ECONOMÍA

Venezolanos pueden retirar en Cúcuta hasta 5 millones de pesos diarios

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“Aquí sí hay de todo. Provoca enfermarse”. La expresión sobresaltó a los vendedores de una farmacia ubicada en el centro de Cúcuta. “Señora, no diga eso”, recomendó uno de los encargados a la mujer que había hecho el comentario.

Daniela, procedente de Táchira, reconoció que el comentario había sido de mal gusto, y le refirió al vendedor que sintió alegría al ver en un mismo sitio los tres medicamentos recetados por el cardiólogo a su madre.

Cinco horas antes había cruzado la frontera con su vecina Lucía. Llegó a San Antonio del Táchira y le tomó más de 45 minutos ubicar un estacionamiento para guardar el carro. Dejó el vehículo en un parqueadero que funcionaba en una casa a medio construir en el que le advirtieron que la tarifa era de 15.000 bolívares la hora.

La cola para sellar los pasaportes crecía poco a poco. Personas, algunas con ojeras pronunciadas, hacían esfuerzos para arrastrar las maletas, otras apuraban el paso para cruzar la estructura que comunica a Venezuela y Colombia desde 1962: el Puente Internacional Simón Bolívar.

A la mitad de la plataforma, en el punto de supervisión de Migración Colombia, un agente de la Policía Nacional ordenó en tono fuerte: “Levanten la mano y muestren su tarjeta de movilidad fronteriza y la cédula de identidad o pasaporte con sello de salida para aligerar la entrada a Colombia”.

En el corregimiento colombiano de La Parada, hay quienes venden tarjetas telefónicas para servicios venezolanos y colombianos, boletos de autobús para Bogotá, Quito, Lima y Santiago de Chile, chupetas, cigarros, pasteles y hasta compradores de cabello.

Daniela recordó que no había tantos vendedores como el 28 de diciembre cuando fue a llevar a su hijo al aeropuerto Camilo Daza de Cúcuta con destino a Chile, el segundo de tres que se le iba en un lapso de cuatro meses.

Las mujeres tomaron un colectivo para ir a Cúcuta porque no contaban con los 12.000 pesos (unos 500.000 bolívares al cambio en la frontera) para llegar hasta el centro y cobrar la remesa. En el colectivo pagaron 1.600 pesos cada una, es decir, 66.000 bolívares por cada pasaje.

En Parque Santander la fila de personas frente al establecimiento para cobrar las remesas llegaba a la mitad de la plaza. En diciembre de 2017 y en enero de este año las colas se extendían 100 metros, parecían una suerte de cadeneta entre las banquetas y la estatua de Francisco de Paula Santander.

“Yo le ofrezco un puesto en los primeros lugares de la cola por solo 20.000 pesitos”, le dijo un muchacho en voz baja a las mujeres. Al cambio, equivalía a 830.000 bolívares. Ante el reiterado rechazo, el hombre les reclamó: “Ustedes no quieren colaborar con la causa”.

La venta de puestos en las filas de compañías de servicios financieros estaba controlada por venezolanos cuando se registraron los primeros éxodos masivos desde Venezuela al vecino país. Ahora son los colombianos los que tienen el negocio.

En la fila había gente de Barquisimeto, Maracay, Valencia, Caracas y Puerto La Cruz. Todos contaban sus experiencias sobre la separación familiar a causa de la situación del país.

Según la empresa en la que se haga la operación, las personas pueden retirar el equivalente hasta de 5 millones de pesos al día y si la compañía tiene disponibilidad, se pueden comprar dólares. La transferencia de dinero desde cualquier país se hace efectiva el mismo día solo con presentar el documento de identidad y los datos de guía de la operación.

Después de 4 horas en cola, las mujeres retiraron su remesa y el primer sitio que visitaron fue una farmacia. Daniela compró 2 cajas de carvedilol, enalapril y clopidogrel, por las que pagó 700.000 bolívares al cambio de 0,024 centavos de peso por bolívar. Por ese precio se conseguían las medicinas en diciembre en San Cristóbal.

De compras. En Alejandría, un centro comercial con pequeños establecimientos, Daniela y Lucía vendieron algunas prendas de oro y plata. Recibieron 70.000 pesos, que equivalen a 7 millones de bolívares.

De regreso a La Parada tomaron un taxi, entonces sí con pesos en sus carteras. Allí fueron a una de las ventas de víveres para hacer mercado y, calculadora en mano, empezaron a llenar las cestas: desodorante en 183.000bolívares, 80% menos que en San Cristóbal; el litro de aceite vegetal lo consiguieron en 236.000 bolívares, el mismo que vende un bachaquero en 1.200.000. Lo menos que cuesta una bolsa de azúcar de 900 gramos en Táchira son 180.000 bolívares y la misma marca colombiana les costó 91.000 bolívares. La harina de trigo en San Cristóbal tiene un precio de 235.000 bolívares y en Colombia la hallaron en 166.000. El kilo de pasta lo compraron en 275.000, es decir, 125.000 menos que con los revendedores de la capital tachirense.

Al fondo se escuchaba en la radio la advertencia sobre el cierre de la frontera por tres días a causa de las elecciones legislativas. Entonces decidieron incluir un producto más de cada cosa en sus cestas. Ellas viajaron a Colombia el pasado lunes.

De regreso, al pasar el puente internacional hacia Venezuela, dos guardias nacionales frente a una mesa les exigieron las facturas de las compras y que les mostraran el contenido de las maletas donde guardaban la comida. Llevaban maletas porque cada bolsa en Cúcuta cuesta más de 300 pesos, es decir 12.500 bolívares. Los agentes tacharon los recibos y 10 metros más adelante, otros 2 militares hicieron lo mismo. “No se molesten señoras. Es por control”, advirtió uno de ellos.

Caminaron 3 cuadras hasta el estacionamiento. Verificaron que el auto estuviera bien y preguntaron al cuidador cuánto costaba el servicio. “Son 150.000 bolívares”, respondió. Eso fue lo que pagaron por 10 horas de estacionamiento.