«Globalismo», un término que aparece con frecuencia en los discursos y en las críticas de autoridades como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, significa cosas diferentes para distintas personas.
Para el nuevo ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, por ejemplo, globalismo es una «configuración actual del marxismo», de la cual Brasil y el mundo necesitan liberarse.
«Es la globalización económica que pasó a ser controlada por el marxismo cultural», afirmó el canciller en su blog Metapolítica 17.
En su discurso de la 73ª Asamblea General de Naciones Unidas, Trump dijo rechazar lo que llama «ideología del globalismo» que, desde su punto de vista, se opone a su lema de «Estados Unidos primero».
«EEUU siempre va a escoger la independencia y la cooperación por encima de gobiernos globales, control y dominación», afirmó el mandatario.
«Yo honro el derecho de cada nación a seguir sus propias costumbres, creencias y tradiciones», sentenció Trump, agregando que su país es «gobernado por estadounidenses» y que por eso, en vez del globalismo, él abraza la «doctrina del patriotismo».
¿Pero qué es entonces el globalismo?
Especialistas entrevistados por BBC Brasil concuerdan que, en otros momentos históricos, el término tenía una definición bastante diferente a la actual, adoptada por la nueva derecha populista del planeta.
Para estos analistas, el término se transformó en un «eslogan político» o en una «caricatura» y representa, en el abordaje de los debates recientes, ideas opuestas al nacionalismo y al patriotismo.
Eslogan político
El primer aspecto que debe destacarse, dice el lingüista belga Jan Blommaert, profesor de Lengua, Cultura y Globalización en la Universidad Tilburg de Holanda, es que el término es «vago, y eso forma parte de una estrategia del discurso político».
Globalismo, por ejemplo, no es sinónimo de globalización, según Blommaert, «pero es justamente su semejanza con globalización lo que confunde a la gente y le hace pensar que saben de lo que se está hablando».
El segundo aspecto es que el término, dice el profesor, es la «munición ideal» para el siglo XXI, »perfecto para las redes sociales».
«En el mundo de Twitter es ideal: es una palabra con varios significados distintos y varias aplicaciones diferentes. Las ideas extensas y los argumentos se reducen a una palabra o una frase».
Globalismo es simplemente un «eslogan político», le dice a BBC Brasil Joseph Nye, profesor de Relaciones Internacionales en Harvard y uno de los padres del concepto de soft power (poder blando, o la capacidad de un país para influir en decisiones por su poder de persuasión, en contraposición a su poder militar).
¿Pero qué quiere decir «globalismo» como eslogan político?
El término «ha sido utilizado por nacionalistas populistas para condenar a las élites involucradas en negocios globales, como comercio e instituciones internacionales», señala Nye.
Estos líderes también se refieren a la «falta de soberanía nacional» sobre cuestiones particulares, como inmigración y comercio, dice Heidi Tworek, profesora de Historia Internacional de la Universidad de British Columbia, en Canadá.
Vínculos con la crisis de 2008
Para Blommaert, la palabra como se usa ahora tiene tres significados: los antiglobalistas están en contra de la inmigración y la diversidad («los debates contra la inmigración evitan la palabra racismo y la sustituyen por antiglobalismo», dice), la gobernanza transnacional y, por último, es también la izquierda (a la que se la culpa por la inmigración, la diversidad y el ascenso de las mujeres, la pérdida de las tradiciones culturales y valores y por la construcción de un sistema de gobernanza transnacional).
Por otro lado, las quejas de los líderes de derecha contra el globalismo pueden tener cierta razón, reconoce Gideon Rachman, columnista del periódico británico Financial Times.
Para él, el uso de un término con esos significados está ligado a la crisis financiera global de 2008.
Para Blommaert, el uso de un término con esos significados está ligado a la crisis financiera global de 2008. Foto: Getty Images.
«En aquella época, la percepción era de que había algo equivocado con el ‘proyecto de globalización’. Había descontento, un estancamiento en Europa y EEUU, y un sentimiento de que la gente que había creado el sistema era la que había perdido menos», dice.
Por eso, continúa, Trump y otros se aprovecharon de esto.
Es decir, si antes la globalización era vista como un proceso económico o tecnológico, un grupo pasó ahora a decir que detrás de ese fenómeno había una ideología: el globalismo.
«Dicen que (el globalismo) no era inevitable, no era neutro y que es algo que puede ser combatido», afirma Rachman.
«El mundo globalizado al que nos acostumbramos es el resultado de decisiones conscientes. Las ideas no pueden ser vistas como puramente tecnocráticas y divorciadas de la política. Podemos haber creído que era técnico, en gran parte, pero había un contenido político».
Nacionalismo de ahora
Otras declaraciones del canciller brasileño Ernesto Araújo muestran que, para él, el término globalismo reúne, básicamente, características «contrarias a la nación» o «contrarias a la patria».
«El globalismo se constituye en el odio a través de sus varias ramificaciones ideológicas y sus instrumentos contrarios a la nación, contrarios a la naturaleza humana y contrarios al propio nacimiento humano», afirmó en su discurso de toma de posesión.
«No crean lo que el globalismo dice cuando señala que para tener eficiencia económica es preciso sofocar el corazón de la patria y no amar a la patria. No escuchen al globalismo cuando dice que la paz significa no luchar», afirmó.
El concepto de «amar a la patria» en oposición al «globalismo» es compartido por Trump.
Según Blommaert, el globalismo significa básicamente «lo opuesto al nacionalismo del siglo XXI». Los antiglobalistas serían los nacionalistas de ahora, porque el término nacionalismo ya pasó de moda, dice. Foto: Getty Images.
En su discurso ante la Asamblea General de la ONU en 2018, el presidente estadounidense afirmó que EEUU »rechaza la ideología del globalismo y abraza la doctrina del patriotismo».
Blommaert lo resume así: el globalismo significa básicamente «lo opuesto al nacionalismo del siglo XXI». Los antiglobalistas serían los nacionalistas de ahora (porque el término nacionalismo ya pasó de moda, dice).
Tworek, profesora de British Columbia, señala que, con o sin el sufijo «ismo» que indica ideología, la palabra sirve para oponerse a «nacionalismo».
Proyecto ideológico y conspiratorio
Aunque da cierta razón a los líderes que protestan contra los conceptos que insisten con el término globalismo, Gideon Rachman, del Financial Times, resalta que el hecho de que existiera una ideología detrás de la concepción de un mundo con una economía global integrada como el de hoy en día, no significa que haya habido alguna conspiración para lograrlo.
Y la derecha, dice, enfatiza ese supuesto aspecto «conspiratorio».
«Putin, China, la Comisión Europea, Tony Blair y Bill Clinton tenían una visión similar, de libre comercio, comprometidos con la idea de una economía global integrada», afirma. «El triunfo de la ideología fue que no percibimos que era una ideología, parecía algo que tenía sentido».
Y ya entonces existió oposición.
Rachman cita como ejemplo las manifestaciones en Seattle en 1999, cuando miles de personas protestaron contra el encuentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
O incluso la independencia de los bancos centrales: «Todos los que eran sensatos decían que el dinero debería ser administrado por tecnócratas. Pero ahora hay críticas contra esas ideas, como las que hace Trump».
Or Rosenboim, profesora de historia moderna de la City University de Londres y autora del libro «La emergencia del globalismo», afirma que Trump y otros líderes »fingen» protestar contra ese globalismo neoliberal.
Miles de personas protestaron contra la OMC en Seattle, EEUU en 1999. En la imagen, la sede de la OMC en Ginebra. Foto: Getty Images.
En su opinión, globalismo es »la idea de que la política debe ajustarse a la globalización o a las condiciones culturales y económicas de un mundo interconectado».
Pero no significa que todos los globalistas tengan los mismos valores u objetivos dentro de ese orden global.
Trump y otros líderes, según Rosenboim, usan la retórica para parecer que protestan contra un tipo específico de globalismo o globalismo neoliberal, o contra uno que prioriza intereses económicos globales sobre otros intereses.
La cuestión, dice, es que aunque usen esa retórica, los líderes de derecha no están hablando de verdad sobre globalismo.
«Es más una versión falsa o una caricatura del globalismo», asegura.
«Ellos dicen estar en contra de la idea de que el 1% de los ricos del mundo harán dinero con esa nueva condición de interconexión», explica Rosenboim.
«Pero hay mucha retórica y un poco de trampa para apelar a las personas ignoradas por el mercado neoliberal.»
«El globalismo neoliberal existe, pero ellos no protestan contra eso. Protestan contra una élite liberal cosmopolita, no necesariamente contra las personas o las instituciones responsables por establecer ese tipo de mercado».
Globalismo de ahora, cosmopolitismo de ayer
El término globalismo no es nuevo. Y, antes, tenía otros significados.
Con el cambio del siglo XIX al XX, dice Blommaert, surgió una nueva cultura ligada a la urbanización.
«Apareció un sentimiento de que estábamos perdiendo nuestras tradiciones, de que había una nueva mentalidad más apática, de que nos estaba afectando el consumismo».
Mao Tsé-Tung lideró la revolución china en 1949. Foto: Getty Images.
Lo que definía a esa gente con esa nueva mentalidad era el término cosmopolitan en inglés (o cosmopolita, en español).
La revista estadounidense Cosmopolitan, por ejemplo, vio la luz en 1886. Ya en aquella época, afirma Blommaer, el término globalist era usado en alternancia con cosmopolitan.
Según Rosenboim, en los años 40, después de la II Guerra Mundial, «pensadores e intelectuales de Occidente intentaron pensar un mundo de posguerra, preocupados por la vuelta del totalitarismo y el militarismo, y reconociendo la interconexión del mundo facilitada por tecnologías de transporte y comunicación «.
Así, pensaron en cómo la política podría hacerse globalmente y en cómo valores como el bienestar y la igualdad eran globales, no ligados a un solo país.
De esta manera, explica la autora, habría surgido el globalismo en el sentido que ella estudió: de la política que debe adaptarse a la globalización.
En cambio, para Blommaert fue en los años 60 -con el fin de las colonias en el mundo y con grandes eventos mediáticos como el aterrizaje en la Luna y la guerra de Vietnam- que cambió la manera como se imaginaba el mundo.
«Fue entonces que pasamos a ver el mundo como un sistema interconectado y surgió la noción de lo global».
«Empezamos a sentir que vivíamos en un mundo global, formado por zonas y Estados con personas iguales», dice, citando también a «líderes e iconos globales» que se hicieron conocidos en todo el mundo un poco antes como Gandhi, Mao Tsé Tung y Fidel Castro.
Para Rosenboim, «el globalismo no era visto como algo bueno o malo, sino como algo necesario para responder a la nueva realidad. Algo así como: ’Necesitamos globalización, o vamos a quedarnos atrás'».
Antisemitismo
Pero la misma palabra cosmopolitan fue usada como algo negativo y antisemita antes de los 60.
Así fue en la Alemania nazi y en la Unión Soviética de Stalin, según Blommaert.
La utilizaban para describir características «innatas» de los judíos, que no tendrían raíces germánicas en el caso de Alemania.
Para Stalin, «el cosmopolitanismo sin raíces», o los judíos, representaba un peligro a la soberanía soviética.
Hay quienes ven ecos de esa acepción antisemita de cosmopolitan en el nuevo significado de globalismo en el siglo XXI.
El mayor símbolo del globalismo, para quien se dice antiglobalista, es George Soros, un emprendedor húngaro-estadounidense judío de 88 años.
Nacido en la Hungría ocupada por los nazis, emigró a Reino Unido en su adolescencia. Hoy, es un inversor y filántropo que invierte en causas progresistas y liberales en todo el mundo.
«Él no tiene raíces y está vinculado a las ONG internacionales, por lo que es un típico globalista», señala Blommaert.
«Es un judío que, nuevamente, es visto como peligroso», concluye.
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