Bertha Loaiza tenía solo 3 años cuando su madre saltó con ella en brazos de un puente en San Diego, Estados Unidos. Era el verano de 1985.
Pasaron muchos años hasta que Bertha, quien sobrevivió milagrosamente, descubrió la verdad sobre aquella muerte. Su madre, que apenas tenía 26 cuando se suicidó, pasaba por una larga y profunda depresión.
Ahora, mientras continúa procesando una noticia que cambió su vida, Bertha comparte con BBC Mundo su historia convencida de que es necesario romper el tabú y hablar abiertamente sobre las enfermedades mentales.
Crecí creyendo que mi mamá había fallecido en un accidente automovilístico.
Cuando yo tenía mis citas con el médico para tratar mis secuelas, porque como consecuencia del impacto andaba chueco y casi pierdo la vista de un ojo, siempre preguntaba dónde estaba mi mamá.
Mi familia me decía que había muerto y que yo había sobrevivido a ese mismo accidente. Eso era lo que me contaron y nunca vi necesario investigar.
Yo era hija única y mi padre ya estaba separado de mi madre cuando ella falleció. Él estaba igual de joven, así que vio que yo tenía mejores oportunidades de mantenerme si me quedaba con mi familia materna, que es mexicana. Y así quedó.
Bertha, un bebé en esta imagen junto a su madre, pasó una infancia feliz y creció creyendo que ella había fallecido en accidente de tráfico. Foto: Bertha Loaiza.
Crecí con mis abuelos y los hermanos de mi mamá. Realmente, para mí fue una vida normal. Iba a la escuela, tenía mis amistades, las fiestas de cumpleaños, las actividades después de la escuela… Todo era normal.
Pero nunca vino a la luz que la causa de la muerte de mi madre fue realmente un suicidio.
Cuando tenía 17 años, haciendo limpieza de la casa junto a mi abuela, me encontré una cinta de video VHS que no tenía título.
Lo puse en la tele para ver de qué era, porque a mí me gustaba grabar caricaturas y pensé que quizá era una cinta a la que no escribimos nada.
Entonces vi que era un reportaje de noticias de un canal local de San Diego. Y ahí salgo yo, caminando-bueno, batallando para caminar- en mi escuela de preescolar.
El reportero menciona que la única persona que había sobrevivido a una caída del puente de Coronado estaba hoy más recuperada y que estaba ya caminando mejor.
El puente de Coronado, que alcanza una altura de 60 metros, conecta la ciudad de San Diego con la isla de Coronado sobre la bahía de San Diego, en California. Foto: Getty Images.
Pero el video seguía, filmándome a mi caminando, y yo no entendía por qué. Pensé que era un error, que estaban dando un reportaje y se había metido el video del festival de Halloween de mi escuela.
Pensé que era un error, no podía creer que mi historia era esa.
Por lo que me han contado, había varias familias disfrutando del mar ese día y oyeron a gente gritando. En los barcos decían que cayó una mujer, que cayó una bebé… luego veían que sacaban a la mujer del agua, pero a mí no.
Luego ya me cuentan que un barquero me tenía abrazada en una chamarra.Después llegó la ambulancia y nos trasladaron al hospital. Mi mamá murió allá y yo sobreviví.
Soledad y confusión
Es increíble lo solo que se puede sentir uno pese a estar rodeada de tanta familia que te ama y te apoya.
Esa soledad es lo que yo sentí cuando descubrí la verdad, además de confusión. Si antes ya pensaba que no conocía bien a mi madre, ahora menos.
Estuve varios días tratando de procesar lo que había visto en aquel video. A veces pensaba que era un sueño, pero volvía a ver el video y era la misma historia.
A los tres días tuve un convivio con la familia y les dije con mucha pena lo que había encontrado.
Bertha descubrió de casualidad cómo había sido la muerte de su madre gracias a la grabación de un viejo reportaje de televisión. Foto: Bertha Loaiza.
Toda mi familia me repitió que no habían sabido cómo decírmelo. Yo les dije que no había problema, que yo no estaba enfadada, pero que estaba muy confundida.
Ellos se ofrecieron a resolverme cualquier duda, pero insistieron en que mi madre me quería mucho y que yo no tenía sentirme culpable por ser parte de esto.
Me dijeron que algún día lo entendería… y ahí es donde estamos ahora.
Creo que mi familia no me lo contó antes para protegerme, para no tener que cargar con esa tristeza cada día, para evitar que tuviera pesadillas.
Y la verdad es que no tengo reclamo ni resentimiento hacia ellos. Creo que todo pasa cuando debe pasar.
Si a los 17 años tuve ese shock, y ahora 20 años después aún cuento la historia y es muy emocionante para mí… imagino que entonces no habría podido aguantar el golpe, siendo tan chica.
El desconocimiento sobre la depresión
Me explicaron que mi mamá estaba muy enferma.
Me hablaron de la depresión que ella estaba pasando y que ya tenía años batallando con eso. Que la mente es complicada y que ella padecía muchos problemas mentales.
Tenía visitas a psiquiatras pero entonces no se conocía tanto como sabemos hoy.
Yo no entendía, no sabía sobre trastornos mentales. No entendía por qué ella tomó su vida y menos qué relación tenia yo, por qué yo estaba involucrada.
Y eso creo que fue lo más confuso para mí.
Angélica Medina, la madre de Bertha, saltó con su hija en brazos del puente Coronado cuando tenía 26 años. Foto: Bertha Loaiza.
Entonces pasé por varias fases. Al principio sentía la necesidad de gritarle al mundo que yo sabía la historia, que ya estaba todo bien y que iba a aclarar las cuentas pendientes. Pero no fue así.
Fui a grupos de apoyo y eventos de la comunidad y escuché cómo otros habían perdido a sus seres queridos desde el mismo puente.
Yo les conté cómo había perdido a mi madre. Hasta entonces no sabía la atención que los medios de comunicación le habían dado al caso de mi madre, hasta que vi que la gente me reconocía y recordaba mi historia.
Ahí fue donde empecé a subir las paredes de nuevo a mi alrededor.
Pensé: «No, no, yo me escondo porque me van a hacer preguntas que ni sé responder. Y para evitar volver a hacer pasar a mi familia por tanto dolor o preguntas de extraños… no, mejor me escondo».
Dejé de participar durante meses en este tipo de reuniones. Aún sabiendo que había sido un suicidio, yo estaba incómoda porque no se hablaba de ello abiertamente, no se aceptaba.
Así que corté eso y pensé que era mejor regresar a la explicación del accidente de carro, porque yo no entendía la depresión.
Era mucho lo que tenía que procesar y aprender.
Aunque realmente no creo que sea algo que se termine nunca de procesar. Por más que hable de esto a diario, al final del día yo tengo que llegar a la casa y aún no tengo a mi madre conmigo.
Esa es mi realidad.
Hablar en alto
Pero entonces llegué a un punto donde hubo un momento de claridad. Vi a gente que iba a estos grupos y hablaba para desahogarse, y entendí que no era la única que sufría de eso.
Cuanto más iba aprendiendo sobre problemas mentales, más a gusto me sentía al hablar y pensar en salir a lo público y contar mi historia, porque creo que tenemos que seguir hablando de esto en alto.
Fue durante los dos últimos años, que salieron más figuras públicas y artistas diciendo que había que romper el tabú sobre el suicidio, cuando di el paso.
Hoy estoy casada y tengo dos hijos. Trabajando en el centro de citas de San Diego de Kaiser Permanente [una compañía aseguradora y de servicios de salud], veía casi cada día mails sobre lo que la empresa hacía en cuanto a salud mental.
Yo sentía que era casi como mi deber decir que esta era mi historia y que yo quería ayudar.
Bertha comparte su historia convencida de que es necesario hablar abiertamente sobre la depresión y dejar de considerarla un tabú. Foto: Bertha Loaiza.
Me permitieron participar en un proyecto web (encuentraquedecir.org) para informar sobre la depresión y sobre cómo ayudar a quien la tiene. Localmente participo en organizaciones que ayudan a quienes han perdido personas en suicidios… y comparto mi historia cuando me dan oportunidad.
Para mí, es un recordatorio de que sí existe este problema, pero que también se puede prevenir y que hay cosas que podemos hacer.
A todo el mundo le recuerdo lo mismo. Las enfermedades mentales no son culpa de nadie, ni de uno mismo.
La salud mental es igual de importante que la física. Hay que aprender cuáles son los síntomas, y si uno no se siente bien, hay que hablar con alguien de confianza o con el médico.
Pero sobre todo, que no se den por vencidos. No es nada fácil, pero sí se puede superar.