El académico húngaro Ernő Rubik solicitó la patente de su invento en 1975. Lo que entonces no pudo imaginar era que su ingeniosa herramienta didáctica se convertiría en un fenómeno mundial.
Quizá no sorprenda que, con su brillante diseño, el Cubo de Rubik -que trasciende idiomas, edades y orígenes y que no requiere instrucciones- se haya convertido en un icónico éxito de ventas.
Además de ser portátil y que puede resolverse de innumerables maneras.
Ernő Rubik no se dio cuenta de lo que tenía entre manos cuando inventó su ingenioso y desconcertante rompecabezas de colores.
Ni siquiera pensó si el cubo, que acabaría haciendo famoso su nombre en todo el mundo, tendría éxito.
«No me preocupó porque nunca tuve en mente eso, no era lo que estaba buscando», le dijo a Terry Wogan en la BBC en 1986.
La arquitectura como impulso
En un principio, Rubik no había pensado en un cubo como juguete sino como herramienta didáctica para sus alumnos.
En 1974, cuando era profesor de arquitectura en la Escuela Superior de Artes Aplicadas de Budapest, pensó que la mejor manera de enseñarles a sus alumnos era con la práctica.
Por eso quiso crear algo con lo que los estudiantes pudieran jugar y que les hiciera pensar de manera creativa sobre las formas geométricas y las relaciones espaciales.
El objetivo de Rubik era hacer algo táctil y móvil, que fuera lo bastante sencillo para que sus alumnos lo entendieran, pero que tuviera algún tipo de dificultad a la hora de resolverlo.
Y lo más importante era que los desafiara a ser perseverantes cuando se enfrentaran a un rompecabezas complejo y frustrante.
«En primer lugar hay que tener paciencia. Es muy útil para resolver un problema. Luego se necesita memoria espacial, memoria tridimensional», dijo en el programa de entrevistas de Wogan.
«Memorizar en qué congregación estás y dónde están las piezas y demás… Si cerramos los ojos, lo sabemos, lo recordamos, y no solo por una imagen, sino por el significado de la imagen».
Su prototipo era un cubo de madera de seis caras compuesto por cubos más pequeños. Al principio intentó hacer agujeros en los cubos para unirlos con gomas elásticas, pero se deshacían a cada rato.
Así que diseñó un mecanismo oculto que mantenía el cubo en su sitio y permitía que los cubos más pequeños giraran y se movieran. Además, añadió un color sólido a cada lado del cubo para hacer visible el movimiento.
Luego lo giró, mezclando los colores, e intentó devolver el cubo a su estado original, en el que cada cara mostraba un único color.
La primera vez tardó casi un mes en conseguirlo. Así se convirtió en la primera persona en resolver el cubo de Rubik.
Se estima que sólo el 1% de las personas pueden resolver el rompecabezas sin ayuda.
Rubik le dijo a Wogan que ya no era tan rápido como antes.
«No soy muy rápido, si estoy en los entrenamientos puedo hacer un minuto o algo así, pero ahora mismo no estoy practicando, años antes era mucho más rápido. No estoy en condiciones».
Ahí reside el atractivo de su cubo. Es engañosamente sencillo, increíblemente adictivo, pero también enloquecedoramente frustrante de hacer.
Rubik probó su prototipo con sus alumnos, permitiéndoles elaborar sus propias soluciones, y les encantó. En enero de 1975 decidió solicitar la patente húngara de su «Cubo mágico».
Debido a las restricciones de fabricación en la economía planificada de la Hungría comunista de la época, durante los primeros años, los principales entusiastas del puzzle fueron diseñadores, arquitectos y matemáticos del país.
Fue recién en 1979, cuando debutó en la Feria del Juguete de Núremberg (Alemania) y fue adquirido por la Ideal Toy Corporation cuando realmente despegó.
En 1980, el rebautizado «Cubo de Rubik» empezó a venderse a nivel mundial y arrasó en el mercado del juguete, conquistando a gente de todas las edades.
Rubik y su desafío global
Rápidamente corrió la voz y millones de personas en todo el mundo aceptaron el reto, lo que a su vez generó una avalancha de libros que explicaban cómo resolverlo.
El cubo empezó a aparecer por todas partes, se organizaron competencias internacionales que desencadenaron una locura por el speedcubing competitivo, que continúa hoy en día.
Se calcula que en 1982 se habían vendido más de 100 millones de cubos de Rubik, además de innumerables versiones falsificadas hechas para satisfacer la demanda del público.
Durante el apogeo de su popularidad, a principios de la década de 1980, ningún lugar parecía librarse de la moda del cubo de Rubik.
El cubo era estampado en camisetas y carteles, aparecía en canciones e incluso tuvo su propia serie de dibujos animados, «Rubik, el cubo alucinante», en la que se veía una versión voladora y parlante del rompecabezas.
En 1982, el sustantivo cubo de Rubik entró en el Diccionario Oxford de la lengua inglesa y el objeto se ganó un lugar en la exposición permanente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
El famoso rompecabezas ya no es la locura mundial que fue, pero su atractivo se mantiene y su impacto en la cultura popular perduran.
El cubo de Rubik sigue apareciendo en el arte y la escultura. Puede verse en películas como ¿Quieres ser John Malkovich?, WALL-E y Spider-Man: Into the Spider-Verse, se lo vio en Google Doodle y en el video musical Viva Forever de las Spice Girls.
Aparece en programas de televisión como Padre de familia, Ley y orden o The Big Bang Theory.
Incluso hay un documental de Netflix, llamado The Speed Cubers, que cuenta la amistad entre dos de las estrellas del mundo del cubing competitivo.
Los cubos de Rubik se siguen vendiendo y los aficionados no dejan de romper récords, resolviendo el cubo con los ojos vendados, bajo el agua, haciendo paracaidismo o incluso malabares.
Debido a la cantidad de cubos falsificados a lo largo de los años, es difícil saber la cifra exacta de cubos de Rubik vendidos, pero las estimaciones calculan más de 400 millones hasta la fecha.
El propio Ernő llegó a crear una fundación para apoyar a jóvenes inventores en Hungría. También armó su propio estudio de diseño de muebles y juegos como la «Serpiente de Rubik». Pero nada de lo que hizo generó el fenómeno del cubo.
Sin embargo, para Rubik, no se trata del éxito.
El arquitecto le dijo a Wogan que lo que lo seguía moviendo era el mismo impulso que lo llevó a idear su gran fenómeno de ventas.
«Me gusta dar lo mejor de mí en todo momento como diseñador. Resolver problemas de diseño es lo mejor, no depende del éxito que tenga».