Se ganó su plaza en los Juegos Olímpicos de Tokio como miembro de un equipo sin bandera, pero al venezolano Eldric Sella nunca le faltó patria que honrar.
«Yo sigo representando a mi país, a los que se fueron y a los que están», dijo contundente el boxeador a BBC Mundo nada más debutar en Tokio este lunes como el primer latinoamericano de la historia del Equipo Olímpico de Refugiados.
Sella quería ser el rayo de luz para Venezuela en la arena tokiota, pero acabó dolorosamente noqueado en menos de dos minutos por un knock-out técnico del experimentado dominicano Euri Cedeno Martinez.
Pero aunque su paso por estos Juegos haya sido fugaz, no fue por ello fue menos meritorio.
«No todas las historias inspiradoras salen de una victoria», resumió el canal oficial de los Juegos, recopilando las alabanzas a Sella por parte de venezolanos alrededor del mundo tras su derrota.
Un cuadrilátero animado por colombianos
El cuadrilátero del estadio tokiota de Kokugikan brillaba este lunes bajo enormes focos blancos, en el centro de un estadio de rojo intenso, con banderas de los distintos países de la competición y representaciones de maestros del sumo japonés colgados en las alturas.
En ese salón del sumo entró Sella hacia el mediodía, con rostro serio, concentrado, y los puños clavados hacia el suelo.
En los altavoces, sonaba la potente música de Lenny Kravitz (Are you gonna go my way?), y precediéndole iba un miembro de la organización alzando un cartel: «EOC». Equipo Olímpico de Refugiados.
El venezolano subió en control, pausado, frente a un competidor dominicano que saltó literalmente de un brinco al ring y le forzó a caer a la lona en cuestión de pocos segundos.
Desde las gradas, el alma de Latinoamérica se hacía escuchar, con varios colombianos gritando a todo pulmón, aparentemente para el venezolano: «De una vez, tranquilo, vamos, tranquilito ahí».
Poco tiempo después, y en solo 67 segundos de pelea, el árbitro decidió frenar la contienda, teniendo claro el ganador.
«Represento a todos [los venezolanos] y me siento mal por no haber cumplido con ello, y conmigo mismo», se lamentaba Sella conteniendo las lágrimas tras su derrota, poco después de que una periodista venezolana-colombiana le pidiera un mensaje de una palabra para su país y él dijera: «Disculpa«.
Sella, del barrio popular del 23 de enero de Caracas, se había cargado a sus espaldas las esperanzas de una nación azotada por una incesante crisis económica, social y política; proponiéndose generar ilusión entre aquellos que, como él, se vieron forzados a pedir refugio en otro país, pero también entre los que se quedaron.
Con solo 18 años entró en el equipo nacional de boxeo de Venezuela pero la falta de recursos tras la crisis económica le obligó a dejarlo.
En medio de la inestabilidad, abandonó su Caracas natal en 2018 y pidió asilo en Trinidad y Tobago, donde había sido invitado a competir en un torneo.
Su padre, su actual entrenador, se sumó a él poco después en el país caribeño, mientras Sella trabajaba aquí y allá, siempre teniendo presente su sueño.
«No pasaba un día en el que no pensara en ir a los Juegos Olímpicos, en el que no pensara en el boxeo», señaló al canal de los Juegos.
«Cuando estaba mezclando cemento, pensaba cómo me ayudaría en mi carrera de boxeador. Cuando estaba cortando césped, pensaba cómo me ayudaría en mi carrera de boxeador. Cuando estaba pintando una casa, o lo que estuviera haciendo, siempre tenía claro lo que quería hacer».
Así que cuando recibió la aprobación para participar en Tokio, se volvió a sentir «vivo».
Pero en este lunes de profunda desazón, llegar hasta unas Olimpiadas no le parecía suficiente.
«Yo quería ganar», insistió el caraqueño.
«Todo el apoyo posible»
A las puertas de ese mismo estadio, la delegación oficial venezolana aseguraba buscarle.
«Casualmente vengo a hablar con él, por instrucción del ciudadano ministro de Deportes», comentaba a BBC Mundo Jesús Casanova, ex atleta olímpico y parte del equipo logístico y administrativo de la delegación.
«Yo vengo para acá para ver qué necesita, porque no hemos podido tener ningún contacto con él. El presidente Nicolás Maduro instruyó que se le diera todo el apoyo posible al muchacho, porque a pesar de la política que pueda tener dentro de su ideología, es un venezolano y nosotros como gobierno tenemos el deber de apoyarlo», explicaba.
Casanova decía haber visto la pelea de Sella después de la derrota de una de las estrellas más prometedoras de Venezuela en esta disciplina, Yoel Finol, plata en Río 2016.
– «No les escuchamos animar [a Sella]…», le espetó una compañera que estaba conmigo en la entrevista.
– «Ahí estuvimos…», zanjaba Casanova.
Ante la entrada de un venezolano al equipo de refugiados, el exatleta reconoció que su país tiene «sus fallas, como en todos lados», pero remarcaba que «a Venezuela lo que le caracteriza es un pueblo muy feliz, muy empático, muy hospitalario».
«Yo pienso que el tema mediático va en contra de nuestras circunstancias, creo que si tú tuvieses la oportunidad de ir a Venezuela, vieras [sic] que las cosas son muy distintas a lo que opinan los medios de comunicación».
Pero en este caso, los medios poco tuvieron que decir: el foco estaba y está en los atletas, y entre ellos hay un venezolano que no se rinde. Y que de momento lo hace como refugiado.
«¿Que cómo me siento al ser un atleta olímpico? No lo sé aún (…)», concluía hoy, «pero me verás en las siguientes Olimpiadas, allí responderé mejor a tu pregunta».