Fernando Alonso (Oviedo, 1981) participará en la edición 2020 del rally Dakar y de esta manera subirá un peldaño más en la empinada escalera del automovilismo, demostrando que para él no hay retos imposibles cuando hay un volante de por medio.
Pocos pilotos han dado tantas muestras de amor incondicional hacia el mundo del motor como el asturiano, que decidió dejar momentáneamente de lado la Fórmula 1 pese al cartel que ostentaba para vivir nuevas experiencias.
Lo meritorio es que en todas ellas se ha mostrado hasta el momento competitivo ya sea a bordo de un monoplaza, dando vueltas a los óvalos de la IndyCar o poniendo a prueba su carácter en pruebas de resistencia.
Ahora se ha propuesto dar un golpe de timón más, mientras vislumbra su próximo objetivo, con el salto a las dunas de la mano de Toyota y acompañado como copiloto por Marc Coma, 5 veces ganador del Dakar en la categoría de motos.
Se trata sin duda de un giro complicado que afronta con una mezcla de disfrute y motivación por acallar a aquellos que piensan que no será capaz de dar la cara en un escenario tan exigente e imprevisible.
Fernando Alonso se embarca en esta aventura con el rodaje que ha acumulado desde marzo como referente pero confiado en que su talento ayude a sumar. Lo más cercano es su participación en el rally de Marruecos, donde dejó buenas sensaciones pese a los contratiempos que terminaron de alejarle de la cabeza.
Un revés para quien está acostumbrado a ganar desde edad temprana, cuando empezó a despuntar en el mundo de los karts antes de pasar con el tiempo a la Formula 1. Aquel sería ya un camino de no retorno.
Historial plagado de éxitos
Primero llegaría su debut en 2001 con Minardi. Fue un anticipo de las buenas sensaciones que empezaría a dejar en 2003 cuando en Malasia se estrenó en la pole y en el podio. Más adelante, en Hungría, logró una victoria. Todos estos logros los alcanzaría como el piloto más joven por entonces.
Faltaba un hito más, conquistar el Campeonato del Mundo. Y llegó en 2005 batiendo de nuevo un récord, el de precocidad. No contento con ello se alzaría con su segundo título consecutivo otra vez en la escudería Renault.
Había un talento evidente que hacía pensar en él como el posible sucesor del alemán Michael Schumacher pero desde ese momento los mundiales comenzaron a resistírsele, bien por mérito de los rivales o por pequeños detalles adversos tanto en su segunda etapa en Renault como en las que vivió en McLaren Mercedes, Ferrari (alcanzó dos subcampeonatos) y McLaren Honda.
Desde entonces no ha vuelto a proclamarse campeón, pero muchas son las voces autorizadas que han defendido el estilo de pilotaje de Alonso mientras consideraban que la suerte no volvió a estar de su lado.
Alabada ha sido también su capacidad para cambiar de registro. Lo demostró cuando tomó la valiente decisión de lanzarse a la IndyCar para formar parte de las 500 millas de Indianápolis y de las 24 horas de Daytona.
Esta última le sirvió también para acercarse a la resistencia, su siguiente meta. Además de volver a disputar la mítica carrera estadounidense y ganarla, se subió también a lo más alto del podio dos veces en las 24 horas de Le Mans. El colofón sería la conquista del Mundial en este 2019.
Lejos de acomodarse, ha querido seguir huyendo de su zona de confort hasta llegar más allá del asfalto. Ahora se enfrentará a algo muy grande, una cota que casi nadie de los que han transitado por una senda parecida a la suya se ha atrevido a visitar. Pero la pasión y el amor por un deporte son a veces los mayores enemigos de la razón. Alonso supera, una vez más, sus propios límites.