Amazonía Brasileña
Foto AFP

Su acordeón es casi tan ancho como su canoa, y su música se alza sobre las copas de los árboles: Eder Rodrigues do Nascimento, de 60 años de edad, rema días enteros cantando versos sobre la protección de la Amazonia brasileña.

«La naturaleza depende de ustedes. Déjenla vivir. El mundo entero también lo va a agradecer con el mayor placer», canta mientras surca las aguas del Jurua, un afluente del Amazonas.

Ir de un pueblo a otro le lleva a veces varios días de navegación. Solo, en su modesta canoa de madera, Eder, el acordeonista como se le conoce, se siente impotente ante la deforestación y la minería ilegal en la Amazonia brasileña. Pero simboliza la resistencia de quienes viven en simbiosis con la naturaleza. Una actitud que llama la atención con motivo de la celebración este miércoles del Día de la Tierra.

«En mis canciones, hablo de preservar la naturaleza. Doy consejos gratis para que todo el mundo haga como yo: no provocar incendios, no contaminar el agua, no talar árboles. Hay que dejar a los árboles, son ellos los que van a salvar el mundo», dice a la AFP.

Este hombre mestizo, de rostro enjuto, reside en Boa Vista, una aldea que forma parte de la reserva natural de Uacari. Sus habitantes viven principalmente de la pesca y la recolección.

«La tierra se está secando debido a la deforestación. Nos preocupa mucho porque vivimos en la selva«, lamenta. «Aquí llegan enfermedades que nadie conoce, a veces las personas mueren sin saber de qué murieron», insiste el acordeonista.

Los habitantes de la cuenca del Amazonas son particularmente vulnerables al nuevo coronavirus, que ha matado a casi 200 personas en el estado de Amazonas donde vive Eder Rodrigues.

«Los que visitan el Amazonas vienen al paraíso, los que viven en el Amazonas ya están en el paraíso; si quieres conocer la biodiversidad, estás invitado a venir conmigo», tararea el músico. Los ojos le brillan al ver que los jóvenes de las aldeas se identifican con las palabras de sus canciones.

La deforestación y los incendios forestales han aumentado considerablemente desde la llegada del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro al poder en enero de 2019. Su política medioambiental es criticada dentro y fuera de Brasil. Muchas ONG lo acusan de querer entregar el «pulmón del planeta» a las compañías mineras y al agronegocio que avanzan por territorios supuestamente reservados a los pueblos indígenas.


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