Hoy en día, la longevidad es mayor. De hecho, las personas viven mucho más que sus antepasados. Sin embargo, aunque muchas personas viven hasta más allá de los 70 años, cada vez son más los que pasan una mayor parte de sus vidas (a veces una década o más) aquejados por condiciones físicas y mentales que pueden dificultar la realización de las tareas cotidianas.
Mejorar la calidad en esa etapa de la vida es un campo de investigación cada vez más amplio. Biólogos y otros investigadores trabajan para aumentar el número de años libres de enfermedad, un concepto conocido formalmente como período de salud o health span en inglés.
Período de salud, según la ciencia
Este término apareció por primera vez en las revistas médicas hace más de 30 años. Según lo publicado en el portal de NatGeo, se define vagamente como los años libres de enfermedad. Pero el concepto se ha generalizado entre médicos y pacientes por igual. Por ello, su definición se ha ampliado para centrarse más en los años sin problemas de salud que podrían obstaculizar gravemente las actividades diarias.
Una hipertensión tratada, por ejemplo, no afectaría significativamente a la esperanza de vida, a diferencia de un ictus o una demencia. Así lo advierte Sharon Inouye, médica-científica de la Facultad de Medicina de Harvard (Estados Unidos), que se ocupa de temas relacionados con el envejecimiento.
Los objetivos de investigadores como ella son numerosos: comprender los mecanismos subyacentes del envejecimiento y trabajar para identificar los genes que favorecen la salud. Finalmente, centrarse en las medidas que podemos tomar en la vida cotidiana para mejorar la esperanza de vida.
Lecciones genéticas de los mayores de 100 años
El experto Nir Barzilai asegura que se puede aprender mucho observando la salud y la longevidad de los centenarios con los que trabaja en la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York (Estados Unidos).
En el lenguaje académico, los participantes sanos de su estudio tienen lo que se denomina compresión de la morbilidad: están enfermos durante una parte muy pequeña de su vida.
«No solo viven más, sino que viven mucho más sanos: contraen enfermedades 50 años después que sus amigos y 30 años después que los amigos de sus hijos».
Pero, ¿cómo podemos conseguirlo los demás?
Parte de la buena suerte de esos centenarios procede de una genética digna de envidia. Estudiarla es tentador, comenta el especialista. Determina con precisión qué genes están relacionados con trastornos asociados a la edad podría conducir a fármacos que imiten sus efectos para quienes no tuvieron tanta suerte en la lotería genética.
La investigación de Barzilai se ha centrado especialmente en los genes que modulan el colesterol «bueno» para ayudar a mantenerse sanos de diversas maneras. Los centenarios que participan en su estudio tienen muchas más probabilidades de presentar una variante específica del gen CETP, que controla el colesterol.
Emular los efectos de ese gen es ahora un objetivo de la investigación en curso. Con tales fármacos en nuestro arsenal en el futuro, señala Barzilai, los seres humanos podrían mejorar su esperanza de vida, sobre todo si siguen las recomendaciones actuales para modificar la dieta, el ejercicio y las interacciones sociales.
Los consejos de estilo de vida para la longevidad
En general, los avances más vanguardistas en lo que respecta a la duración de la salud dependen de la perspectiva de cada uno, admite Inouye. La especialista también dirige el centro de envejecimiento cerebral de la organización sin ánimo de lucro Hebrew SeniorLife, afiliada a Harvard.
«Si hablas con un investigador de la longevidad, te hablará con elocuencia de los últimos fármacos que se están estudiando para aumentar la longevidad, sobre todo en modelos no humanos o en animales», dice.
«Para mí, el trabajo más importante en el campo de la longevidad se centra en la importancia de la prevención«.
Seguir una alimentación rica en frutas y verduras y baja en carbohidratos es importante, junto con mantenerse mentalmente activo y socialmente comprometido con actividades como el voluntariado, el ejercicio aeróbico y de fuerza regular, y el evitar el tabaco y el exceso de alcohol, resalta Inouye.
Investigaciones recientes publicadas en la revista JAMA Internal Medicine, de la que Inouye es redactora jefe, demuestran que la alimentación, el ejercicio, los juegos mentales y otras medidas pueden ayudar significativamente a preservar la salud del cerebro.
Dormir y comer bien garantizan la longevidad
Dormir bien también sigue siendo esencial, aunque sea algo en lo que haya que trabajar continuamente, añade el gerocientífico Matt Kaeberlein, exprofesor de la Universidad de Washington y ahora director general de la biotecnológica Optispan, con sede en Seattle (Estados Unidos).
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses, dormir mal aumenta el riesgo de padecer numerosos trastornos, como diabetes tipo 2, hipertensión, cardiopatías, mala salud mental e incluso muerte prematura.
Los grandes rasgos de una alimentación sana están bien documentados, pero según Kaeberlein, las distintas estrategias pueden funcionar mejor para determinadas personas. Tanto si se trata de una dieta mediterránea, rica en frutas, verduras y cereales integrales, como de enfoques como el ayuno intermitente o una dieta cetogénica baja en carbohidratos y rica en grasas, el gerocientífico afirma que siempre hay que centrarse en lo que a uno le resulte más adecuado.
Conocerse mejor a sí mismo, hacer amigos y calmar la mente
Más allá de los enfoques farmacológicos experimentales, Kaeberlein sostiene que muchos avances en este campo podrían venir simplemente de un mejor autocontrol con más datos de referencia sobre nuestras propias deficiencias vitamínicas, hormonales y de azúcar en sangre, entre otros factores.
Según el especialista, pedir a los médicos que midan estos indicadores de referencia a los 30 o 40 años podría informar mejor sobre las medidas que deben tomarse más adelante y advertir sobre la necesidad de intervenciones urgentes.
Kaeberlein advierte que no es buena idea limitarse a tomar un multivitamínico diario para evitar o subsanar deficiencias vitamínicas desconocidas, ya que no permite saber si realmente se tienen deficiencias y, en caso afirmativo, es posible que los multivitamínicos no contengan el nivel adecuado de suplementos para cubrir las necesidades específicas de cada persona.
Otro pilar clave para ampliar el espectro de salud es la conexión con los demás y contigo mismo. Incluso si se relaciona habitualmente con al menos una persona con la que vive, como el cónyuge. Otras relaciones y experiencias sociales siguen siendo importantes en la vejez.
«Ahora mismo, sin tomar ningún fármaco, básicamente podemos maximizar nuestro ejercicio, nutrición, sueño y conectividad social. Esas son las cuatro cosas que cualquiera que lo desee puede hacer», comenta Barzilai.
Actividades como unirse a un grupo de senderismo o a un grupo centrado en aficiones que ya nos gustan pueden hacernos más sanos, según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento estadounidense.
Como era de esperar, los beneficios son innumerables para la salud mental y física, y pueden incluir la reducción del riesgo de demencia, cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.
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