El Museo de los Niños, hasta este fin de semana, tuvo tres años cerrados. En marzo 2020, con la llegada del covid-19 al país, la institución inaugurada en 1982 por Alicia Pietri de Caldera, la primera en su estilo en Latinoamérica, tuvo que detener sus actividades para el resguardo de sus visitantes y empleados. Esa pausa se extendió más allá de la pandemia. La falta de recursos le impidió continuar con su trabajo: fomentar el aprendizaje de la ciencia y la tecnología de la manera más divertida posible. Sin embargo, pese a las dificultades, esta semana museíto anunció a través de redes sociales la buena noticia: reabriría sus puertas.
La receptividad fue inmediata. «Excelente noticia» fue la reacción en redes sociales, en grupos de whatsapp y entre quienes se animaron a visitar –de nuevo o por primera vez– el museo que hace 20 años fue pionero por su diseño interactivo que le permitía a los niños, como dice su lema, aprender jugando. De allí, que una larga fila de adultos y niños se mantuviera en la entrada del edificio, ubicado en la Avenida Bolívar, durante la mañana y parte de la tarde del sábado para comprar sus boletos por un valor de 5 dólares.
Sin embargo, aquella institución que en su mejor época fue sinónimo de modernidad y tecnología quedó anclada en el pasado. Caminar por los pasillos del museo es como hacer un viaje al pasado por las computadoras y elementos de algunas exhibiciones que evocan a épocas pasadas, como si se hubiesen estacionado en el tiempo. Pero, aun así, las muestras interactivas logran atraer, entretener y, lo más importante, educar a una generación de niños que está habituada a utilizar smartphones y tablets para distraerse.
En el recorrido –de dos horas de duración, si se visitan todas la exhibiciones disponibles en los cuatro pisos del museo– los más pequeños interactúan y juegan con las exposiciones, que en su mayoría están operativas, pero algunas desactualizadas. Incluso, para algunos de los más pequeños es la primera vez que ven un mouse o monitor de computadora antiguo; mientras que para sus padres es un nostálgico reencuentro con un recuerdo de infancia, como es el caso de Solmar Brito. «La última vez que vine fue cuando era niña», recuerda.
En este regreso Brito encontró al museo en buenas condiciones. Aunque notó la desactualización tecnológica en algunos exhibiciones, no lo considera inconveniente, pues –dice– es una forma para que los niños conozcan cómo era la tecnología de hace años y cómo ha evolucionado. «Los niños de ahora están acostumbrados a la tecnología de hoy y cuando ven las computadoras que están allí se quedan como ‘¿qué es esto?’. Para uno es bonito y para ellos es algo nuevo», dice.
Los cuatro pisos que integran el Museo de los Niños se dividen por áreas: física y espacio, percepción y sonido, biología y comunicación y ecología. La mayoría estaban operativas, aunque algunas de las exposiciones favoritas, como el estudio de televisión o el planetario, están cerradas por el momento, pero se espera que próximamente puedan ser visitadas. Sin embargo, las exhibiciones disponibles eran suficientes para captar la atención de grandes y pequeños que jugaron y aprendieron juntos.
En esta oportunidad, las áreas que más disfrutaron los niños fueron la musical, en la que los niños pueden interactuar con instrumentos, ver cómo funcionan y crear melodías; la de percepción, en la que solos o acompañados pueden experimentar con juegos de efectos visuales; y la de reciclaje, en la que una de las guías enseñaba cómo hacer papel reciclado que, además, pueden intentar hacer en casa.
«Lo que más le gustó a mi hijo fue el túnel de colores, ahí estuvo como media hora. Pero creo que todo lo del museo le ha llamado la atención. Es un lugar para niños y que le permite a uno como papá recordar la época en la que uno venía», afirma Brito.
Por su parte, José Méndez, que visita el museo junto a su esposa e hija, tuvo la oportunidad de recorrer las exposiciones en 2019, tres meses después de que reabriera luego del cierre debido al robo de tres cables de alta tensión en la Torre Oeste de Parque Central. En su regreso, encontró la institución mucho mejor que en su última visita. «En esta oportunidad lo veo más recuperado y bastante operativo, muchas de las exposiciones están funcionando y más guías. Hay una diferencia bastante positiva desde ese momento hasta ahora», considera.
En el pasado, un aspecto que caracterizó al Museo de los Niños fue la preparación de sus guías, que en su mayoría eran estudiantes universitarios de carreras relacionadas con las exposiciones del lugar. Aunque ahora varios de los guías son nuevos y no todos cursan estudios en ciencias, manejan con habilidad los conceptos necesarios para explicar al grandes y pequeños el funcionamiento de todas las exhibiciones.
En esta oportunidad, los nuevos guías no tuvieron mucho tiempo para prepararse. En un mes aprendieron lo básico para atender a los visitantes. En el pasado, eran alrededor de 15 guías por piso, ahora, dependiendo del número de exhibiciones, hay dos o tres. Aunque no son muchos, cada uno recibe con amabilidad a los niños y adultos que recorren las exhibiciones, explican cómo funcionan y los invitan a visitar las áreas.
El museo, además de actualizar, reparar y reabrir algunas de las exhibiciones para mejorar la experiencia de los visitantes, también necesita mejoras básicas como la iluminación en algunas de las áreas del recorrido, y un mejor funcionamiento del aire acondicionado. En los próximos días, luego de Carnaval, la institución donde está prohibido no tocar espera retomar su horario habitual: de miércoles a domingo. Sin embargo, reabrir bajo estas condiciones no es sencillo.
El año pasado, el Museo de los Niños lanzó una campaña de recolección de fondos para reabrir sus puertas. La institución comenzó a vender souvenirs de museíto que están disponibles en su tienda. Sin embargo, pese al gran esfuerzo que ha hecho la Fundación Privada Museo de los Niños, es necesario más apoyo de la empresa privada para que este patrimonio caraqueño, en el que por años varias generaciones aprendieron jugando, no se sea parte del paisaje de abandono y deterioro en el que se encuentra Parque Central. No sea parte tampoco de esa historia de destrucción en la que está sumido el país desde hace dos décadas.
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