A Merle Bombardieri, un día mientras estudiaba psicología, su novio la llevó a cenar y le preguntó si se quería casar con él.
Ella se sintió la mujer más afortunada del mundo. Ese hombre guapo, inteligente y divertido quería pasar el resto de su vida con ella. Pero le dijo que no.
Sabía muy bien lo importantes que eran los hijos para él, que venía de una familia italiana numerosa en la que los niños eran la estrella de cada reunión familiar. Y ella… bueno, no estaba lista para tomar esa decisión.
«Acababa de pasar el verano trabajando en un campamento de niñas de 12 años muy mimadas y peleonas, y mi parte favorita del día era cuando se iban a dormir y yo podía tener paz y tranquilidad», le cuenta Bombardieri a BBC Mundo.
Luego de esa cena, Merle sostuvo el no durante un año y medio. Al tiempo, se dio a la tarea de hablar con mujeres que eran muy exitosas en sus carreras y también eran madres que disfrutaban de su maternidad.
Y se dio cuenta de que eran los ejemplos que necesitaba para contrastar las ideas que inconscientemente había construido sobre la maternidad.
«Mi idea de ser madre en ese entonces era que no podría alcanzar mis propios sueños además del sueño de tener una familia», señala.
Había crecido viendo de cerca el amor de su madre por su familia, pero la frustración que sentía por no tener una carrera.
Ese proceso de descifrar sus propias ideas y emociones en torno a ser madre no solo la llevó finalmente a decidir serlo, sino que también le permitió encontrar la que es hasta hoy, 45 años después, su pasión: ayudar y acompañar a las personas a decidir si quieren o no tener hijos.
En 1981, Bombardieri, psicoterapeuta y trabajadora social clínica, publicó The Baby Decision: How to Make The Most Important Choice of Your Life («La decisión del bebé: cómo tomar la decisión más importante de su vida»), un libro en el que plantea un método de cinco pasos para tomar esa decisión.
El libro pasó desapercibido por muchos años, pero en 2016, cuando la autora publicó una versión actualizada, empezó a correr por Internet la voz de lectores que decían que les había resultado de gran ayuda.
Desde entonces, Bombardieri se convirtió en una especie de gurú en el tema en Estados Unidos y en el epicentro de una comunidad de miles de personas que buscan su guía en grupos de Facebook y Reddit.
Lo novedoso de su método es que se enfoca en que las personas entiendan sus ideas y emociones, a veces ocultas, sobre la maternidad y la paternidad, pero también les da herramientas prácticas para tomar la decisión.
A sus 75 años, Bombardieri sigue atendiendo individualmente (sus tarifas oscilan entre US$200 y US$300 por sesión), pero ahora se concentra en llegar a la mayor cantidad de gente posible hablando en redes sociales, podcasts y medios de comunicación. Y prepara su segundo libro para 2026.
Lo que sigue es una conversación de BBC Mundo con la terapeuta especialista en «la decisión del bebé» que suma miles de seguidores en el mundo.
Todo el mundo sabe que tener un hijo es una decisión importante, pero no todo el mundo ha pasado 45 años pensando sobre el tema. Para ti, ¿qué es lo que hace que esta sea la decisión más importante de la vida, como dice el subtítulo de tu libro?
Algo que me encanta de esta decisión es que no se trata solo de tener o no tener un bebé, sino de todo lo que todavía no ha ocurrido en nuestras vidas que queremos que ocurra entre el ahora y nuestra muerte. Nos hace pensar en lo que realmente nos importa.
Cuando hago la pregunta de esta manera, muchas veces me encuentro con respuestas como: «A veces, cuando estoy deprimido, desearía estar en una clase de baile» o «me gustaría crear una fundación contra el hambre en el mundo».
Esa visión de futuro puede incluir tener un hijo o no, pero es importante reconocer y poner sobre la mesa todas las otras cosas. Ahí hay mucho por descubrir.
Otro factor por el que esta es una decisión crucial es que las relaciones de pareja cambian mucho cuando se deja espacio para un hijo. Es importante que la gente vea qué está pasando en su matrimonio y cómo podría cambiar con un hijo.
Cuando las parejas están muy enamoradas, se comunican bien y se sienten seguros el uno con el otro, normalmente pueden añadir un hijo a sus vidas.
Pero si una relación no es buena, un bebé no la va a arreglar, sino que hará las cosas más difíciles.
Por ejemplo, si alguien no está seguro de que su pareja lo quiere lo suficiente, puede ponerse celoso del bebé o no ser capaz de tolerar los momentos en los que ambos tengan que estar cuidando a un niño enfermo en lugar de salir al cine.
Tomar esta decisión, que puede ser tan tortuosa a veces, es una oportunidad de oro para que la gente crezca individualmente y en pareja.
Las personas que me consultan suelen creer que ya saben todo de sus parejas porque llevan años casados, y terminan descubriendo en el proceso muchas cosas que no sabían sobre cómo eran de niños, qué ideas tenían sobre ser padres, o incluso por qué se enamoraron.
Tu método va más allá de explorar los pros y los contras. Trata, más bien, de ayudar a la gente a explorar sus propias ideas sobre la paternidad, sus miedos y sus deseos. ¿Qué pasa cuando se aborda la decisión de esta otra manera?
Cuando la gente hace listas de pros y contras, solo tiene sentido no tener hijos.
Recuerdo que, cuando empecé a escribir mi libro, leí un artículo en una revista que decía algo como: «¿Prefieres irte dos semanas de vacaciones a la playa en el Caribe o cambiar pañales en la mitad de la noche?». Obviamente esas preguntas no son muy útiles.
La gente puede hacer listas y ver cuáles son las ventajas y las desventajas, pero no saber cómo se siente realmente frente a eso.
Uno de los ejercicios que hago que ha ayudado a mucha gente es el diálogo de las sillas.
Consiste en que te sientas en una silla y dices: «Definitivamente voy a tener un hijo». Y luego te sientas en otra silla y dices: «¿Estás loco?, ¿cómo puedes renunciar a tu libertad?, ¿qué va a pasar con tu carrera? Además, odias a los bebés que gritan y eres sensible al ruido». Y entonces cambias otra vez de silla y das tus argumentos opuestos.
Lo que pasa es realmente interesante. La gente piensa que está en un 50-50, pero pronto descubre que una de las dos voces es más fuerte.
Literalmente, su voz es más alta y clara en una de las sillas. Su postura es más erguida y se sienten más como ellos mismos —más auténticos— que en la otra.
Solo mirando listas de pros y contras no vas a entrar en contacto con ese tipo de reacciones físicas, fantasías y recuerdos.
Otro ejercicio que sirve mucho es llevar un diario en el que escribas con un color tus sentimientos positivos sobre ser padre y con otro color tus sentimientos positivos sobre no tener hijos.
Por ejemplo, si visitas a unos amigos que tienen un recién nacido que no para de gritar y no te deja dormir, lo escribes en rojo. Si luego vas a la casa de tu mejor amigo que tiene un niño de 10 y uno de 12 y te diviertes jugando fútbol y haciendo un picnic, lo escribes en azul.
Lo fascinante es que después de unas semanas, un color empieza a predominar. A veces puede ver su respuesta sin siquiera leer todo lo que escribió.
¿Suele ocurrir que la infancia influye en si alguien quiere ser padre o no?
Influye en las ideas que uno tiene sobre ser padre.
Una de las cosas que he hecho que creo que ha marcado la diferencia para alguna gente es ayudarles a ponerse en contacto con recuerdos.
Tal vez tuviste que oler la caca de tu hermanito cuando eras pequeño y cambiarle el pañal, y eso te daba mucho asco. Quizás no has pensado en eso en años, pero al tener ese recuerdo, puedes decir: «Oh, quizás por eso me dan tanto asco los niños».
Sobre todo quienes tuvieron infancias muy infelices suelen pensar «bueno, no querría imponerles esto a mis hijos».
Pero, en algunos casos, a medida que sanan su infancia —tal vez en terapia, tal vez con la ayuda de amigos cariñosos o de un consejero espiritual— esas personas logran imaginarse la maternidad o la paternidad de otra manera.
Otras personas viven una infancia feliz y quieren replicar eso. A mí por ejemplo me encantaba hacer picnics en el patio con mis hermanos y mis padres, y quería hacer lo mismo con mis hijas.
Pero también hay muchas personas que tuvieron una gran infancia y deciden no tener hijos, quizás porque tienen estándares muy altos de lo que es ser un buen padre y sienten que no los pueden cumplir, o quizás porque hay otras cosas importantes en sus vidas a las que quieren dedicar toda su atención.
Una de las razones por las que tantas parejas te consultan o leen tu libro es porque no logran ponerse de acuerdo. Tú dices que la solución en esos casos no necesariamente es terminar la relación…
No se puede ser padre en los años pares y no tener hijos en los impares. Entonces, claro, hay veces que las parejas deciden terminar su relación, porque realmente no encuentran una solución que les permita seguir juntos.
Pero hay muchas otras veces en las que las parejas creen que tiene que terminar y no es así.
Muchas personas pueden preferir la opción contraria a su pareja, pero si miran detenidamente las posibilidades pueden encontrar maneras de disfrutar tener un hijo o no tenerlo.
Digamos que una mujer quiere tener tres hijos y su marido no quiere tener ninguno, pero quizás él también siente que se perdería algunos placeres de la vida por no ser padre.
A lo mejor pueden contemplar la posibilidad de tener un solo hijo y esperar otros cuatro o cinco años para hacerlo, si él siente que los necesita por su carrera o para que puedan viajar más juntos. A menudo se pueden encontrar soluciones que no son obvias.
También suele haber un gran desconocimiento sobre la opción de ser una familia sin hijos. Existe la suposición básica de que todo el mundo tiene hijos, y que, si no los tienes, es una aberración o te estás perdiendo la mejor experiencia de la vida.
Pero hay muchas grandes experiencias vitales y no todas tienen que ver con los niños.
¿Qué tanto pesa en quienes están tomando la decisión esa presión social?
Bueno, varía de pareja a pareja, y también varía de una cultura a otra.
Por ejemplo, en la cultura latinoamericana, los padres tienen muy arraigado el anhelo de que sus hijos tengan hijos, y asumen que así va a ser.
Creo que cada vez más padres entienden en abstracto las razones de que sus hijos no quieran tener hijos, pero la mayoría igual quisieran tener nietos.
Además, durante todos los años que criaron a sus hijos asumieron que tendrían nietos, así que se enfrentan a una gran decepción.
Claro, hay más aceptación social actualmente frente a la idea de no tener hijos que a finales de los 70, cuando empecé a trabajar en esto.
Pero sigue habiendo muchas ideas negativas sobre las personas que deciden no tener hijos y mucha presión.
Tener hijos es una decisión que está ligada a la economía, a los derechos reproductivos, al medio ambiente. ¿Crees que vivimos en una época en la que la gente puede tomar libremente la decisión de tener hijos?
Es una muy buena pregunta. Creo que estamos viviendo un momento muy difícil en el que tenemos preocupaciones que las generaciones pasadas no tuvieron que afrontar… Cuando tenga 14, 17 o 19 años, ¿nuestro hijo va a tener suficiente aire? ¿Suficiente comida?
Y luego está el tema financiero. Por todos los problemas económicos que se están produciendo desde hace muchos años en el mundo, muchas personas a las que les hubiera gustado tener un hijo no lo tienen.
O se enfrentan a un estrés financiero horrible para tener solo uno, cuando quisieran tener dos o tres. El costo de criar hijos ha aumentado mucho.
Esas circunstancias están haciendo que la decisión sea mucho más difícil.
¿Qué tanto ha cambiado el tipo de persona que te busca para que guíes su proceso de toma de decisión? ¿Qué cambios has observado?
Veo cada vez más personas solteras, homosexuales, trans, no casadas y parejas heterosexuales que tienen un solo hijo y deciden no tener más.
He visto en general más aceptación y comprensión de que hay muchas maneras de tener una familia.
En el libro planteas un contraste entre las personas que activamente toman una decisión y aquellas que dejan que las cosas pasen —tal vez dejando la puerta entreabierta a un embarazo accidental o posponiendo la decisión hasta que ya no hay una decisión que tomar—. ¿Puedes hablar un poco de lo que ocurre en cada uno de esos casos?
Animo a la gente a que tome una decisión activa. En la vida ocurren tantas cosas duras, incluso cuando tomas la decisión correcta, que es muy fácil sentirse como una víctima y decir «oh, simplemente me pasó esto, pobre de mí».
Las personas que toman conscientemente la decisión de tener un hijo, cuando hay algún problema o algo no va bien, sienten que tienen el control de sus vidas y tienden a ser proactivas.
Por ejemplo, a veces la gente decide tener un hijo y acaba teniendo problemas de infertilidad o el bebé nace prematuro y no puede ir a casa sino hasta después de dos meses.
Si tomaron una decisión activa, en lugar de sentir «oh, nos pasan cosas muy difíciles», es probable que piensen «esto hace parte de nuestro plan, podemos manejarlo y seguiremos adelante».
También hay gente que nunca decide que no va a tener un hijo, sino que simplemente deja que el tiempo pase. El problema con esto es la pérdida de tiempo.
Hay gente que me dice: «Si hubiera tomado la decisión de no tener hijos hace siete años, quizás ya tendría mi título de doctorado y estaría dando clases en la universidad o investigando en un laboratorio».
El problema de no decidir es que nunca haces conscientemente el duelo de no ser padre. Entonces, no eres igual de capaz de crear, consciente e intencionadamente, la vida que te puedes permitir al no tener que gastar tu tiempo y tu dinero en tener un hijo.
Por eso creo que es tan importante tomar una decisión activa.
Dices que uno se va a arrepentir tanto si tiene hijos como si no los tiene. ¿Cómo se puede hacer las paces con ese arrepentimiento?
Ser ambivalente es la naturaleza humana. Cuando vas a una heladería nueva y pides el de nueces, luego ves que otra persona tiene el de mango y quieres ese.
Es propio de los humanos preguntarnos qué otra opción podríamos haber tomado. Por eso digo que no te preguntes si te arrepentirás de tu decisión. Pregúntate de qué decisión te arrepentirás menos.
Si esperas que haya arrepentimiento, es más probable que sepas cómo hablar contigo mismo y con tu pareja cuando ese arrepentimiento llegue con sentido del humor y perspectiva.
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