Hasta hace no mucho tiempo, cuando iniciábamos una búsqueda en Google sobre fútbol femenino, la información era escasa y las imágenes que acompañaban el texto mostraban mujeres en poses con poca ropa que acentuaban los rasgos tradicionalmente atribuidos a la sensualidad femenina.
El profesor de la Universidad de Sheffield David Wood dio cuenta de esto en 2018 en el primer encuentro de la Red de Investigaciones sobre Fútbol Femenino en América Latina, realizado en el Museo del Fútbol en el mítico Estadio Pacaembú en San Pablo, Brasil. El tema central de dicha reunión fue la marginación general de la disciplina. Cuatro años después, el panorama es distinto en la región y el mundo.
Presencia en medios
En primer lugar, el fútbol femenino se ha convertido en un tema de agenda en los medios de comunicación tradicionales. En este momento se están disputando las instancias finales de los torneos clasificatorios continentales de los cuales saldrán las selecciones para el Mundial de Australia y Nueva Zelanda de 2023.
Hoy podemos leer notas en los portales de los diarios más importantes del mundo sobre el desempeño de los equipos, con los nombres de las jugadoras. Podemos mirar fotografías de mujeres peleando por la posesión del balón, trabando su cuerpo contra una rival, arrojándose para evitar un gol, en reemplazo de la antigua representación de la mujer sin movimiento y objeto de la mirada masculina.
Sin embargo, cabe destacar que pese al crecimiento de la representación, la diferencia entre las noticias destinadas a deportes protagonizados por varones y mujeres sigue siendo abismal.
Los medios de comunicación masivos desempeñan un rol central en la visibilidad y el posicionamiento en el mercado del fútbol femenino. Si se consagran al deporte masculino en detrimento del femenino generan un círculo económico cerrado para las deportistas, quienes tienen mayores dificultades para conseguir patrocinadores e inversores.
Por otra parte, no es sólo una cuestión referida al apoyo económico, tan necesario para el desarrollo de las carreras de las atletas. La infrarrepresentación muestra el menosprecio simbólico que ha sufrido la disciplina a lo largo del tiempo. Este asunto lleva a la formulación de preguntas como: ¿entre quiénes circula el prestigio y el reconocimiento?, ¿quiénes son las personas estimadas y valoradas en nuestra sociedad y cultura? Sin duda, los varones deportistas han gozado de este privilegio.
Planes de la FIFA
En segundo lugar, la decisión de la FIFA de apoyar el crecimiento y el desarrollo de la disciplina ha sido fundamental. El Programa de Desarrollo del Fútbol Femenino contiene una serie de metas para proporcionar a las 211 federaciones asociadas la oportunidad de acceder a recursos y conocimientos técnicos especializados e impulsar así la disciplina a nivel nacional.
Entre los objetivos se mencionan la organización de nuevas competiciones o el refuerzo de las ya existentes, la promoción de la participación de niñas y jóvenes, el otorgamiento de becas de formación para entrenadoras y jugadoras, la capacitación en temas de liderazgo, comunicación, marketing y gestión. Como producto de la decisión política de jerarquizar la disciplina, la Copa Mundial Femenina de 2023 reunirá por primera vez a 32 selecciones.
Por otra parte, para el futuro, la FIFA aspira a alcanzar 60 millones de jugadoras en todo el mundo en 2026.
Desde 1895
Es importante destacar que detrás de las decisiones del organismo rector del fútbol hay una historia de prácticas y de lucha que no ha sido debidamente reconocida. El fútbol femenino no es un boom de último momento ni nació con la organización del primer mundial de la FIFA en 1991.
Las investigaciones sociales muestran que las mujeres juegan desde hace más de un siglo y, si bien se pueden reconocer particularidades según el país o la región que se trate, un denominador común ha atravesado los casos: la desigualdad de género.
El desarrollo temprano en el Reino Unido, que cuenta con la creación en 1895 del primer equipo integrado completa y únicamente por mujeres (el British Ladie´s Football Club), y en Brasil, que registra datos sobre equipos de mujeres que jugaban en São Paulo y Río de Janeiro en las primeras décadas del siglo XX, fue interrumpido por las prohibiciones de 1921 y 1941, respectivamente.
Pero como ha dicho la investigadora Silvana Goellner en distintas ocasiones: la prohibición –fundada en la condición biológica de las mujeres– no significó la ausencia de la práctica.
En la actualidad
A la luz del avance de las demandas de las deportistas y los movimientos feministas internacionales, hoy la búsqueda de la equidad tiene otro calibre. Y, si bien se ha logrado que ciertos sectores de poder actúen positivamente en pos de estos reclamos, las situaciones siguen siendo dispares.
Mientras que en determinados países las demandas se dirigen a obtener mayores ganancias económicas y la equidad de la representación en los puestos de decisión, en otros con menos apoyo las jugadoras aún luchan por el acceso a un campo de juego digno y hasta por un bien tan preciado y necesario como la hidratación.
En Estados Unidos, donde el fútbol es un deporte formativo de niñas, la selección de mujeres, que tiene en su haber más triunfos que su contraparte masculina, logró en mayo de este año equiparar sus salarios.
En España se equipararon recientemente las primas que recibe la selección femenina en todos los amistosos y torneos internacionales respecto a la masculina. El país además cuenta con un récord: el partido disputado el pasado 30 de marzo entre Barcelona y Real Madrid en el Campo Nou, correspondiente a la vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones Femenina, se convirtió en el encuentro de fútbol femenino con más espectadores en el estadio, con 91 553 aficionados.
No hay duda que el fútbol femenino tiene más espectadores, que se han realizado mejoras en la infraestructura y en la difusión, y que cada vez recibe más atención, lejos de las imágenes de mujeres cosificadas, los silencios y las prohibiciones de otra época. Sin embargo, sigue siendo indispensable la lucha unida y constante para continuar equilibrando una cancha signada aún por la desigualdad.
Verónica Moreira, directora de la Diplomatura de Género y Deporte de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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