Se esperaba una lluvia de goles cuando Liverpool y Manchester City saltaron a Anfield, pero lo único que se mojó fue la pólvora de dos equipos que arriesgaron lo mínimo, se conformaron con el empate y firmaron un decepcionante 0-0 en el que quedó marcado Riyad Mahrez, quien mandó un penalti a las nubes.
Después del 4-3 con el que terminó el encuentro de la temporada pasada, Manchester City y Liverpool mostraron esta vez una cara mucho más pragmática y cauta, sin apenas dejar oportunidades al contrario.
Con el paso del tiempo, parece que Klopp y Guardiola cada vez se conocen más y anticipan los pasos del otro. Por eso, el partido fue un choque continuo contra un frontón, como si cada jugador supiese desactivar a su némesis. Solo Mahrez, en un penalti infantil cometido por Virgil van Dijk, pudo cambiar el signo del partido, pero con su disparo a las nubes se marcharon sus ilusiones y las de su equipo de asaltar la casa de Klopp.
La atmósfera de Anfield fue el mejor argumento de los locales en unos primeros instantes de excitación en los que los de Klopp pintaron de rojo el campo. La presión alta y la asfixia a la que sometieron a la defensa «cityzen» dio sus frutos en cuanto a dominio, pero quedó estéril a la hora de crear verdadero peligro ante la meta de Ederson.
Solo un disparo de Mohamed Salah, bastante desviado, y un centro de Sadio Mané, tras un buena jugada individual pegado a la línea de fondo, que tuvo que ser despejado por Benjamin Mendy, fueron el bagaje ofensivo del Liverpool en unos diez primeros minutos en los que fue rápidamente desactivado por la posesión del City.
Cuando la efervescencia y testosterona de jugar en Anfield se apagó, el equipo de Guardiola comenzó a mimar el balón y a dormir el encuentro, porque tampoco el dominio visitante inquietó demasiado a Alisson Becker.
Mientras que el Liverpool vivía de los robos en el centro del campo y las transiciones veloces de su trío de arriba, formado por Salah, Mané y Roberto Firmino, el conjunto de Guardiola adoleció de falta de un jugador que aportase verticalidad y profundidad; es decir: Kevin de Bruyne.
La idea de salir con Mahrez como titular dejó al argelino a expensas de que aparecieran unos espacios inexistentes en la primera parte, a merced de unos «Reds» perfectamente plantados, que no se descompuso ni cuando a la media hora James Milner se lesionó y en su lugar entró Naby Keita.
El balance al descanso era catastrófico para el espectáculo en un partido del que se presuponía un torrente de fútbol. Tan solo tres ocasiones en los primeros 45 minutos, cuando el año pasado, al término del partido, se contabilizaron 27.
En la segunda parte no cambió excesivamente la contienda y el cuadro celeste siguió tocando y tocando el balón, sabiendo que, si el duelo terminaba con empate, no daría un zarpazo a la clasificación; pero le serviría para acabar líder.
El Manchester City tuvo su primera ocasión clara de gol al minuto 60. David Silva sirvió un pase en profundidad a Mahrez, quien se deshizo de Andrew Robertson, pero su golpeo cruzado se marchó más allá del palo izquierdo de Alisson.
El aviso sirvió para que el Liverpool se espabilase y para que Salah, en una contra, volviera a demostrar que aún no está al nivel del año pasado. Tuvo la oportunidad de sorprender a Ederson en un balón largo que controló dentro del área, pero su golpeo se marchó a la grada de Anfield.
El contragolpe del City llegó en forma de penalti en los últimos minutos de partido. Sané, escorado en el área, se marchó en carrera, paralelo a Van Dijk. El holandés se lanzó a rebañarle el esférico, pero se llevó por delante al extremo y el árbitro pitó penalti.
Ya sin Agüero en el campo, quien continúa sin saber lo que es marcar en Anfield, Mahrez tomó la responsabilidad y mandó el balón por encima del larguero y el resultado ya no varió.
El punto cosechado le sirve al Manchester City para auparse al liderato de la liga, con 20 puntos, formando un triple empate con Chelsea y Liverpool.