Los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus aliados se reúnen esta semana para ajustar los recortes de producción, en un contexto de recuperación de los precios.
El éxito de la segunda cumbre ministerial del año de la llamada OPEP+, prevista el jueves, dependerá de la coordinación de los dos pesos pesados del grupo de 23 países, Rusia y Arabia Saudita, segundo y tercer productor mundial, respectivamente, por detrás de Estados Unidos.
«Las prioridades son bien conocidas: Rusia quiere volver a la producción normal lo antes posible, mientras que Arabia Saudita quiere beneficiarse un poco más de los precios altos», explica Bjarne Schieldrop, analista de Seb.
Esta discrepancia había estado oculta en gran medida desde hace casi un año porque los precios eran muy bajos, una situación que llevó al grupo a poner en marcha una política común de limitación de la producción que ha resultado eficaz.
Pero la vuelta de los precios a un nivel comparable al del periodo anterior a la pandemia, es decir, alrededor a los 65 dólares el barril para los petróleos de referencia en Europa y Estados Unidos, puede reavivar las tensiones.
A principios de enero, en la primera cumbre de 2021, tras dos días de duras negociaciones, la alianza acordó ajustar gradualmente la producción hasta marzo, utilizando su principal poder: crear, si es necesario, una «escasez artificial», como la llama Stephen Innes, de Axi, capaz de sostener los precios.
En total, la alianza había acordado limitar su ajuste de producción hasta 7,125 millones de barriles diarios en febrero y 7,05 millones en marzo, unos recortes que siguen siendo significativos.
Desacuerdos
Rusia y Kazajistán lograron mantener el aumento de producción mientras Arabia Saudita redujo su propia producción en un millón de barriles diarios más.
Los analistas lo interpretaron como una brecha entre Riad y Moscú por lo que ahora se preguntan cuál será la decisión para abril.
Es probable que el aumento de precios del petróleo provoque una relajación más rápida de los recortes, dicen los analistas de Capital Economics, al igual que la reanudación de la demanda de crudo en China y en el resto del mundo, a medida que surten efecto las campañas de vacunación y se reduce la incidencia del covid-19.
Los temas desacuerdo abundan dentro de la alianza, empezando por la cuestión del cumplimiento de las cuotas por parte de cada uno de los miembros, garantía de la seriedad y la credibilidad del acuerdo.
El esfuerzo de recortar la producción es tan doloroso para las finanzas de los 20 países que lo aplican (Irán, Venezuela y Libia están exentos) que algunos, como Irak y Nigeria, ceden a la tentación de hacer trampas y reciben amonestaciones de Arabia Saudia, así como promesas de compensación, a menudo aplazadas.
El frágil equilibrio entre la oferta y la demanda que supervisa el cartel y sus aliados se podría ver afectado además por el regreso de la producción de Irán si finalmente se suavizan las sanciones estadounidenses al país, algo más probable desde la llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca.