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Luis Alfonso Ramírez, una voz en el camino

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La agradable y bien timbrada voz de aquel robusto caballero brotaba radiante desde la escotilla del ecomóvil número dos, con la frescura de quien era garante de excelente descripción radial. El amigo de finos bigotes y pequeña estatura represaba sintonía abundante, con esa gala incuestionable, fuente de presteza.

Corría enero de 1975. En la emisora predilecta de los tachirenses se ufanaban por llegar con calidad y potencia a cualquier rincón del planeta por obra y gracia de la onda corta de 31 metros.

Este periodista abordaba la unidad azul de Ecos del Torbes acosado por los nervios propios de un principiante que alternaría a continuación con Carlos Alviárez Sarmiento y Guillo Villamizar en las vetustas camionetas GMC y su cargamento de alto kilometraje.

Cuando escuché el saludo familiar de una voz que abría los senderos de la historia, entendí que estaba en el paraninfo de la narración deportiva. Y por primera vez a su lado recibí aquel saludo tan familiar: “Audiencia de Venezuela y América, muy buenos días….”

Los derroteros del ciclismo me unieron desde aquella lejana mañana de hace 45 años con Luis Alfonso Ramírez, quien ya sumaba una bien trajinada sintonía en esa móvil dos que se entreveraba por las sinuosas rutas tachirenses. Motivado por tan famosa compañía comencé mi tránsito con la ansiedad de la juventud y la ambición de quien se sentía protegido por profesionales de alta investidura.

Carlos lo llamaba “zorzal”. Y es que mi querido personaje rasgaba la guitarra y entonaba algún tango arrabalero con su garganta bien afinada. Guillo lo apodaba cariñosamente Lucho, y este servidor, benjamín del grupo, lo citaba con un respetuoso Luis Alfonso. Qué triunfo personal trabajar desde entonces con la voz más poderosa que ha tenido el ciclismo nacional.

Vaya, rodamos juntos en el Tour de Francia, en el Giro de Italia, en los mundiales de San Cristóbal y Colombia, Panamericanos, Centroamericanos e innumerables eventos internacionales de nombradía y prestigio. Aquel verbo impregnaba los aparatos receptores. Y así fueron pasando capítulos en la Vuelta al Táchira, la amada cita de cada enero para este hombre de dilatada ejecutoria.

La vuelta grande de América no ha tenido un vocero de mayor estirpe durante 55 años. Luis Alfonso pasó a conformar una amalgama sólida con el evento amado de los tachirenses.

 

El retiro de la voz

No importaba si era en Ecos del Torbes, Radio Visión, San Sebastián, Mundial, Imaginación o la más reciente, Buenísima, hija de sus afanes. Este pueblo en las riberas del Torbes correspondió a su entrega con manifiesta reciprocidad. Ha sido estandarte y guía. En los fabulosos circuitos urbanos con centenares de miles de concurrentes, los parlantes emitieron profundos ecos con la voz, el vozarrón de Luis Alfonso, lujoso en sonoridad.

Su responsabilidad y honestidad lo hicieron afamado en el gremio. Se convirtió en esclavo de la perfección que buscó con tesón insuperable. Pregonó con la nitidez propia que surgía de su hijo Yolban, dedicado técnico que hizo de las carreteras un estudio de limpieza acústica. Los madrugones a que nos obligaba fueron norma. Sus vehículos un rosario de animados seguidores que compartieron trajines y anhelos.

Soy en este momento mensajero de Alviárez, Guillo, Nelson Augusto, Piedrahita, Arrastía, Rubencho, Alfredo, Manolo, Restrepo, Urrego, Conejo Rodríguez, Tapitas, José Mauricio, Londoño, Rodrigo, Oscar Giovanni, J.J. Mora, Gregorio, Joel, Chucho Ortiz, Max Carrero y disculpen las omisiones que cometa en forma involuntaria porque el caudal de reputados hombres de este oficio que han acompañado a nuestro personaje es digno de encomio.

Luis ha tenido a su vera una gran mujer en este devenir relevante. Carmen Alviárez es su palanca y estímulo. Vertiente inagotable. Sin ella no habría alcanzado el máximo de su profusa carrera. A Carmencita le debemos una larga etapa de agradecimientos, tantos como él a ella, compañera inseparable.

Un recuerdo emocionado para “Deportes a Millón”, que anda en los linderos del medio siglo y ha sido el vehículo de comunicación diaria de este periodista y narrador que Doña Teodora nos trajo al mundo.

Das un paso al costado pero permanecerás por siempre, Luis Alfonso, en el corazón de los tachirenses. Te untaste de multitudes y tus coterráneos guardan con fruición tus frases y descripciones. Feliz retiro.

El Sagrado Corazón de Jesús, tu contacto espiritual diario, te bendiga querido emblema tachirense.

 

Por Alfonso Saer

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