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Lenidad

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Las increíbles experiencias de la vida diaria son una fuente inagotable de inspiración o frustración, según el lente con el que se miren, el cual periódicamente debe ser sometido a limpieza, purificación y renovación. La movilidad acotada entre una sístole y otra parece desenfocar la visión, pero realmente lo que procuran con el ajuste es mejorarla. Tener expectativa para mirar y recibir constituye una especie de primer paso para grandes descubrimientos personales, los cuales pueden ser totalmente insignificantes para otros, o perfectos a plenitud para quien los ve y declara ¡eureka!, porque concibe plena consciencia de que tal hallazgo era profundamente anhelado en el silencio del corazón.

Cuando uno se permite ser sensible en grandes y pequeños eventos, miradas te conmueven hasta las lágrimas o palabras te marcan hasta los huesos; aunque muchas veces esa sensibilidad sea una especie de vulnerabilidad que te hace proclive al sufrimiento; resulta un poco más real que un cuerpo presente con gran ausencia de atención o pensamientos sumergidos en parques de atracciones bulliciosos, tan conocidos, que se deambulan por ellos absortos, como en un profundo sueño del que no se puede despertar. En cambio, una sensibilidad sujeta a reflexión y acotada en la fertilidad de crecimiento es lábil pero hermosa.

Me permito prevaricar contra la rigidez, que también me ha formado en diversas áreas, y que por años se adquiere con altos costos, definiendo el pensamiento y accionar. Todo con la exposición preocupante de una inclinación, que podría o no resultar, en diversas ocasiones: se trata de la lenidad de pensamiento al momento de evaluar las situaciones, entresacando de ellas lo precioso incluso desde lo vil, deplorable e injustas que puedan ser las cosas. Sin escatimar en opciones frente al universo de lo incontrolable que aun queriendo, no podemos fiscalizar. Un pensamiento ablandado o dulce, después de superar la emoción que lo acompaña en la impresión inicial del estímulo, es como bálsamo enzimático para la reflexión y el aprendizaje oportuno que la situación ofrece.

En vista de lo expuesto, y en voluntaria sujeción propia y asidua a lenidad, una práctica no alcanzada como hábito todavía, sino por el contrario, en febril construcción incómoda y desafiante. Me atrevo a exponer mi corazón con la recomendación, quizás no autorizada plenamente, de que resulta muy provechoso ofrecerse espontáneamente y en intimidad con el cielo y su regente, para adquirir entendimiento y doblegarse, después de avistar lo fructífero de los territorios, en lenidad de pensamiento. No para desfallecer en circunstancias por exceso de flexibilidad que solo permite el escape de lo vital, sino para enriquecer con sustancias útiles que en las proporciones correctas resultan un pegamento fortalecedor cuando somos tugurizados en estructuras de pensamiento. Así, llegado el momento permanecerán en pie aquellas que más enriquecimiento vital tengan por su posibilidad de resistir la tracción del movimiento brusco, y caerá al suelo aquello que era tan rígido que no pudo resistirse sin ser quebrado.

Dada nuestra humanidad, es probable que constantemente limpiemos escombros de estructuras que cayeron al piso por no ser flexibles, solo para edificar nuevamente otras que deban ser derribadas más adelante. Empero, trabajar en el enriquecimiento de aquellas estructuras que sí han persistido el tiempo y sus sorpresas, resulta ser la gracia de un mayordomo que aun no siendo el dueño de la casa, está autorizado para sacar de lo viejo y nuevo que hay allí, solo porque tiene todas las llaves.

@alelinssey20

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