El 24 de marzo de 1999, Estados Unidos y sus aliados occidentales empezaron una campaña de bombardeos sobre Serbia con los que se puso fin a la guerra de Kosovo.
Pero para muchos albanokosovares y serbios, el conflicto nunca se ha resuelto.
El resentimiento y dolor por lo ocurrido aún persiste.
«Dos décadas desde el fin de la guerra y las heridas todavía están abiertas», dice Albana Kasapi, quien entre 1999 y 2002 fue reportera en Kosovo para la Agencia de Noticias Alemana, DPA.
Y es que como asegura el periodista de la BBC Jeremy Bowen, quien estuvo en Kosovo en 1999, ese conflicto cambió dramáticamente muchas vidas.
Represión
Bowen explica que en los años 90, «los serbios gobernaron Kosovo y a los albaneses kosovares, que representaban 90% de la población, con una vara de hierro».
Dejan Anastasijevic, reportero del periódico Vreme en Kosovo entre 1997 y 1999, evoca esa época.
«No podían conseguir un empleo en la administración pública, en el gobierno, sus hijos fueron expulsados de las escuelas. Fue un régimen muy opresivo, al estilo del apartheid», cuenta.
Manifestantes con la bandera de Albania celebrando en Nueva York los bombardeos de la OTAN. (Foto: Getty Images)
Fue así como el movimiento separatista llamado Ejército de Liberación de Kosovo empezó a atacar a la policía serbia.
La reacción de las autoridades serbias fue reprimir violentamente a los albaneses en Kosovo.
«Hubo muchos relatos y evidencia de masacres», señala Bowen.
Anastasijevic mismo dice haber sido testigo de «muchas atrocidades».
«Recuerdo un niño albanés de 9 años en la localidad de Gornje Prekaze», evoca. «Sus ojos estaban totalmente abiertos, todavía viendo el cielo congelado. Hacía mucho frío. Tenía una bala en la frente».
78 días
En marzo de 1999, Estados Unidos y sus aliados occidentales intervinieron en el conflicto.
Durante 78 días bombardearon Serbia.
Los aviones de la OTAN bombardearon Serbia durante 78 días (Foto: Getty Images)
Cientos de miles de serbios huyeron de Kosovo.
«Cuando los serbios, bajo la presión de la OTAN, decidieron retirarse es que fue posible desplazarse por los alrededores y ver cadáveres descomponiéndose a los lados de las carreteras, fue posible hablar con gente llena de historias terribles de lo que había sucedido», cuenta Bowen.
«Y como resultado de todo eso, un legado real de rencor continúa», lamenta.
En el fútbol
Esa amargura se pudo evidenciar en el Mundial de Fútbol de 2018, durante el partido que Suiza le ganó a Serbia.
«Dos jugadores de la etnia albanesa que jugaban para la selección suiza empezaron a hacerle una señal (con las manos entrelazadas mientras las movían) a los jugadores serbios», cuenta Anastasijevic de la celebración de sus goles.
Xhaka y Shaqiri hicieron el gesto del «águila bicéfala» (Foto: EPA)
El gesto del que habla el periodista es el águila negra con dos cabezas que es un símbolo nacional de Albania, que se puede ver en el centro de su bandera roja.
El partido culminó 2 – 1 a favor de los suizos, pero para esos dos jugadores fue más que un triunfo deportivo.
«Se trataba de algo más que su propia victoria. Querían que la gente en casa se sintiera orgullosa de que al menos unos albaneses o alguien había marcado una especie de victoria sobre Serbia», señala Kasapi.
La señal realizada por los futbolistas provocó una fuerte reacción de la federación de fútbol serbia.
«Serbia estaba muy molesta. Introdujeron una queja formal a la FIFA, los jugadores fueron multados», señala Anastasijevic.
Las nuevas generaciones tampoco olvidan (Foto: Getty Images)
«Esos dos futbolistas, (Xherdan) Shaqiri y (Granit) Xhaka, crecieron en Suiza y cuando anotaron esos goles, su reacción fue nacionalista. Mostraban que crecieron en familias nacionalistas. Pero también que, para una nueva generación, estas cosas son realmente importantes», reflexiona Bowen.
Nacionalismo
Kosovo declaró su independencia de Serbia en 2008, pero Serbia jamás la ha reconocido. Otros países sí lo han hecho.
Pero, para muchos serbios, Kosovo es su patria.
«Kosovo es muy importante para los serbios nacionalistas porque en 1389, sufrieron una derrota catastrófica a manos de los turcos otomanos. Y eso, con el paso de los años, de los siglos, entró en el folklore nacional, en la memoria histórica», explica el periodista de la BBC.
Los líderes de ambos países han intentado pasar la página. Pero sus propuestas para tratar de hacerlo se han encontrado con el rechazo.
Soldados serbios en el monumento en homenaje a las víctimas del bombardeo de la OTAN (Foto: EPA)
«Se volvió a sentir la tensión el pasado verano cuando los presidentes de Serbia (Aleksandar Vucić) y de Kosovo (Hashim Thaci) de repente empezaron a hablar de la idea de redibujar las fronteras entre Serbia y Kosovo», indica Kasapi.
Y algunas propuestas se hablaron. Por ejemplo, explica Bowen, áreas que fueron predominantemente serbias se podían unir a Serbia y, de esa manera, se podían dar intercambios compensatorios de territorio para Kosovo.
Pero ese no es un planteamiento que le guste a la mayoría.
«En los Balcanes a la gente le preocupa que cuando empiezas a intercambiar fronteras, nunca va a ser un proceso fácil y probablemente va a desencadenar derramamiento de sangre», dice Bowen.
«No es nada fácil»
No muchos son optimistas sobre la resolución de este conflicto.
«Al menos que Serbia reconozca a Kosovo, albaneses y serbios no se van a reconciliar», sentencia Kasapi.
Muchas heridas siguen abiertas (Foto: AFP)
«La distancia entre serbios y albaneses en Kosovo crece a medida que pasa el tiempo en vez de disminuir, como uno esperaría después de tantos años de que terminara la guerra», reflexiona Anastasijevic.
«En el norte de la ciudad de Mitrovica, donde viven los serbios, he conocido adolescentes serbios que nunca han visto un albanés (en persona), aunque los albaneses están apenas al otro lado del puente, cruzando un río», dice.
Y, para Bowen, el reloj no se puede retroceder.
«Kosovo no regresará a (control de) Serbia y Serbia no va a recuperar Kosovo. Tienen que encontrar la manera de vivir con la realidad actual y creo que hay señales en el liderazgo de ambos lados de que eso se reconoce», dice.
«Pero vender la idea políticamente después de una guerra en la que muchas personas murieron, no es nada fácil».
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