Cerca de un centenar de migrantes y refugiados de once países disputaron un torneo benéfico de fútbol en la ciudad de Recife, en el noreste de Brasil, para exigir «respeto» e «igualdad» a las personas que, como ellos, se vieron obligados a abandonar sus hogares.
Los equipos de Senegal, Cabo Verde, Venezuela y Angola jugaron sobre el césped del Arena de Pernambuco con un único objetivo: demostrar al mundo que es posible integrar a todos en la sociedad, sin dejar atrás a nadie.
Andrés Bernal es colombiano, antropólogo y se está doctorando en Recife. Juega con la «selección» de Cabo Verde desde hace algún tiempo, y los que en un principio eran sus compañeros de equipo son ahora sus amigos.
«Me siento orgulloso como colombiano de ser parte del equipo de Cabo Verde y de participar en el torneo. Se trata de jugar al fútbol, pero también de encontrarse e intercambiar conocimientos», señaló a Efe después de que se alzaron como campeones al ganar al combinado de Senegal por 2-0.
Reconoció que «con un torneo de fútbol en un fin de semana» no se solucionan los problemas y, en este sentido, espera que el mensaje no se quede en el terreno de juego y se propague en todos los rincones del mundo.
Un torneo fundado en 2014
El torneo de migrantes fue fundado en 2014 por la ONG África do Coração, con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, y consta de varias etapas previas en varias ciudades del país, como la celebrada este domingo por primera vez en Recife, capital del estado de Pernambuco.
Los campeones de cada región se reunirán en la fase final de la copa, que tendrá lugar en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro en noviembre próximo.
En Recife, aunque los equipos tienen el nombre de un país en concreto (Senegal, Cabo Verde, Venezuela y Angola), los participantes vienen de esas y otras naciones, como Haití, Mozambique, Benín, Guinea Ecuatorial, Siria, Nigeria y Colombia, como el caso de Bernal.
Solo la plantilla de Venezuela está formada íntegramente por ciudadanos de la nación caribeña, que en los últimos años han llegado a Brasil huyendo de la crisis económica, política y social que azota su país.
Además, algunos ex futbolistas migrantes han abrazado la iniciativa para darle un impulso. Es el caso de Lúcio Carlos Cajueiro Souza, más conocido como Lúcio.
«Tenemos que tener esa interacción. Hay que tener ese calor humano, ese respeto con su situación, y dar amor al prójimo. Si están pasando esas dificultades, tenemos que ayudarles», indicó a Efe el ex lateral izquierdo del Palmeiras y del Hertha de Berlín, entre otros clubes.
Brasil abrió las puertas
Con esa opinión coincide el coordinador del torneo y vicepresidente de la ONG África do Coração, Abdulbaset Jarour, refugiado sirio y quien en vísperas de la competición invitó a los sectores público y privado a implicarse de lleno en este asunto.
«Cuando llegamos aquí Brasil abre las puertas, pero las ventana están cerradas para respirar. Una cosa es recibir, otra es acoger, son dos cosas diferentes. Nosotros llegamos aquí por varias razones, persecución, violencia, guerra, y queremos comenzar una nueva vida aquí en Brasil», apuntó.
El grupo de danza afro-brasileño Kilandukilu también se ha sumado a esta iniciativa como equipo de apoyo. Una de sus integrantes es Tamires Souza, quien dijo que siente un «placer» enorme en participar en el proyecto.
«Es importante tener eventos como este para reforzar que los migrantes también son personas y gente. Necesitan conforto, libertad; todos somos iguales, somos humanos», completó.
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