Mientras a su alrededor hay miles de personas contagiadas a diario, ayer fueron 77.729, ellos ya atravesaron las tres olas del covid-19 sin haberse infectado. Incluso, cuando muy cerca suyo hubo casos positivos, ellos no presentaron síntomas. Cuando se les pregunta la clave de haber transitado la pandemia sin contagiarse, algunos dudan y creen que fue mera suerte. O que la genética les jugó a favor. Otros, están convencidos de que llegaron a esta instancia gracias a su compromiso indeclinable con el uso del barbijo en todo momento y del alcohol en gel, justo cuando la mayoría fue relajando las medidas de autocuidado.
Sin embargo, no son tan pocas las personas que, al menos hasta ahora, no tuvieron contacto con el virus. O que no lo saben. En Argentina, por ejemplo, según las últimas estadísticas del Ministerio de Salud, 8.207.752 personas cursaron la enfermedad desde que comenzó la pandemia. Esto significa que cerca de 20% de la población, estimada en 45,4 millones de habitantes, se infectó. Claro que ese número necesita de correcciones: varios de esos casos corresponden a personas que volvieron a contagiarse. También habría que sumar a los que no se testearon y que asumieron que estaban contagiados por tener síntomas y ser contacto estrecho, sin haberlo informado al sistema de salud. Y por otro lado, también hay que calcular los asintomáticos, que según los especialistas hay que multiplicar por cuatro el número de los que presentan síntomas.
“El número final no se conoce. Lo que sí sabemos es que en Argentina todavía hay mucha población susceptible, por eso tenemos a diario más de 100.000 contagios.. Porque todavía hay mucha gente sin vacuna o con esquemas incompletos”, dice Eduardo López, infectólogo y jefe del Departamento de Medicina del Hospital Ricardo Gutiérrez. “Es probable que existan personas inmunes, como con el VIH, que no tienen en su ADN codificados los receptores para contagiarse. Pero todavía faltan años de investigación en esa materia para que podamos entender por qué algunas personas, que aunque estuvieron altamente expuestas no se contagiaron. Hay varias investigaciones en ese sentido, pero todavía no son concluyentes”, indica Elena Obieta, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
Razones
La pregunta de por qué hay personas que no se infectaron, ni siquiera durante la última y más contagiosa ola, es un misterio que todavía no lograron descifrar los científicos. Una investigación publicada en la revista Nature intenta explicarlo. Según este estudio, realizado por La Charité – Universitätsmedizin de Berlín, algunas de las personas que atravesaron la enfermedad tenían células T en su sangre, que eran reactivas al virus. Paralelamente, otras que no se habían contagiado, de todas formas tenían una alta proporción de estas células, probablemente desarrolladas como respuesta inmunológica a otra infección, se cree que a otros tipos de coronavirus, contraída previamente a la pandemia.
“La teoría de las células T es una posible explicación, pero todavía no es concluyente. Hay otros factores también. El coronavirus tiene alta transmisibilidad, pero no tan alta contagiosidad como el sarampión. Si uno está en contacto con una persona con sarampión y no está vacunada tiene 90% de chances de contagiarse. Pero con el covid es de 40%. Por eso, es frecuente que dentro de una misma familia no se contagien todos. Además, también puede ser que algunos de ellos se hayan contagiado previamente y hayan sido asintomáticos, y que, por eso, no se contagien con el resto de la familia. Hay muchas variables”, explica López. Obieta completa: “Existe memoria celular y aquellos expuestos a otros coronavirus pueden haber activado un mecanismo que no permite el ingreso de este virus. Todavía se está estudiando”.
Por otra parte, los especialistas consultados están convencidos de que el uso del tapabocas, la distancia social y la higiene de manos fueron factores decisivos a la hora de evitar el contagio. “La mayoría de la población los fue abandonando. Pero el tapabocas disminuye 50% el riesgo de contagio, y la distancia social, otro 25%. Esa puede ser la explicación de por qué no se contagiaron”, argumenta López. Sin embargo, la desinfección de superficies y de mercadería está demostrado que no influye como se creía. “Hay personas sumamente cuidadosas, que de esa forma lograron reducir enormemente el riesgo. Pero también es cierto que alcanza un instante de relajarse y sacarse el tapabocas para contagiarse”, indica Obieta.
Sin hisopar
Priscila D´Angelo tiene 32 años, trabaja en una consultora y atravesó las tres olas sin contagiarse ni someterse a testeos. “Hasta ahora no me tuve que hisopar jamás. Nunca tuve la necesidad. Porque no tuve síntomas”, cuenta. Hace un mes, se encontró con una amiga en la calle y hablaron 20 minutos. Al día siguiente, la chica la llamó para decirle que tenía síntomas y estaba contagiada. Sin embargo, D´Angelo, como estuvo todo el tiempo con tapabocas, a distancia y al aire libre, se sentía segura. “No sé si seré Superman. Pero no me contagié”, añade. Cuando se le pregunta la clave de no haberse contagiado, arroja dos teorías. La primera es que se cuida mucho. “La diferencia que veo con mis amigos y cercanos es que yo no voy a lugares donde hay mucha gente. No fui a bailar ni a fiestas en todo este tiempo. Además, soy muy fan del uso del tapaboca. Me lo dejo puesto siempre en todos los lugares cerrados. A la oficina voy una vez por semana y otro día voy a una empresa en la que trabajo in house, pero siempre me lo dejo . Solo me lo saco para tomar agua”, plantea. La otra teoría es que participó del estudio clínico de la vacuna vegetal que la biofarmacéutica canadiense Medicago realiza en el país. “Cuando vi que la vacunación venía tan lenta, a principios del año pasado, decidí anotarme y recibí las dos dosis. Tiempo después, por el tema del pase sanitario decidí salir del estudio y darme la vacuna tradicional. Pero cuando abrí el ciego [el sobre que contiene la información sobre si recibió el fármaco o un placebo] me enteré que había recibido la vacuna. Pienso que eso contribuyó a la inmunidad y que, quizás, por eso no me contagié”, enfatiza.
Lavado de manos
Viviana Bertone tiene 43 años, es maestra y trabaja en 2 escuelas públicas en el partido de Presidente Perón. A pesar de que muchos a su alrededor ya tuvieron covid, ella logró evitar la infección. Con las tres dosis en el brazo derecho y siempre munida de alcohol en gel, no tiene temor de infectarse. “¿Por qué no me contagié? No lo sé. Pero, desde el día uno, siempre vivo con alcohol en gel en la cartera. Y, cuando llego a casa lo primero que hago es lavarme las manos con jabón. Cuando entro a algún lugar pido permiso y me lavo las manos. Lo sigo haciendo. No soy una histérica, pero aprendí”, describe.
Cuando le tocó volver a la presencialidad en el colegio, se compró buenos tapabocas. “Nunca me lo saqué en el ambiente laboral. Eso que estoy ocho horas en las escuelas. Solo me lo saco en el patio o en lugares abiertos. A la entrada y salida de cada recreo, les pido a todos mis alumnos que se laven las manos y lo hacen. No tuvimos contagios en el aula. Creo que del turno tarde fui la única maestra que no se contagió. Es más, una vez éramos solo dos maestros en la escuela porque estaban todos contagiados y vinieron a hisoparnos. Y di negativo”, cuenta.
Hace pocos días se fue de vacaciones con dos amigas, en pleno pico de la tercera ola. Viajó en ómnibus, y estuvo dos semanas en Mar de Ajó. “Salimos a comer, fuimos a la playa, hicimos de todo, pero siempre con los cuidados. Y no nos contagiamos. Un día fuimos a comer, nos tocó adentro y me aseguré de qué hubiera ventilación y el tapabocas solo me lo saqué cuando trajeron la comida y después me lo volví a poner”, relata. Desde que empezó la pandemia, dice, no volvió a compartir mate y si sube a alguien en su auto, le pide que se deje el tapabocas puesto y baja las ventanillas. “El cuidado es lo que mejor funciona”, reflexiona.
“Ojalá tenga muchas células T”
Cuando empezó la pandemia, Ana Inés Guzmán Palacio, de 46 años, madre de 3 adolescentes y que, junto a su marido, tiene una productora de contenidos, cuenta que se cuidaba “exageradamente”. Pero no cree que esa sea la clave de no haberse contagiado jamás. “Me iba al supermercado cada diez días, salía yo sola, volvía y me cambiaba, lavaba todo, una exageración porque no hacía falta, pero no se sabía. En 2021, nos vacunamos todos y nunca nos habíamos contagiado. Empecé a nadar tres veces por semana y a comer muy sano, porque estamos yendo a una nutricionista”, dice.
El 1° pasado, empezó con síntomas. Le pidió a su hijo mayor, que tiene 20 años y las 3 dosis, que la lleve a hisopar. “Nos hisopamos los 2, nos aislamos. Me dijeron que seguro estaba infectada. Mi marido ya se estaba armando la cama en el living, pero llegó el resultado y me dio negativo a mí y positivo a mi hijo”, expone. “Hicimos el aislamiento como nos había explicado la médica”, recuerda. Tres días después, su segundo hijo empezó con síntomas. Volvieron a testearse todos. Solo el segundo hijo dio positivo, y ella y el mayor, negativo. A los dos días, su marido tuvo síntomas, se hisopó y dio positivo. Pero Guzmán Palacio volvió a dar negativo. A pesar de haber compartido la cama, el mate y hasta la botellita de agua con su esposo. “Y no me contagié. No sé cuál es la clave. Estamos vacunados. Comemos bien. Nos cuidamos. Pero en este caso, no sé… Leí que hay un grupo de gente que tiene células T que destruyen al virus. Ojalá que yo las tenga. Sé que no me contagié. El misterio es por qué”, se pregunta.
“Debe ser la genética”
“Nosotros venimos zafando”, dice Natali Pastorino Alarcón, madre de Bautista, de 12 años, Isabella, de 11, y Martina, de 9. “Nos cuidamos, pero también hacemos vida normal. Debe ser la genética, no sé, porque dentro de nuestra familia tenemos varios hermanos y cuñados que no se contagiaron. Al principio desinfectábamos todo. Mucho lavado de manos, pero tampoco nos privamos de nada. En noviembre, nos fuimos a la costa. Tratamos de no hacernos la cabeza. Nos juntamos con familia y amigos para las Fiestas, sin que fueran eventos multitudinarios. No tuvimos inconvenientes”, señala. Daniel, su esposo, trabaja en una fábrica y al ser personal esencial, nunca dejó de ir de forma presencial. Pero, incluso siendo contacto estrecho varias veces, tuvo que hisoparse y siempre dio negativo. “Hace poco mi mamá dio positivo y habíamos estado con ella el día anterior y no nos contagiamos. Pero hacemos vida normal, los chicos van al colegio, viajamos en colectivo, trabajamos todo el tiempo, seguimos yendo al médico y gracias a Dios nunca nos pasó nada. Esperemos llegar al final de todo esto”, concluye.
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