Alemania atraviesa tiempos realmente convulsos. Sus indicadores económicos llevan años mostrando debilidad y amenazan su estatus de «milagro económico». Y con la fragilidad de la principal economía de la zona euro, los países de su entorno sufrirán también.
Tampoco es ya el Exportweltmeister, el «campeón mundial de las exportaciones», como se conocía en los mercados internacionales.
En el momento de mayor apogeo de la hiperglobalización, llegó a ser el mayor exportador global. El gas ruso abastecía de combustible barato a sus industrias y China era un gran socio comercial. Los carros, la empresas químicas y de ingeniería vivieron entonces momentos dulces.
Pero ese mundo en el que Alemania dominó ya no existe. Eventos como el Brexit, los aranceles de Trump, la invasión de Ucrania por parte de Rusia o el ascenso de China, que de comprador pasó ahora a competidor, pasaron factura su modelo industrial.
No fueron las únicas causas. «Tal vez el mayor de todos los shocks provino de la tecnología», cree Wolfgang Münchau, director del medio especializado EuroIntelligence y autor del libro Kaput: el fin del milagro económico alemán.
«La Alemania de hoy tiene una de las peores redes de telefonía móvil de Europa. El fax sigue reinando en el Ejército y en los consultorios médicos. Y hay muchos comercios que todavía solo aceptan dinero en efectivo».
«Por poner un ejemplo de cómo el país se ha quedado atrás, al principio los directivos de la industria automovilística alemana, en su mayoría hombres, consideraban que los vehículos eléctricos eran juguetes para niñas«, escribió el autor.
Para Münchau, este declive lleva gestándose años. «Las peores decisiones se tomaron durante el largo reinado de Angela Merkel. En la década de 2010 Alemania aumentó su dependencia del gas ruso, invirtió menos en fibra óptica e infraestructura digital e incrementó su dependencia de las exportaciones».
«Es un modelo que por distintos factores quedó obsoleto«.
Pese a ser celebrada como líder del mundo occidental, hubo —dice Münchau— una falta de reformas económicas significativas y una excesiva concentración en la política exterior en detrimento de la innovación y la planificación económica de largo plazo.
Hoy las grandes empresas químicas, de ingeniería o automóviles están sufriendo, y con ellas el tejido empresarial más pequeño que abastece de componentes.
El ejemplo más claro lo pone sobre la mesa estos días Volkswagen. El mayor empleador del sector privado de Alemania amenaza con cerrar plantas en el país por primera vez en sus 87 años de historia.
«Made in Germany» fue en algún momento símbolo de la tecnología más puntera y confiable, pero Alemania no supo adaptar su industria mecánica al modelo digital, según Münchau.
Por si fuera poco, este mes la coalición de gobierno que encabeza Olaf Scholz colapsó dejando al país sin presupuestos generales y obligando a convocar nuevas elecciones para febrero de 2025.
¿Cómo es posible, entonces, que una de las naciones tecnológicamente más avanzadas del planeta se haya quedado atrás?
En esta entrevista con Wolfgang Münchau analizamos los diversos factores que han arrastrado a la primera economía de la zona del euro a este periodo difícil.
Alemania registra hoy una economía de crecimiento muy bajo a la que nadie está acostumbrado. ¿Qué va a pasar con Europa?
Europa va a sufrir. Alemania fue su motor del crecimiento pero ahora una Alemania que no crece está políticamente menos dispuesta a tener grandes esquemas de apoyo para la Unión Europea (UE). El país es un gran contribuyente neto a su presupuesto.
Sin embargo, no se puede confiar en que Alemania, que está estancada, financie a la UE en la misma medida que lo hacía antes y es posible que se muestre reacia a financiar la guerra en Ucrania.
Porque si no hay crecimiento, no hay margen fiscal para ampliar el presupuesto. Así que veremos decisiones difíciles y todas están interrelacionadas.
¿Hay algún país que pueda sustituir a Alemania como motor de Europa?
No creo que haya ninguno, sobre todo por una cuestión de tamaño, Alemania tiene 85 millones de habitantes de los 500 millones que tiene la Unión Europea y su economía es aproximadamente una quinta parte más grande que la segunda de la UE.
¿Cuándo empezó el milagro económico alemán?
Comenzó realmente después de la Segunda Guerra Mundial. A fines de la década de 1940 hubo un período de nuevas empresas y mucho dinamismo en la economía, basado en la ingeniería y la industria.
Los oleoductos y los reactores nucleares eran los engranajes que impulsaban la economía alemana. Eran la fuerza vital de su modelo industrial. Fueron estos oleoductos los que más tarde darían a Alemania acceso al petróleo noruego y al gas ruso. Esa primera fase del milagro duró hasta bien entrada la década de 1970.
El período de 1980 a 1990 fue más problemático porque la unificación costó mucho dinero. Pero en 2005 llegaría una segunda fase, que duró hasta aproximadamente 2018.
Alemania vivió un período de éxito entre 2005 y 2015, al que se conoce como el «milagro alemán moderno».
Entre los factores que contribuyeron a este éxito se encuentran las reformas del mercado laboral introducidas por el canciller Gerhard Schröder en 2003, que llevaron a una moderación salarial, así como el gas barato procedente de Rusia, la liberalización del transporte marítimo y la logística de contenedores.
También la fuerte demanda de bienes industriales alemanes por parte de economías en rápido crecimiento como China o India.
¿Qué indica que «el milagro» se terminó?
En términos de cifras y estadísticas publicadas, se puede ver esto en torno a 2018. Pero ha sido un proceso progresivo, cuyas causas se remontan muchos años atrás.
Lo que le pasó a Alemania es que se volvió muy dependiente de unas pocas industrias, en particular de la industria automotriz. Es bastante raro.
La mayoría de los países grandes como Estados Unidos, China, Brasil o Japón tienen industrias diversificadas. No dependen de una o dos.
Pero Alemania se volvió muy dependiente de los automóviles, de los productos químicos y también de la ingeniería mecánica de máquinas.
Estas eran tres industrias que eran extremadamente importantes para la economía alemana sufrieron problemas similares desde 2018.
¿Cuáles eran esos problemas?
Uno fue la crisis por el aumento de los precios de la energía, que se convirtió en un problema particular después de la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin. Pero en el caso de la industria automotriz, sucedió algo más: no logró innovar.
No está a la vanguardia de los vehículos eléctricos. Seguía vendiendo sus viejos automóviles impulsados por combustible e invirtió en las tecnologías equivocadas.
Lo que tenemos ahora es que Tesla y los chinos son los líderes en automóviles eléctricos, y los alemanes se quedaron atrás.
En cierta manera la obsesión alemana con la industria pone de relieve la incapacidad del país para aceptar que las economías occidentales modernas se basan en los servicios, no en la fabricación.
Un amigo suyo le dijo que no escribiera este libro, que Alemania tiene un historial de recuperarse cuando menos se espera. ¿Podría pasar lo mismo esta vez? ¿Puede renacer?
Esta crisis es diferente a las anteriores, cuando los problemas eran de competitividad y de costos. Esta crisis es una en la que Alemania, como país, está vendiendo productos obsoletos, que ya no están a la vanguardia de la tecnología.
Esto se debe a que Alemania se perdió el siglo XXI en términos de toda la revolución digital. Pasó años invirtiendo en tecnologías equivocadas. En los automóviles, es obvio porque podemos verlo.
Pero también vimos una lenta digitalización de las industrias existentes. La tecnología digital invadió los dispositivos mecánicos en los que el país era puntero y no supo adaptarse.
¿Este fenómeno en la industria está relacionado con la aversión a la digitalización que tienen los alemanes que menciona en Kaput?
Creo que sí. Se puede ver en muchos ámbitos de la vida pública, y en muchos sectores del gobierno que todavía usan máquinas de fax. Lo mismo que en las consultas médicas.
También se puede ver en la telefonía y la cobertura móvil, que es muy deficiente en muchos lugares, y en el despliegue de la fibra óptica, que también va muy retrasado.
Alemania no tiene prácticamente ninguna representación en materia de inteligencia artificial. No ha realizado estas inversiones. Y ese es el problema de una economía que tiene que especializarse demasiado.
También ha jugado en su contra es el cambio en la geopolítica. Se juntaron muchas cosas.
¿Cree que la sociedad alemana es tecnofóbica?
Sí. Y no se trata solo de lo digital. Hay una actitud antitecnología que prevalece en la sociedad. Lo mismo ocurre con el dinero electrónico o incluso las tarjetas de crédito.
Pongamos el ejemplo de la energía nuclear. Alemania nunca estuvo cerca de un accidente. Y, sin embargo, decidió deshacerse de sus centrales nucleares mientras que en otros países es una parte muy importante de su suministro de energía barato.
En su libro dice que el éxito de Alemania en las décadas pasadas sentó las bases de su crisis actual. Es decir, lo que le permitió tener éxito en el pasado es ahora lo que le está dañando. Esto es un poco paradójico, ¿no?
Exacto. Lo que fue una fortaleza en un período es la base de la debilidad ahora. Dependía mucho de Rusia y China y, mientras la geopolítica fue bien, este era un gran modelo que producía crecimiento y prosperidad. Lo mismo con la tecnología.
Pero ambos factores han cambiado mientras que las empresas siguen siendo las mismas, siguen intentando hacer negocios en Rusia y en China.
Hay buenas empresas alemanas, pero los grandes beneficios no se obtienen ahora en ingeniería, como solía ser el caso, sino que ahora se obtienen en inteligencia artificial y tecnologías digitales.
Los grandes márgenes de beneficio que solían disfrutar las empresas alemanas ahora se han reducido. Creo que ese es el punto clave. Alemania no se adaptó y es por eso que se encuentra en la situación actual.
Me sorprendió leer que “las peores decisiones para Alemania se tomaron durante el largo reinado de Angela Merkel, cuando se la celebraba como la líder del mundo libre”. ¿Qué pasó en ese período?
Merkel se centró principalmente en la política exterior. No le interesaban las reformas económicas; no creo que nadie recuerde ninguna reforma relevante aprobada en su época, con la excepción del aumento de la edad de jubilación.
Por supuesto, fue una figura indispensable en Alemania. Era imposible formar una coalición sin su apoyo o su presencia. También era muy popular personalmente, pero fue un buen período.
El crecimiento económico era fuerte y, por lo general, los gobiernos no solucionan problemas cuando todo va bien.
Alemania se despidió de muchos avances técnicos durante ese tiempo. También fue durante su período cuando el país se volvió muy dependiente de China y de Rusia y se decidió apagar la energía nuclear.
Se tomaron muchas decisiones que, en retrospectiva, se consideran equivocadas. Merkel estuvo detrás de un acuerdo de cooperación en materia de inversiones muy amplio con China.
Ahora bien, no la estoy culpando personalmente de todo lo que ha ido mal en Alemania. No le estoy atribuyendo la culpa a ninguna persona en particular.
A día de hoy, Alemania tiene una economía de muy bajo crecimiento y se preguntan qué sucedió. Y lo que sostengo en mi libro es que estas malas decisiones se tomaron en las décadas anteriores.
¿Pero de cara al exterior, Merkel se enfrentó a la crisis de la euro en 2008, a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, a las olas migratorias hacia Europa y a la pandemia del covid-19?
Brilló como la jefa diplomática europea en todas esas áreas. Mantuvo una relación muy estrecha con Obama en Estados Unidos. Trabajó con Putin.
Tenía una presencia muy global, pero no era alguien que pensara estratégicamente sobre la fortaleza económica y la geopolítica. Tenía otras prioridades.
Su gran fortaleza en la política alemana fue que era capaz de dirigir coaliciones entre partidos de izquierda y derecha. No es algo fácil. Era una muy, muy buena gestora. Y esa es la razón por la que sobrevivió durante tanto tiempo.
No quiero quitarle mérito. Solo digo que muchos de los problemas que tiene Alemania hoy en día fueron el resultado de errores previsibles que cometió ella y durante su mandato. Eso estaba claro.
La política energética fue probablemente el caso más extremo, pero también la industria automovilística.
Mira los grandes gigantes tecnológicos del mundo. Casi todos son de Estados Unidos. Unos pocos de China. No hay ninguno europeo.
Pero Alemania es un país que podría haber tenido eso. Es una gran economía. Tiene mucho dinero. Pero esto es parte del legado de Merkel y que va a ser muy difícil de reconducir.