fuerte pensar que me había equivocado en algo tan delicado y que es como una raya, una raya para un tigre. Pero no, yo no soy un tigre porque no tengo tantas rayas”.

—¿Cómo define usted su propio, extraño y mutante acento?
—Definitivamente yo tengo un acento mezclado, es una especie de papiamento, porque digo los verbos en venezolano pero le pongo el vos: «Vos ven pa’cá’. Una cosa así como muy rara. Aquí en Argentina me dicen que nunca perdí mi acento venezolano y los venezolanos me dicen que hablo argentino, así que es como la canción de Franco de Vita: extranjeros, somos extranjeros, aunque nuestro corazón sienta que soy argentina y que también soy venezolana. Yo soy extranjera. Capaz que cuando voy a Venezuela… O cuando iba a Venezuela, porque lamentablemente no he podido volver y soy extranjera acá, aunque mucha gente muy amorosamente me dice que yo soy más argentina que el mate. Estoy feliz de estar acá. Quiero mandar un beso y fuerzas a mi tierra, ojalá pronto recuperemos nuestra democracia y nuestra libertad.

—¿Las nacionalidades son un invento de los hombres?
—Los seres humanos crearon esto de las nacionalidades. A veces hay rechazos si llegan muchos extranjeros a un país. La verdad nunca sentí eso… Creo que también cuando uno es artista, o haces una telenovela y la telenovela se ve en todas partes del mundo, la gente te siente propio porque entras todos los días a su casa, al televisor, y eso es lo lindo que tiene esta profesión: ser cantante o actriz y que tus trabajos se vean en muchas partes del mundo. Como los deportistas, los quieren en todas partes. Ahí te das cuenta de que de verdad el tema de la nacionalidad es un invento humano que a veces nos divide, pero el hecho de ser conocida me ha abierto muchísimas puertas. Acá me tienen y me quieren como desde su infancia. Hay gente que me dice: «Yo te veía en el colegio, coye, Abigaíl». Acá la gente me tiene como si yo fuera propia. No siento ningún tipo de diferencia en ese sentido.

—¿Argentina fue el mejor país que pudo escoger?
—Argentina siento que fue el mejor país en el que pude haber caído. Yo viví en España, en Italia, ¿viste?, una temporada en Chile. Lo que me pasaba es que, como era conocida por las telenovelas, la gente siempre era muy bella y amable conmigo. No sé si pasará con todo el mundo, creo que cualquier país hubiera sido lindo. Yo me siento muy orgullosa y feliz de que este haya sido el país que me acogió y donde me enamoré. Yo recuerdo estar con la pancita de embarazada de mi hija Oriana, iba por la 9 de Julio, que es una avenida enorme acá en Argentina, donde está el obelisco, y yo decía: «¡Guao, en qué bello país va a nacer mi hija!». Esto de ser una ciudadana con dos nacionalidades… Es fuerte el desarraigo, el no tener las calles y las cosas de tu pasado, tu infancia. Pero también es muy bello haber construido una vida nueva en un país y formado una familia. Amo estar acá en Argentina, ya lo siento como mi país. Acá está mi hogar y está mi casa y eso es lo que a mí me hace sentir que pertenezco acá, a este país hermoso.

—¿Cuál es la historia más linda y más triste que conoce de venezolanos llegando a Argentina? Ya son más de 130.000…
—Acá somos muchísimos venezolanos los que estamos. Cuando camino por las calles veo venezolanos por todas partes. Venezolanos atendiendo restaurantes o estos que andan repartiendo… ¿Viste? Que son repartidores de comida, en las bicicletas, por toda la ciudad. Después veo venezolanos bellos que son súper emprendedores, empiezan con una cosa chiquitita… Muchos se han ido por la gastronomía. La verdad es que yo no podría escoger una historia feliz y una triste. Yo me emociono. Y me da tristeza, por supuesto. Ver a tanta gente joven fuera de su país me da tristeza. Ver a gente joven manejando su bicicleta, repartiendo pizzas. Me ha pasado eso: que estoy por entrar a la casa de mi asistente y está un chico en la puerta y me dice: «¡Ay, Catherine!». Y yo: «¡Ay, eres venezolano!». Y nos abrazamos. Yo quiero abrazar a todos los venezolanos que veo por la calle. Los amo. Y cada uno me pide una ayuda por medio de las redes… Apóyame en esto, apóyame en aquello. Tengo también muchos amigos que emprenden proyectos, gente que ha hecho festivales de cine acá… Hay una historia de una orquesta llamada Latin Vox Machine. Ellos se empezaron a juntar, a tocar en el Metro, en la estación del subte armaron una orquesta sinfónica. Han tocado en varios conciertos, en el Día de los Derechos Humanos, para la ONU… Ha sido muy emocionante ver a todos esos muchachos músicos crecer. Es una orquesta que está haciendo mucho ruido acá. Después, ver venezolanos que tienen una afrorrumba. Somos muchos los venezolanos. Milena (Gimón), que es conductora de un programa de deportes, ver a una Marisa Román triunfando en el teatro, una Jennifer Gasperi… Gente con mucho talento que de verdad la está rompiendo acá. Está haciendo su vida acá, va creciendo, y acá la están recibiendo con muchísimo amor. Estoy súper agradecida con la Argentina. Emocionada, más que agradecida. Me causa mucha emoción ver cómo tratan a los venezolanos, dicen que son educados y trabajadores. Tengo dos sobrinas viviendo acá: una que es bailarina y trabaja en una escuela de danza, y la otra en la administración de un hotel, un cargo súper importante. Emocionada y feliz de que ellas también hayan podido hacer su vida en mi país: Argentina.

—¿Puede describir su libro a alguien que jamás podrá comprarlo?
—Mi libro Espléndidas: cómo lograr nuestra mejor versión es un libro autorreferencial. Cuento mi historia. La gente de acá de Argentina, o a donde yo vaya, siempre me dice: «¡Ay, qué linda estás, qué bella tienes tu piel, ¿quién te la cuida? Mira, ¿te parece que comer esto es sano?». Siempre me están como consultando cosas de belleza, cuidados… Yo fui un referente en algún momento de fitness, tenía mi programa en Fox Sports, estuve 8 años con Catherine 100%. A la gente le quedó ese recuerdo de que siempre hago gimnasia, me supercuido. En realidad sí, me cuido, pero yo soy una persona normal. No me cuido para competir en nada, no soy nutricionista, no soy personal trainer. Soy una actriz que entendió la importancia de cuidar nuestro cuerpo, nuestro espíritu y nuestra alimentación. Para mí son los tres pilares: la alimentación, la actividad física y la espiritualidad. Lo que pretendo con este libro es inspirar a muchas mujeres a cuidarse y a que puedan buscar su mejor versión. No es que se quieran parecen a mí o tener mi piel, mi cabello, mi cuerpo. No. Que cada una pueda saber que en la vida hay subidas y bajadas, como lo describo, porque cuento mi historia de cuando vivía en Petare, de donde vengo. Mi papá que viene de la Segunda Guerra Mundial, mi mamá que fue huérfana, se crio con las monjas en Maracay. La verdad es que lo que siempre he intentado es ser mejor persona. Esto es lo que trato de transmitir en el libro: mi crecimiento como persona. Yo estoy en la mitad de mi vida o un poco más de la mitad de mi vida, y siento que nos podemos elevar. No es que estamos en la decadencia, y que estamos envejeciendo… Yo lo veo como todo lo contrario. Es la oportunidad que tenemos de mejorar como seres humanos y llevar una vejez linda, digna y elevada. No siento que sea una curva descendente, sino ascendente, cuando uno se va poniendo grande. Es la sabiduría del viejo, de la persona adulta. Estoy muy feliz de haber hecho este libro y haber plasmado cosas de mi tierra, de mi Venezuela, de mi maternidad, de mis experiencias en el Miss Venezuela. Creo que puede inspirar a muchas mujeres. La verdad estoy muy emocionada con esta nueva etapa de mi vida que me encuentra con un libro en las librerías, vendiéndose.

—Ahora sus hijas son las que salen en la prensa rosa, tanto o más que usted.
—Sí, ya son dos mujeres. Ya ni siquiera puedo decir señoritas. Mujeres que tienen ya sus parejas. La más chica, Tiziana (20 años), va a la universidad, está por graduarse de diseñadora gráfica, le va súper súper lindo, saca las mejores notas, le dan todo el tiempo premios. Estoy emocionada con esta hija mía chiquita que es artista a su manera, porque tiene un talento increíble. Le va muy bien, tiene su pareja, súper buen muchacho, Lucas Mattei, que también es estudiante. Yo las veo haciendo su vida. Y tengo que aprender a no meterme sus vidas. Después está Oriana que es cantante, actriz, tiene un novio muy conocido que es Paulo Dybala, número 10 de la Juventus. Ahí tengo que tener un poco más de cuidado porque encima los dos son súper conocidos, ¿viste? Uno como mamá peca de babosa, quiere hablar todo de sus hijos, lo bellos que son, y a veces una mete la pata. Ella dice: «Mamá, no hables de mí, esto pertenece a mi intimidad, no te metas en mi vida». Tengo que aprender a esta altura que ellas tienen su vida y no me pertenecen, más allá de que yo siempre voy a estar para ellas, pero ya son de la vida. Uno no tiene ni voz ni voto. Uno puede prenderles una lucecita en el camino para que no se desvíen, pero las dos son tan bellas, tan mujeres y tan responsables que yo digo: «¡Guao, me salieron dos chicas increíbles!». Yo quisiera meterme más en sus vidas, pero ellas piden su espacio y yo estoy tratando de respetárselo. Ya está, uno cumplió su misión. Son hermosas y las amo. Oriana Sabatini va a sacar sus nuevos temas, ojalá que se escuchen en Venezuela y puedan disfrutar de todo su talento.