ENTRETENIMIENTO

Barbie, la mujer más poderosa de la cultura pop

por El Nacional El Nacional

Por Aglaia Berlutti

En 1956, Ruth Handler se encontraba de viaje por Europa. Un recorrido largamente anhelado y que la llevó a visitar buena parte de las capitales del continente. Pero la futura empresaria solo recordaría un momento específico de la experiencia de casi seis meses. En Alemania y mientras compraba guantes, pasó frente a un aparador en el que la muñeca Bild Lilli, basada en un personaje de dibujos animados del periódico alemán Bild, se exhibía como objeto de colección.

A diferencia de la mayoría de los juguetes para niñas norteamericanos  — basados en el mundo doméstico — esta era la efigie de una mujer adulta. Con un traje de baño ajustado, maquillaje y zapatos altos, era la antítesis de la inocencia. En lugar de eso, Handler diría después que tenía la apariencia de «alguien con experiencia, preparada y dispuesta a correr riesgos».

La que se convertiría en uno de los objetos más icónicos de la cultura pop contemporánea, comenzó como una idea levemente caótica. Handler compró una Bild Lilli y la llevó al hotel. Para entonces y después de algunas preguntas, ya sabía algunas cosas acerca de su origen. No era infantil  — era, de hecho, más parecida a un objeto erótico — , pero tenía la particularidad de crear su propio mundo. Tenía su propia línea de ropa, zapatos e incluso un tocador. A la vez, era barata: plástico con cabellos de nilón. Lo realmente costoso era todo lo que podía comprarse para aumentar la colección.

Para Handler, fue toda una revelación. Por más de una década había dedicado esfuerzos en encontrar un tipo de juguete que no se pareciera a ningún otro. Ya para ese año, Mattel era una empresa especializada en producir artículos de plástico. Lo que abarcaba desde pelotas hasta réplicas de armas que podían armarse por piezas. Fundada en 1945, la compañía era una rareza, en medio de un mercado de juguetes con un público definido.

Hasbro se especializaba en los juegos de mesas, Fisher Price a niños en edad materna y Playskool a materiales educativos. De modo que las muñecas de plástico con el aspecto de bebés eran parte de una zona gris a la que nadie dedicaba mucha atención. Apenas se requería que pudieran llevar ropa realista y algunos accesorios no demasiado elaborados, como zapatillas o biberones.

La llegada de la chica de ropa rosa al mundo del juguete

Pero la idea de la diseñadora era mucho más ambiciosa que solo crear mejores juguetes que la competencia. Incluía construir un universo expansivo en el que un personaje pudiera ser el centro de historias. La personalidad de Bild Lilli, definida, extraña y atípica, era en exceso europeo para la conservadora moral estadounidense. Pero la idea de una chica moderna, capaz de tomar decisiones y tener la vida adulta, fascinó a Handler. Le llevó por la ruta de delinear la que se convertiría en uno de los triunfos de marca más apoteósicos que se recuerde en la historia industrial de Estados Unidos y probablemente del mundo.

Barbie

Todo, mientras en Norteamérica, el matrimonio era una aspiración de éxito personal con una considerable influencia social. Una mujer soltera tenía problemas para asumir créditos bancarios, adquirir o alquilar vivienda. También, era una década en que todavía había segregación por género en ambientes aniversarios y laborales. En la que la mera posibilidad de una chica capaz de viajar por sus propios medios podía afectar sus escasas posibilidades de empleo. Más complicado aún, en la que la salud reproductiva femenina era un tema tabú y que el hecho de ser madre era un requisito cultural casi de carácter obligatorio.

En un contexto semejante, Handler dio vida a un concepto que sorprendió e irritó a una buena cantidad del público conservador estadounidense. Barbie no solo no estaba casada, sino que al momento de su primera versión no tenía ningún acompañante masculino. Usaba ropa elegante y joyas. Era una mujer completa, independiente o, al menos, representaba a una. Décadas después, Handler diría que luego de años de batallar contra juntas directivas hostiles y la oposición del sector juguetero de su país, no podía olvidar la primera vez que sostuvo a Barbie. «Era pequeña, discreta, llevaba un vestido blanco. Y era el emblema de lo que todas las niñas querían ser».

Un largo camino al éxito

Por supuesto, Ruth Handler no sabía a qué se enfrentaba y que tipo de oposición encontraría. En 1945, la recién creada Mattel se convirtió en una empresa que asumió el riesgo de confeccionar muñecos muy distintos al resto de su competencia. La innovación comenzó por una arma de plástico, que además reproducía el sonido realista de un disparo. Aunque había productos similares en las jugueterías, el de la marca Mattel podía desmontarse  — y volver a armarse —  en formas novedosas. Lo que lo convertía en un juguete nuevo a cada oportunidad.

Pero lo que marcó la real evolución de Mattel como empresa fue patrocinar el programa de televisión Mickey Mouse Club. En 1955, todavía la idea de la intervención comercial en la pantalla pequeña era una novedad que despertaba desconfianza. Sin embargo, la forma en que la compañía estableció un método de promoción casi desconocido sorprendió. La empresa obsequiaba con sus juguetes a los participantes de la serie y ofrecía sus productos como premios. Pronto, varias de sus líneas  — que iban desde juguetes didácticos hasta pequeñas muebles armables en miniatura —  se convirtieron en un éxito. No obstante, su mayor aporte a la historia de los juguetes estaba por llegar.

La reina de todas las muñecas

La muñeca Barbie, tal y como se conoce en la actualidad, llegó a la cultura pop en 1959, cuando Mattel la presentó en la Feria Internacional del Juguete de Nueva York. Con su aspecto juvenil, ropa llamativa y sin ninguna intención de promover valores tradicionales del hogar, despertó revuelo. Se criticó a Mattel por su osadía y, en especial, a Ruth Handler por lo que se llamó una «perversión» del concepto de las muñecas lo que provocó que ninguna marca ni mucho menos agencias de publicidad en Estados Unidos se arriesgaran a invertir en ella.

Pero Ruth Handler no se desanimó. Decidió que la muñeca se fabricaría al costo, que se vendería por apenas 9,99 $ (cualquier otra sobrepasaba los 15$) y que la ganancia vendría directamente de los múltiples accesorios de su mundo. De modo que Mattel contrató una empresa subsidiaría japonesa, que produjo el primer prototipo en plástico elástico. También, fabricaron las piezas de ropa en miniatura para su llegada a las tiendas. Un proceso laborioso que incrementó considerablemente el monto de fabricación. «De fallar, no habría vuelta atrás», comentó Handler en una entrevista al New York Times que luego se mencionaría en su obituario como parte de su legado de lucha y reivindicación. «Barbie era una imagen poderosa y cada niña, merecía una».

Barbie

Ruth Handler, la creadora de Barbie

Por ese motivo, la diseñadora tuvo que vencer la resistencia de su esposo, la junta directiva de la empresa e, incluso, una campaña de la Liga de la Moral norteamericana, escandalizada por lo el símbolo «libertino» de una muñeca maquillada y con zapatos altos. Pero al final, logró crear una primera línea de venta, que incluía desde ropa, cepillos y carteras hasta una casa color rosa.

Mattel financió entonces una campaña publicitaria gigantesca y vendió directamente su producto a las tiendas. En tan solo un año, la muñeca y todo lo relacionado con su universo se convirtió en un éxito de ventas récord. De hecho, en el primer mes de comercialización, se recuperó la inversión de un millón de dólares que financió su fabricación.

Barbie, abanderada de la historia

Con el correr del tiempo, Barbie se volvió no solo en el juguete más vendido de Mattel, sino en un paradigma acerca de la imagen de la mujer que se transformó con las décadas. De la efigie con los ojos levemente ladeados de la primera producción, para los años 70, comenzó a mirar al frente, lo que se consideró un símbolo de rebeldía. A pesar de la llegada de su compañero y eterno novio Ken en 1961, Barbie siguió siendo independiente y centro de su mundo.

También, un modelo aspiracional. Mientras las primeras solo eran hermosas y tenían como principal característica su capacidad para ser vestidas y peinadas a la moda, para finales de la década de la década de los años 70 y coincidiendo con las primeras luchas feministas, Barbie se volvió, también, un ícono de la mujer emancipada.

Maestra, profesora universitaria, periodista, nadadora, astronauta, escritora, médico, bailarina. Barbie comenzó a mostrar todo lo que una mujer podía hacer y, en especial, a todo lo que podía soñar. Para la década de los 80 y con las primeras críticas sobre su belleza hegemónica y restringida, un grupo etario haciéndose escuchar, Mattel dio un vuelto que revolucionaría a la industria para siempre. Barbie comenzó a tener otro color de piel, contextura y también se acercó al papel de madre y esposa.

Barbies

Para 1990, la marca Barbie abarcaba más de veinte mil productos distintos y más de treinta muñecas. Para principios de milenio, el número de ambas cosas se duplicó. Lo que también abrió un abanico de posibilidades culturales, sociales y conceptuales con respecto a su aspecto físico y lo que podía representar. Entonces Barbie perdió su clásica figura esbelta en beneficio de otra más realista. Y aunque jamás abandonó del todo su esbelta belleza de adolescente divertida, como la llamó su creadora, se hizo mucho más universal y alegoría del crecimiento del concepto acerca de lo femenino en la cultura pop.

Sesenta y cuatro años después y a pesar de las polémicas inevitables, Barbie todavía es símbolo del poder femenino. A la vez, la posibilidad de grandes aspiraciones. Un elemento que la película de Greta Gerwig demuestra en toda su importancia.