Por Gil Molina
La señorita Margot —como siempre quiso que le llamaran— fue la niña más precóz de su familia aunque se definía tímida, decía su primo Baruj Benacerraf, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 1980.
Desde muy joven, demostró una sensibilidad e inteligencia especial. Con 21 años de edad, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela, y dos años después, participó durante tres meses en un programa en la Universidad de Columbia en Nueva York, donde despertó su interés por el cine. Comenzó estudios en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC) de París en 1950. Durante su estadía allí, filmó su primer corto documental, Reverón, de 23 minutos, con la colaboración de Henry Nadler y Boris Doroslovacki, sobre la vida del pintor Armando Reverón, que fue postulada en competencia para el Festival Internacional de Cine de Cannes en 1953.
Pero es en 1959 cuando Benacerraf establece un hito en la historia del cine venezolano: su largometraje documental Araya ganó el Premio de la Crítica Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes. Ese mismo año, Araya también participó en los Festivales de Cine de Venecia y Locarno; era la primera vez que una directora latinoamericana participaba en tres prestigiosos festivales denominados «Festivales Clase A».
En 1990, Araya fue escogida como una de las cinco mejores películas documentales en la historia del cine latinoamericano en la Retrospectiva Latin American Visions (A Half Century of Latinamerican Cinema 1930-1988), organizada por el Neighborhood Film/Video Project of Philadelphia. Otro hito en la vida de Benacerraf fue la creación de la Fundación Cinemateca Nacional de Venezuela en 1966, donde se desempeñó como directora durante los dos primeros años, para luego emprender su próximo proyecto cinematográfico La cándida Eréndira y su abuela desalmada, cuyos derechos le fueron otorgados por el propio Gabriel García Márquez.
Durante años, Margot Benacerraf viajó por el mundo buscando el personaje principal para su siguiente película. Dicho por ella, revisó con el apoyo de Federico Fellini en sus archivos sin éxito, y hasta Orson Welles se ofreció para hacer el papel principal de la gorda, pero lo rechazó. Sus productores Barbachano Ponce de Méxio y Dino De Laurentiis de Italia, al no haber personaje se retiraron, y García Marquez decidió ceder los derechos de su historia al mozambiqueño Ruy Guerra, residenciado en brasil, quien estrena sin éxito en 1983 la película Eréndira.
Muchos no entendieron porqué Benacerraf pasó tantos años en busca de un personaje y nunca realizó su siguiente película.
En su honor, el Ateneo de Caracas bautizó con su nombre la sala de cine y ensayo de la Fundación Cinemateca Nacional de Venezuela, y en 2012, la Escuela de Arte de la Universidad Central de Venezuela inauguró la videoteca Margot Benacerraf. Además, Benacerraf fue reconocida con la Orden del Mérito de la República del Gobierno de Italia (1972), la Orden Andrés Bello (en 1974 y 1975), el Premio Nacional de Cine (1995), la Orden Bernardo O’Higgins otorgada por el gobierno de Chile (1996), la Orden Nacional del Mérito conferida por el Gobierno Francés (1998 y 2019), la Orden Francisco de Miranda (2018), y el Premio de Honor de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela (2018), entre otros.
En 2018 se estrenó el documental Madame cinema de Jonathan Reverón, que da cuenta de la vida de Margot Benacerraf. Y en 2019, Diego Arroyo Gil publicó La sal de ayer, un libro biográfico que recopila su vida y obra. Ese mismo año, el Fondo Venezolano Americano para las Artes le otorgó en Estados Unidos la medalla Páez de las Artes por su trayectoria, valor que será un referente para muchas generaciones, y que los venezolanos tendrán presente por su aporte al cine y a la cultural.
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