“Un líder es como un pastor que permanece detrás del rebaño y permite que los más ágiles vayan por delante, tras lo cual, los demás les siguen sin darse cuenta de que en todo momento están siendo dirigidos desde detrás.” Nelson Mandela, Autobiografía, 2011:33
María Moliner en su Diccionario incluye una acepción de la palabra invertebrado que recoge el sentido que deseo darle en este escrito: falto de organización y cohesión. Mi pregunta refiere al porqué han adolecido nuestros líderes en estos largos 23 años de organización y sobre todo de cohesión. La mayoría de los análisis del tema insisten en la palabra ego, y para el caso de un pretendido líder, egocentrismo. Estampo textualmente como nos lo define Moliner en su prestigioso Diccionario: “Se aplica a la persona que refiere a sí misma todo lo que ocurre y pone su propia persona en primer lugar en lo que dice, en los asuntos en que interviene o en las reuniones en que toma parte”. El ego es un yo engrandecido, lo que soy, lo que digo, lo que dispongo, lo que interpreto, en nuestro caso como principio determinante de la acción y decisión políticas. Este tipo de liderazgo, para desgracia de la legítima pretensión de construir un modo de vida democrático que sustituya al régimen dictatorial, ha sido así percibido en la conducta de nuestros dirigentes, simiente de desazón y falta de entusiasmo de nuestra sufrida y maltratada gente. ¿Esto ha sido siempre así? ¿Por qué ahora es así? Complejas preguntas sobre las que valen estas reflexiones.
El cambio histórico que significó la muerte de la República civil y la emergencia de la República bolivariana sorprendió a las organizaciones políticas en una difícil situación. Parafraseando a Gramsci, el pasado estaba muriendo pero el futuro no acababa de nacer. Acción Democrática y Copei sufrían una fuerte crisis de identidad, organización y liderazgo, en fin, experimentaban su decadencia, al unísono de nuevas organizaciones políticas que pugnaban por surgir. La oportunidad de un revolcón político, que hubiera sido la convocatoria de una asamblea constituyente, sea en el año 1992 o en el año 1993, se desperdició. El único líder político de significación en el momento que entendió esa oportunidad fue Oswaldo Álvarez Paz, lamentablemente muy solo en el concierto de la clase política.
Primero Justicia, una asociación civil convertida en partido al unísono de Chávez enseñoreado en Miraflores, asumió el reto de intentar ser el relevo generacional de la política venezolana, llenar el vacío que habían dejado AD y Copei. Se trataba de una generación joven, con prestigio, que se había iniciado con una propuesta seria de cambio a la constituyente de 1999. Cierto que tenían poca experiencia política, que lógicamente irían adquiriendo con el paso de los años, conducida por tres jóvenes con dotes de liderazgo para la nueva Venezuela, como alternativa al liderazgo carismático, y por tanto absorbente de Chávez. Ellos eran Leopoldo López, Julio Borges y Henrique Capriles. Para mal de la nueva restructuración de las organizaciones políticas a principios de siglo, el ego, el egocentrismo frustró sus brillantes posibilidades de futuro. Su misión debió ser convenir entre ellos en la formación de un sólido triunvirato de contrapoder frente al absorbente liderazgo de Chávez, que consolidara una estrategia común para confrontar con posibilidades de éxito a la llamada revolución bolivariana. Tristemente no fue así, pudo más su egocentrismo, llevando la voz cantante Leopoldo López, para a partir de entonces regir el ego, una forma de ser y de actuar que se propagó en el resto del liderazgo opositor.
El ego es el vector por antonomasia que rige en la actualidad las relaciones dentro de la clase política, versión oposición. En dos tuits que se hicieron virales, el inteligente periodista Alonso Moleiro recogió recientemente el sentido del ego predominante en nuestros dirigentes de oposición: “La oposición venezolana no tiene dirección política, algunos de sus líderes se detestan entre sí y viven todo el día chismeando los unos de los otros, como si fueran estudiantes de bachillerato… La dinámica de las facciones opositoras es diabólica. No hace falta el chavismo, ellas solitas hacen la gestión. Zancadillas, dobleces, traiciones, falta de compañerismo. Prefieren que las cosas se queden igual si el precio es que un rival se les imponga”.
Venezuela tiene por delante dos grandes desafíos, de los que dependerá la ansiada meta de una transición política hacia un régimen auténticamente democrático: las primarias del 2023 y la elección presidencial del 2024. Cuanto es de desear que nuestros dirigentes repriman su ego y entiendan que solo con la solidaridad y el compañerismo de una causa común, mirándose en el ejemplo de grandes hombres como Gandhi, Luther King y Mandela, podremos salir del infernal atolladero en que el chavismo ha convertido nuestra República.
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