En algunos países son exaltados como los héroes indiscutibles de la lucha global contra el coronavirus: se les aplaude desde los balcones, les dedican murales, pancartas o frases de afecto.
Pero los médicos y enfermeras en la primera línea de combate al covid-19 en la sala de emergencia de muchos hospitales del mundo también han estado expuestos al racismo arraigado entre algunos de sus pacientes.
En BBC Mundo te contamos la historia de tres de ellos.
Roghieh Dehghan
La doctora Roghieh Dehghan, por ejemplo, nació en Irán, estudió en Austria y ha vivido y trabajado en Londres durante las últimas dos décadas como médica e investigadora.
Pero poco después de que el virus fuera confirmado en Reino Unido, experimentó prejuicios en su contra.
«Un hombre mayor entró en el café de mi barrio y comenzó la conversación habitual sobre el coronavirus, hablando en voz alta con todos, menos conmigo», dice Dehghan.
«Decía que todas las infecciones provenían del extranjero, que eran propagadas por extranjeros que venían en botes. Me preguntó de dónde era. No dije nada, estaba tratando realmente de no escuchar. Y dijo: ‘Oh, tú eres extranjera. Regresa a tu país'».
Cuando el dueño del café trató de defender a la doctora, explicando que ella estaba ayudando al país como médica,el hombre gritó más.
La experiencia la dejó enojada y confundidasobre su lugar dentro de la comunidad.
«En este momento, este país me necesita, pero necesitar y querer no es lo mismo. Es como una relación de amor-odio», cuenta la doctora.
«No puedo disociarme, no puedo ir a trabajar y decir: ‘voy a dejar la parte migrante de mí en casa y llegaré solo como médica’.
«Me siento completamente desvalorizada, no solo por personas como ese hombre en el café. Una parte de ti es tenida en alta estima, mientras que la otra parte es completamente rechazada. Lo que hago significa todo, pero lo que soy no significa nada».
Las cifras recientes muestran que las personas nacidas fuera de Reino Unido representan casi una cuarta parte de todo el personal que trabaja en hospitales británicos y Dehghan espera que el brote de coronavirus obligue al público a darse cuenta de ello.
«No quiero que nos aplaudan en las calles. Solo quiero que las personas examinen un poco más a fondo su relación con el personal médico, no solo lo que hacemos, sino quiénes somos».
Edward Chew
Nueva York se ha convertido en el epicentro del virus en Estados Unidos, con el mayor número de casos confirmados y muertes en el país.
El doctor Edward Chew está a cargo del departamento de emergencias en un gran hospital de Manhattan y está tratando de lidiar con el rápido aumento de casos críticos.
Cuenta que ahora algunas personas se acercan a él de manera diferente, porque es asiático-estadounidense, y algunos pacientes han pedido ser atendidos por otro médico.
«Crecí en Nueva York. He experimentado el racismo. Pero incluso en los primeros días del virus, noté que las personas a mi lado comenzaban a meterse la nariz y la barbilla en las camisas y susurrar».
Preocupado de que su hospital se quedara sin equipo de protección, fue en una ocasión a buscar suministros adicionales para su equipo.
«Pude ver gente hablando de mí en la fila. Fui el único que tuve que mostrar mis credenciales para comprar las gafas y las máscaras faciales», dice.
«En una tienda, tres jóvenes me siguieron tosiendo de forma bastante desagradable. Cuando pagué y salí, me siguieron al estacionamiento y me acosaron».
El doctor Chew dice que siempre ha considerado que Nueva York es una ciudad tolerante y multicultural.
A pesar de sus recientes experiencias, el médico es inflexible en su determinación de ayudar a su comunidad en lo peor de la pandemia.
«Un paciente es un paciente. No me importa cómo me ven o qué piensan de mí. Este virus no discrimina y si vemos a alguien que tiene esta enfermedad, es nuestro trabajo ayudarlos», afirma.
«Trato de ser optimista, pero este es definitivamente el período más difícil que he tenido en mi carrera como médico.
«Trabajando en una sala de emergencias, he estado bajo presión antes, pero nunca en una situación en la que lo que intentas combatir podría matarte con la misma facilidad».
Rhea Liang
En la Costa Dorada de Australia, la cirujana Rhea Liang dice que tiene suerte si duerme unas horas cada día por el trabajo adicional que genera el coronavirus.
Si bien el número de casos confirmados allí es relativamente bajo, la doctora Liang dice que la gente la ha vinculado con la propagación del virus.
«Todavía recibo comentarios ocasionales cuando la gente me ve, como ‘oh, pero el virus empezó en China con la gente comiendo murciélagos'».
Durante una consulta, la doctora recuerda que una paciente incluso llegó a «bromear» porque era china.
«Simplemente continué con la consulta. ¿Sabes cuál es mi filosofía? Trata al paciente primero», afirma.
«Es posible que el paciente no esté mostrando lo mejor de sí porque está asustado y estresado».
«Desearía que nadie fuera racista y es claramente algo en lo que que tendremos que trabajar más duro para contrarrestar cuando esto termine», señala.
«Pero por ahora trato de pensar que ninguno de nosotros es un santo y que mi obligación principal es proporcionar la mejor atención médica sin juzgar a las personas».
La doctora asegura que se alegra de que la mayoría de las personas la apoyen a ella y a su equipo, ahora que la escala global de la crisis por el coronavirus se ha convertido en una cruda realidad.
«Curiosamente, el racismo parece haber disminuido un poco a medida que avanza la pandemia y queda claro que todos estamos juntos en esto», dice Liang.
«Hay mucha diversidad en la primera línea (de lucha contra el coronavirus) y todos nos estamos uniendo para hacer el trabajo».