El doctor Daniel Hoft trabaja en un hotel que garantiza que sus huéspedes no tendrán unas vacaciones placenteras.
De hecho, reconoce que el lugar no es nada lujoso y que quienes se alojan ahí se aburren mucho.
En el mejor de los casos «es un lugar tolerable», según le dice Hoft a BBC Mundo.
Se trata del Hotel Influenza (Hotel de la Gripe) ubicado en el Centro para el Desarrollo de Vacunas de la Universidad de San Luis en Missouri, Estados Unidos.
El doctor Hoft es un médico especialista en enfermedades infecciosas y director de este centro de investigaciones.
Sus huéspedes son voluntarios a quienes antes ingresar al hotel se les aplica una vacuna experimental y durante su estadía se les expone de manera intencional al virus de la influenza, como parte de un programa de investigación para el desarrollo de vacunas.
A este tipo de experimentos se les llama «estudios de desafío humano» y parte de su objetivo es encontrar una «vacuna universal» que proteja contra todos los tipos de influenza por un prolongado periodo de tiempo.
Pero combatir las enfermedades contagiosas requiere mucho más que un hotel contaminado. Los virus son un enemigo que se mueve veloz y se transforma constantemente para evitar ser atrapado.
¿Cómo es esta batalla y qué tan cerca están los expertos de lograr una vacuna universal que evite más epidemias que se esparcen por el mundo?
Un viejo enemigo
Aunque por estos días el coronavirus acapara los titulares, el virus de la influenza o gripe ya lleva siglos causando estragos.
«Es uno de los mayores problemas que tenemos cada año a nivel mundial», dice Hoft. «La gente piensa que no es un problema tan grande como el Ébola o el covid-19, principalmente porque no es un problema nuevo sino continuo».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año la epidemia de gripe deja entre 3 y 5 millones de personas contagiadas de manera severa, y entre 290.000 y 650.000 muertes.
Entre 1918 y 1919, una pandemia del virus de la gripe H1N1 dejó cerca de 50 millones de personas muertas en solo 18 meses.
«Eso podría ocurrir de nuevo con gripes aviares que se están observando en China, como los virus H5 y H7», advierte Hoft.
Un blanco móvil
Para enfrentar este riesgo, los científicos trabajan contrarreloj en una vacuna que pueda proteger a las personas contra todas las cepas de la influenza. Una tarea nada fácil.
«La mayor dificultad es lo rápido que muta el virus de la influenza», explica Hoft.
El virus de la influenza puede ser de cuatro tipos A, B, C o D. Además, tiene la capacidad de mezclarse con cepas que vienen de otras especies como los pájaros o los cerdos.
Cuando eso ocurre, se puede crear un nuevo virus de gripe nunca visto por las personas, con lo cual aumenta el potencial de contagio.
Es como un blanco que se mueve cada vez que los médicos lo tienen en la mira.
Otro riesgo al que se enfrentan los investigadores es que no saben de qué manera reaccionará el virus ante la presencia de la vacuna.
Según Hoft, una posibilidad es que ante una reacción inmunológica el virus comience a mutar más de lo que normalmente lo haría. Aunque esto no es muy frecuente, Hoft dice que es algo que ciertamente puede pasar.
«El virus puede sorprendernos respecto a lo que sabemos sobre él», dice el médico.
La estrategias
Uno de los enfoques más usados para lograr la vacuna universal es tratar de identificar las partes del virus que no cambian, para de esa manera poder apuntar a todos los virus.
Otra táctica consiste en ampliar los blancos a los que apunta la vacuna, es decir, atacar más moléculas del virus.
Otro enfoque es el que utiliza el doctor Hoft en su hotel.
Su táctica consiste en inducir una respuesta inmune contra las proteínas internas del virus, valiéndose de las células T, unas células especializadas en proteger al cuerpo de infecciones.
Estas células T pueden identificar y destruir proteínas del virus presentes en distintas cepas de la influenza, así que lo que Hoft busca es estimular el trabajo de estas células en distintas variantes del virus.
«Nuestro objetivo es ampliar la respuesta inmune, para tratar de abarcar los virus que mutan durante un período de tiempo largo», dice Hoft.
Aunque no hay manera de predecirlo, Hoft calcula que entre los próximos 5 a 10 años es probable que exista una manera de ampliar el alcance de una respuesta inmune.
«Probablemente tomará más tiempo lograr vacunas universales mejor optimizadas que puedan proteger de manera amplia contra, al menos, la influenza de tipo A», dice el investigador.
Lecciones para el coronavirus
La complicada búsqueda de una vacuna universal contra la influenza puede dar pistas para atacar epidemias como la del nuevo coronavirus.
«Eso es un asunto más complicado», dice Hoft. «En este punto no sabemos lo suficiente acerca de los coronavirus como para ser capaces de hablar de una vacuna universal para todos los coronavirus».
La tarea, al igual que con la influenza, tomaría años. Además de probar su eficacia, también se necesitaría tiempo para probar qué tan segura es para los humanos.
Pero, quizás, no es imposible.
La mayoría de los coronavirus tienen una proteína en su superficie que usan para adherirse a las células que están infectando, según explica Florian Krammer, profesor de desarrollo de vacunas en la Escuela de Medicina Icahn en EE.UU, en un artículo del portal The Verge.
Esa proteína, dice Krammer, puede ser el blanco al que apunte la vacuna universal contra el coronavirus.
Por su parte, Hoft comenta que el primer paso es lograr una vacuna que funcione para un coronavirus.
«Si tenemos una tecnología que funciona para un coronavirus y logramos reemplazar la parte variable de uno a otro (tipo del virus), es más factible producir una vacuna para un nuevo virus de manera más rápida».
Por ahora, Hoft y sus colegas seguirán tratando de cazar su blanco móvil, con la esperanza de que por fin algún día el Hotel Influenza se quede sin huéspedes.
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