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Gabe fue una inventora estadounidense de reconocido prestigio que acaparó la atención internacional a finales del siglo XX y parte del XXI.
Sin embargo, a finales del pasado año murió en el casi absoluto anonimato a sus 101 años.
Vivió gran parte de su vida en un pueblo de 22.000 habitantes del estado de Oregón, Newberg, en Estados Unidos, donde hizo realidad su proyecto.
Motivación feminista
Su creación, lejos de ser una oda a la holgazanería, buscaba la liberación, quería eximir a las mujeres de lo que ella misma calificó de «un trabajo desagradecido y sin fin».
«Pueden hablar todo lo que quieran de la liberación de la mujer pero las casas siguen siendo diseñadas para que las mujeres se pasen la mitad de su tiempo de rodillas», declaró en una entrevista con el diario The Baltimore Sun en 1981.
Con esta idea feminista en la cabeza, Gabe se propuso construir lo que se pensó que sería la casa del futuro.
El sueño hecho realidad
Instalada en su hogar de Newberg, a las afueras de Portland, en Estados Unidos, Gabe se puso manos a la obra para hacer su sueño realidad.
Entre finales de los años 60 y principios de 70 comenzó a construir una casa en un bungalow de hormigón de unos 1.000 m2.
La obra vería su fin en 1980 y le habría costado a Gabe US$15.000 de su propio bolsillo y 10 años de duro trabajo.
La casa, eso sí, cumplía su propósito: lograba limpiarse por sí misma.
Un sistema de aspersores colgados del techo se encargaba de hacer la mayor parte del trabajo.
El primer chorro lanzaba una mezcla de agua y jabón a las paredes y al suelo. El segundo, enjuagaba.
Después, un chorro de aire caliente se encargaba de secarlo todo.
Todo el proceso se ponía en marcha apretando un solo botón, mientras Gabe se agazapaba debajo de un paraguas.
En total, la limpieza duraba una hora. El agua corría por los suelos desnivelados que había diseñado Gabe hacia un sumidero que conducía el agua a la casa del perro, que también era lavado de forma automática.
La limpieza de los platos sucios ocurría dentro de los mismos armarios de la cocina. Los platos estaban colocados en estanterías y se lavaban en el propio lugar con el mismo sistema de aspersores.
Gabe diseñó además un complejo mecanismo en el que la ropa era lavada y secada mientras estaba colgada de perchas dentro de un armario hermético. Una vez secas, una cadena llevaba las prendas al armario.
El baño y el lavamanos también se limpiaban solos.
Para que no se dañaran
Gabe también tenía claro cómo proteger los muebles y objetos de la casa del agua.
Cubrió los suelos con un barniz especial, el mobiliario con resina acrílica y la ropa de cama se mantenía seca gracias a un toldo que se tiraba sobre la cama.
Creó también fundas para los libros, cajas de plástico, cobertores para los electrodomésticos y cristaleras donde exponer sus cuadros.
Todo para que el agua no los dañase.
En total, todos los diseños de Gabe dieron lugar a 68 patentes registradas en Estados Unidos.
Desilusiones
Pese a lo increíble de su invento, Gabe nunca consiguió el apoyo institucional e inversor necesario para que su creación se reprodujera a gran escala.
Así que su casa se convirtió en el único modelo real del invento con el que la estadounidense quiso liberar a la mujer de las tareas domésticas.
Al final, la inventora acabó perdiendo las patentes porque no tenía dinero para mantenerlas.
Allyn Brown, el antiguo abogado de Gabe, contó al New York Timesque la mayoría del tiempo recibía sus minutas en Pepsi-Colas porque la inventora no tenía plata.
«Cuando la veía, siempre me preguntaba si estaba loca o si simplemente era tan inteligente que yo no podía reconocer su talento», confesó Brown al diario estadounidense.
De acuerdo con una cita que se menciona en el libro Fugitivos y Refugiados, de Chuck Palahniuk, su psiquiatra le dijo una vez: «Eres mil veces mejor que un genio. El mundo te pertenece, no dejes que nadie te diga lo contrario».
Genio o no, Gabe vio frustrados sus sueños pero decidió construir una maqueta de su casa con la que recorrió el país, dando conferencias en museos, universidades y asociaciones de mujeres.
El modelo a escala llegó a exhibirse en el Museo de Mujeres de Dallas (Texas) y forma hoy parte de la colección del museo y biblioteca de Hagley, en Delaware (Estados Unidos).
Para ganar algún dinero, Gabe comenzó a dirigir pequeños tours guiados en su casa, y así mostrar a los curiosos un modelo único en el mundo.
La realidad
En 2007, una joven artista llamada Lily Benson se acercó a la casa de Frances Gabe cuando estaba de vacaciones con su familia en Oregón.
En una entrevista a la BBC, Benson confesó que lo que vio fue algo muy diferente a lo que debía de ser la casa del futuro.
«Era algo muy distinto a lo que me había imaginado. Creía que iba a entrar en la casa más limpia del mundo pero era una especie de desastre», contó Benson.
«Todos los diseños que ella había creado estaban ahí, instalados, pero ya no funcionaban por culpa de un terremoto, así que la casa se veía sucia».
Benson reconoce la labor de la otrora inventora que con más de 90 años les dio el tour a Benson y a su familia en una silla de ruedas que ella misma había diseñado.
«Estoy segura de que ella veía su invento como una forma de liberar a la mujer de las cargas domésticas y que, aunque no llegó a materializarse y no hubo nadie que invirtiera en él, el concepto sí contribuyó a crear conciencia sobre las tareas a las que se ve obligada la mujer».
En su entrevista con la BBC Benson describe los aspersores, los armarios, los cobertores y los suelos inclinados.
Pese a que no vio el sistema en funcionamiento pudo imaginarse cómo hubiera sido a pleno rendimiento. Tanto, que creó un vídeo animado para ilustrarlo. Algunas de las imágenes que ves en este artículo son obra de la imaginación de Benson.
La artista dijo que Gabe estaba muy orgullosa de su invento pero también un poco triste de que no llegara al siguiente nivel. Contó que toda la visita tuvo algo de triste y melancólico. «Su invento llamó mucho la atención pero nadie realmente la tomó en serio».
Olvidada
Los últimos años de Frances Gabe también fueron tristes. Vio morir a sus dos hijos y se vio forzada a abandonar su casa hace unos 9 años.
Su familia, entre la que se cuentan un gran número de nietos y bisnietos, la obligó a trasladarse a un centro de cuidados para la tercera edad.
Lo hizo entre gritos y patadas, contó su nieto Kevin Selander. La casa se vendió hace unos años.»Allí vive ahora un tipo medio hippie que parece que le gusta», le dijo Selander al New York Times.
Gabe murió el pasado 26 de diciembre en el hospicio que fue su hogar durante los últimos 8 años de su vida. Casi olvidada, pese a lo revolucionario de su invento, sólo un par de líneas la recordaron en la página web de The Newberg Graphic, un medio local.
Tiempo antes, en los 80, en los 90 y a principios del siglo XXI Francesc Gabe había ocupado páginas en diarios como el New York Times y The Guardian y de la revista People, entre otros.
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