Por Andreína Gómez
Venezolano nacido en Coro, estado Falcón, Héctor Natera llegó a Buenos Aires en 2017, como muchos otros jóvenes de su edad, con propósito de buscar un futuro mejor. Sin embargo, su disciplina y estructura de trabajo le permitieron emigrar con un objetivo preciso: crecer en el campo de su formación profesional.
Estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad Francisco de Miranda y mucho antes de culminar la carrera ya tenía en mente salir a explorar otras latitudes. «Más allá de la situación de mi país, me propuse hacer una especialización en energía renovable para crear proyectos alternativos a los recursos naturales de hoy. Para eso tenía que buscar opciones en el exterior».
Por lo tanto, en junio de 2015, tras subir al estrado a recoger su título de ingeniero ya había seleccionado opciones para el posgrado. Y ese mismo año se embarcó a España donde cursó un máster para luego regresar al país, ya que Europa vivía un complejo proceso de cambios políticos que mantenían inestable el mercado laboral.
«Específicamente en el campo de las energías renovables, las reglas del juego se endurecieron con la puesta en marcha de una suerte de impuesto a la explotación del sol, que hizo frenar al mercado. Mi intención era estudiar pero también hacer network, sin duda. Es decir, conocer gente y entrar al mundo laboral».
Inspirado por la brillante luz del Occidente venezolano
Héctor Natera sueña con hacer un gran proyecto de reconstrucción basado en sus conocimientos, tanto para su estado natal como para toda Venezuela. Está seguro de que las condiciones se darán para lograr no solo regresar lo recibido sino ser parte de una etapa de renovación en el país que lo vio nacer, sin ánimos de patriotismos; más bien pensado como el profesional que no se rinde y busca constante crecimiento en todo. «Mi verdadero deseo es resolver necesidades».
Su pasión por la energía solar nació mientras hacía sus estudios entre Coro y Punto Fijo. Algunas materias electivas basadas en energías renovables llamaron su atención. Siempre estuvo investigando más allá de las competencias académicas, costumbre que obviamente aplicó para continuar sus estudios. Por lo que una vez que obtuvo el diploma en España siguió explorando opciones hasta que encontró una maestría en Tecnología de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Buenos Aires y, ya decidido, viajó a la ciudad porteña acompañado de un amigo que también realizó la cursada.
«Para la inscripción llegué tarde, pues ya había iniciado la Cohorte. Tuve que esperar aproximadamente diez meses y para no perder tiempo me puse a buscar trabajo, en base a una lista que había hecho desde antes de irme. Incluso envié mi CV a muchas de ellas. Soy muy planificado, por lo que paralelamente fui investigando todo lo que pude sobre el sector de energías renovables en Argentina y me encontré que, para el año 2015, el gobierno recién elegido propuso dentro de sus políticas dar empuje a este sector para hacer frente a la crisis energética».
Al día de hoy, Héctor Natera reconoce que su decisión fue muy estratégica, pues lo favoreció que dentro de este mercado, en el que se mueve una gran parte de la economía del país sureño, está casi todo por hacer. Pero no todo fue luz brillante desde el comienzo. Como muchos de sus compatriotas migrantes, comenzó en otros oficios. Pasó unos meses instalando cámaras de seguridad mientras llevaba su proceso de legalización hasta que logró combinar los estudios y el trabajo y ser completamente independiente de su familia.
Además de disciplinado, el experto en energía solar es sumamente inquieto. Pasó por varios empleos mientras esperaba su ingreso a la Facultad y además inició su formación en el programa de líderes energéticos en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) que a su vez en un derivado del Consejo Mundial de Energía (WEC).
«Esto me permitió conocer a un montón de gente y hacer contactos muy importantes. Por fortuna, pude aprovechar todo. Además me favoreció que traía una diplomatura en gerencia, operaciones y producción y otra en gerencia de proyectos y logística obtenidas en Venezuela. Podría decir que soy adicto a aprender lo más posible», risas.
Cuando llegó tenía 22 años y ahora entra en los 29. En apenas siete años acumula una experiencia reconocida y admirada por sus colegas. Su campo de acción es la generación de energía solar distribuida, que es básicamente dotar de este recurso para el consumo cotidiano a las fábricas, comercios, industrias y hasta comunidades.
Un infortunio que resultó en acierto
En Venezuela, Héctor practicaba el fútbol como deporte recreativo y para mantenerse en forma. Desgraciadamente, le dejó una rodilla lesionada con daños en los meniscos. «Estuve rehuyendo la operación, hasta que tuve que tomar la decisión. Viví tiempos complejos y de mucho estrés. Estaba solo, viviendo aún en una residencia y lejos de mi familia. Pero me apoyaron mis amigos, quienes me ayudaron a llevar un posoperatorio lento y muy complicado. Logré superarlo, aunque al verlo en retrospectiva sé que fue muy arriesgado».
Al igual que muchos compatriotas, Natera ayuda a sus padres a sortear la compleja situación de Venezuela. «Ellos están jubilados en el sector de la educación. Mi hermana, que ahora vive acá, y yo los traemos cuando podemos. Mucho menos de lo que nos gustaría por lo costoso y complicado que resulta realizar un viaje desde nuestro país, pero bueno en medio de todo, ellos están bien y eso es importante para nosotros».
Actualmente trabaja como voluntario con una ONG llamada Argentina sin fronteras, que le ha permitido moverse por todo el territorio y conocer la realidad de muchas provincias que requieren acceso a los recursos vitales. «A través de ellos pude hacer muchos amigos e incluso postular para un puesto de gerente de operaciones de una importante empresa, que finalmente me contrató. En apenas un año logré hacerme de una cartera de clientes y tomar la decisión de emprender. En paralelo me llamaron para sumarme al equipo de Solar Latam, una transnacional que iniciaba operaciones en Argentina y por supuesto, todo siguió para mejor».
La pandemia lo fortaleció
La pandemia resultó por demás favorable para Héctor, ya que le permitió profundizar sus operaciones independientes, lograr un socio importante y desarrollar su proyecto con mayor firmeza. Actualmente, goza de mucho reconocimiento por parte de sus clientes y sigue enfocado en estudiar, aprender y aplicar sus conocimientos para mejorar la vida de muchas personas y las operaciones de innumerables prestadores de servicios.
«Durante el confinamiento pude seguir trabajando. Estaba dentro del grupo de personal prioritario, así que mis ingresos no mermaron. Pero fue un tiempo que me permitió bajar el ritmo de compromiso, ya que soy muy exigente conmigo mismo. Pude pensar para seguir desarrollándome hasta que en julio de 2020 tomé la decisión de renunciar y comenzar con los proyectos por cuenta propia. Hoy me dedico específicamente a la energía solar fotovoltaica, que implica en la mayoría de los casos instalación de paneles solares y otros elementos para la generación del servicio de consumo».
Su pequeña empresa conocida en el mercado como Susplify cuenta con una cartera de clientes fundamentalmente en Argentina y además realiza consultorías para otros vecinos como Chile, Brasil y Bolivia, en los cuales lleva el proceso de la mano con otras empresas. Hasta la fecha ha suscrito más de 400 proyectos de los cuales un centenar forman parte de la agenda 2022, que aún no termina.
Trabajar los sueños
Aunque parezca un poco pretencioso, la realidad es que Natera es uno de los profesionales con más experiencia en este campo en la actualidad. Aun cuando reconoce que las complejidades económicas de Argentina y sobre todo las políticas de subsidio a la electricidad hacen menos apetecible las energías renovables, la competencia de abordaje de este recurso crece cada día más, asegurando un futuro prometedor para su especialidad.
«En mi trabajo no solo se desarrollan proyectos para generar electricidad a través de paneles solares, sino para resolver necesidades técnicas, como por ejemplo, crear micro redes donde no hay energía eléctrica, sistemas alternativos para mantener las operaciones en caso de cortes de luz y eso permite mantener la productividad en bancos, clínicas y comunidad de casas y comercios. Y aunque me cuesta mucho reconocer que hasta puede ser un aporte histórico el trabajo que desempeño, me siento orgulloso y satisfecho de mis logros, sobre todo después de haber llegado hasta aquí sin ningún tipo de respaldo económico».
Para este geminiano los límites no existen ni física ni geográficamente. Su nacionalidad es venezolana con ascendentes de Portugal. Adoptó a la Argentina como su país, gracias a lo mucho que le ha dado. «Mi tema existencial podría decirse que es preguntarme ¿de dónde soy en realidad? y me respondo que soy de donde estoy ahora, aunque me haya costado entenderlo».
Por ahora, sigue su camino de formación con estudios a distancia, gracias a una beca de la Fundación Carolina y también sigue ascendiendo hacia el desarrollo de un mundo productivo más amigable con el medioambiente. Hace poco recibió una invitación de la Embajada de Inglaterra para exponer sus ideas y mantiene una agenda llena de compromisos laborales y académicos, dando clases en varias universidades..
«Todos los años me hago una lista de objetivos. Necesito tener mi tiempo ocupado, así que sigo haciendo trabajo voluntario y sigo apostando por crear desarrollo fuera de Argentina y también mi país Venezuela. Sigo en contacto con el Colegio de Ingenieros, donde ofrecí unos cursos en 2019 y me mantengo a la orden para ayudar en lo que sea necesario. Y mi consejo para quien quiere emprender o lograr un sueño es tener el objetivo claro y trabajar por ello sin descanso. Los sueños se cumplen siempre que se trabajen».