Las vacunas son una de las medidas sanitarias que mayor beneficio han proporcionado a la humanidad. Han permitido prevenir enfermedades responsables de grandes epidemias a lo largo de la historia, como la viruela.
Hace poco más de un año que la covid-19 se sumó a este listado. Hoy volvemos a necesitar la vacunación para poder frenar la expansión del coronavirus y recuperar la normalidad.
Las vacunas disponibles han demostrado ser eficaces para prevenir la enfermedad. Sin embargo, la magnitud y calidad de la respuesta inmunitaria a las vacunas varía considerablemente entre individuos.
Son varios los factores que pueden influir en la respuesta a una vacuna.
Algunos hacen referencia a características individuales, como la edad, el sexo, su información genética y la presencia de otras patologías (como diabetes y enfermedades cardiovasculares, ambas vinculadas a alteraciones del sistema inmunitario).
Pero, además, nuestra respuesta inmunitaria a las vacunas puede variar en función de prácticas cotidianas en nuestro día a día.
¿Qué hábitos pueden mejorar nuestra respuesta inmunitaria tras la vacunación?
Uno de los factores clave para favorecer el correcto funcionamiento de nuestro sistema inmune es dormir un número de horas suficiente, así como controlar nuestro nivel de estrés.
Una correcta higiene del sueño permite mantener adecuadamente los biorritmos que controlan la producción de hormonas que regulan la función del sistema inmune, como la melatonina.
Esta hormona se produce durante la noche y su administración se ha relacionado con la supervivencia de linfocitos y una mayor producción de anticuerpos.
De hecho, diversos estudios han mostrado cómo la escasez de horas de sueño, tanto en los días previos como posteriores a la vacunación, puede reducir la eficacia de las vacunas.
Las situaciones de estrés promueven la liberación de hormonas supresoras de la función inmunitaria, como el cortisol, y se asocian con una menor respuesta a la vacunación.
Alternativamente, las actividades que nos proporcionan satisfacción, como la práctica de deporte o las relaciones sociales, favorecen la liberación de hormonas estimuladoras del sistema inmune, como las endorfinas.
De acuerdo con esta idea, los individuos que realizan ejercicio moderado regularmente y con un estado de ánimo positivo en el momento de la vacunación desarrollan una mayor respuesta de anticuerpos y otras moléculas potenciadoras de la respuesta inmune (como las citocinas).
La importancia de comer bien
Otro aspecto crucial para mejorar la eficacia de una vacuna es tener un estado nutricional óptimo. Son varios los nutrientes cuya vinculación con el sistema inmunitario ha sido científicamente demostrada.
Es el caso de la vitamina C y el ácido fólico, ambos con un papel importante en la producción de moléculas eficaces frente a la infección.
También la creación de colágeno, que contribuye al mantenimiento de nuestras barreras naturales frente a los patógenos.
Sin embargo, los estudios sugieren que la deficiencia de nutrientes aislados parece tener poco impacto en la respuesta a las vacunas, mientras que una dieta equilibrada, con un aporte balanceado de energía, parece ser clave para reforzar el sistema inmune.
De hecho, las personas con índices de masa corporal altos, e incluso obesos, presentan menor producción de anticuerpos, linfocitos T y citocinas tras la vacunación.
También merece la pena considerar la relación que existe entre la microbiota intestinal y las respuestas a las vacunas.
La microbiota asociada al tracto intestinal desempeña funciones clave en la protección frente a la invasión de microbios patógenos y la regulación del sistema inmune.
Esta microbiota alberga millones de microorganismos, principalmente bacterias de los grupos Firmicutes y Bacteriodetes.
La composición de dicha microbiota es relativamente estable, y en condiciones normales presenta mayor abundancia de Firmicutes, que se asocia con una mayor respuesta de anticuerpos.
Antibióticos, tabaco y alcohol
Sin embargo, algunas circunstancias, como la existencia de alguna patología, cambios en la dieta o el consumo de antibióticos, pueden producir alteraciones en la microbiota que afecten nuestra respuesta a la vacunación.
En estas situaciones, el consumo de probióticos que restablezcan el balance en nuestra microbiota intestinal ha mostrado efectos potencialmente beneficiosos en la respuesta a la vacunación, aunque parece variar según las bacterias empleadas, la dosis o la duración de la administración.
Por último, el consumo de tabaco altera de forma directa nuestra línea de defensa en la mucosa respiratoria, y se ha asociado con una menor producción de anticuerpos tras la recepción de vacunas.
Igualmente, el consumo excesivo de alcohol tiene un efecto inmunosupresor poco deseable cuando recibimos una vacuna; es más, el alcohol puede alterar la composición de nuestra microbiota intestinal y a las células inmunes allí presentes, favoreciendo la entrada de patógenos a nuestro organismo.
La respuesta inmunitaria a la vacunación es variable en la población.
Algunos de los factores que pueden influir en ella se corresponden con hábitos cotidianos que afectan a nuestro estado inmunológico, y conocerlos nos puede servir para modificarlos con el objetivo de potenciar nuestro sistema inmunitario para que responda eficazmente cuando nos vacunemos.
*Patricia López Suarez es profesora titular del área de inmunología de la Universidad de Oviedo. Este artículo apareció originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.
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