La presión está en su punto máximo de ebullición. Con la llegada del 14 de febrero, la historia, la tradición y la sociedad consumista invitan a celebrar el amor en todas sus formas con regalos, poemas, canciones, cenas, planes especiales y más.
Las últimas décadas se han tragado aquellos días en los que ver una película o compartir un helado eran parte de la rutina de una pareja para afianzar su relación. El sencillo acto de agarrarse de manos o besarse en público era definitorio. Hoy, en cambio, las citas modernas de los más jóvenes son una sucesión delicada y, a veces complicada, de pequeños pasos. Esto, en caso de llegar a definirse porque, en su mayoría, la mejor apuesta sería el estar «juntos, pero no revueltos».
Según Isbelia Segnini, psicóloga clínica, sexóloga, terapeuta de pareja y coach de mindfulness, este desfase entre lo emocional y lo físico se está dando porque «pretendemos protegernos a nivel emocional y lo hacemos olvidándonos que lo físico también va unido. Que son dos cosas que no se pueden separar».
Por su parte, Amor Antúnez, psicóloga, coach y especialista en salud sexual y reproductiva, y violencia de género, asegura que «estamos muy enfocados en querer definir el amor y no sentirlo. Por eso a veces sentimos una falta de compromiso que no es necesariamente eso».
Pero, ¿le están huyendo las personas al compromiso?
Para Segnini, no. Al menos no de la manera más tradicional y/o definitiva. «Creo que están esperando el tiempo adecuado para establecer el compromiso. Actualmente, hay una cantidad de nuevos intereses, posibilidades y aprendizajes», aseguró. «El hecho de que las redes sociales permitan que las personas se conecten todo el día, noche y madrugada, teniendo este tipo de contacto constantemente, se deja de lado la urgencia de ‘vamos a casarnos y vivir juntos».
Para la especialista hay que considerar, también, el tema de la apertura al mundo laboral, de la preparación de los sueños y objetivos de vida, de la individualidad. «Eso se traduce mayormente en me demoraré en establecer un compromiso. Muchos dirían que es miedo, pero no creo. Más bien lo veo como un ‘retraso’ en el proceso o la toma de decisiones».
Antúnez piensa que no hay que generalizar. «Podemos caer en catástrofes. ‘Pareciera, suena, hay rumores’… Caer en el absoluto de ‘sí, qué falta de compromiso existe actualmente’, es un error», señaló. «A mi parecer, lo que puede estar pasando es que hay reflexiones más profundas acerca de lo que se quiere en la relación de pareja. Esto, independientemente de la edad que se tenga».
Para la experta, pareciera que hay una pausa que antes no se hacía pues el ser humano siempre existió en automático. «Te quiero, nos vimos, un beso, eres tú, soy yo’ y ya está. Creo que, y aunque pudiera parecer un poco raro, lo que estamos invitando ahora es a la reflexión: qué quiero y hacían dónde voy», explicó. «Es entender que yo como pareja puedo querer otra cosa y que ahora ese deseo se puede manifestar, siempre hablándolo con el otro, y no necesariamente de la forma tradicional», añadió.
No es definir el amor, es sentirlo.
En definitiva, sí hay compromiso, pero las variables de compromiso han ido cambiando. Antúnez insiste, sin embargo, que hay que tomar esto con pinza.
«No creo que sea la mayoría, pero sí, ahora puedes escuchar sobre acuerdos y negociaciones en pareja que hace una generación atrás no existían. Esto hace que la gente lo perciba como algo extraño o extravagante», señaló e insistió en que no le parece algo negativo pues las personas están tomando decisiones desde el ‘qué quiero yo primero’. «Es algo muy honesto y maduro, que ayudará a tejer y construir juntos una mejor relación de pareja», subrayó. «Al final, no es estar a favor o en contra; no es una revisión moral sino personal».
Isbelia Segnini considera que puede haber otro factor relacionado con la falta de compromiso en las relaciones: el económico. «Muchas parejas viven aún en su hogar familiar, o en caso de que vivan individualmente, a veces no les dan los números para establecer un vínculo o responsabilidad para formar un hogar y esa es una realidad tangible aquí y en la Quinchinchina», arrojó Segnini.
¿Tener una relación de pareja, aunque no se conviva, es lo ideal entonces? Puede ser, pero cabe reflexionar sobre si también cuesta más dar el siguiente paso.
En 1990, expertos afirmaban que, en el mundo, la media de mujeres se casaba a sus 25 años y los hombres a sus 28. En cambio, para 2019, antes de la pandemia «las bodas se complicaron». La edad media de las mujeres a la hora de decidir casarse era de 35 años y en hombres de 37. Las estadísticas no dejan lugar a duda: cada vez cuesta más formalizar una relación.
«Si mis lenguajes del amor incluyen la categorización, el ‘somos novios, vamos a casarnos, estamos comprometidos y bla bla bla’, tengo que buscar al que se adapte a esta expectativa porque, lo que sí no va a pasar, que es algo que nos vendió el falso mito del amor romántico, es que la persona va a cambiar porque ‘mi amor es tan fuerte, con el tiempo cambiará o mi idea es tan clara que lo/la contagiaré’. Eso sí está mal. No va, ni fluye y no funciona. Nunca lo hará», recalcó Antúnez.
Pero entonces, dónde queda el amor
Para Amor Antúnez, el concepto de amor para toda la vida es el más tóxico que ha podido vivir, experimentar y comprender la sociedad acerca de las relaciones eróticas y afectivas. Está comprobado a nivel científico y estadístico que es un error.
«Lo que me parece, e históricamente se escucha más, es que puede existir perfectamente una variable del amor concebida de manera sensata, pura, honesta, en bienestar y con potencial. No tenemos por qué excluirla. Sin caer en categorizaciones, pudiéramos tener todo lo que queremos dentro de esta libertad. Esa es una manera de compromiso, sinónimo de de una relación distinta a la tradicional», describió.
Añadió que, dentro de esta libertad puede existir una exclusividad afectiva y/o sexual. Se puede acordar también no tener interacciones eróticas, pero disfrutar de un amor puro, genuino y sin sexo.
“Hay de todo y para todos los gustos. De esta manera la gente puede llegar a sentirse mucho más atrevida en cuanto a sus deseos, y esto es importante”
«Construir, buscar y quedarse con el par que real y genuinamente, corazón en mano, se parece y se ajusta a lo que estás buscando es normal. También es sano. Y dependiendo de la edad en la que estés o del momento vital en el que se esté, esto puede ir variando», agregó.
El amor en tiempos de nuevas generaciones
Estudios demuestran que las actitudes de la generación Z (nacidos entre la mitad de los 90 y la mitad de los 2000) hacia las citas y el sexo han cambiado en relación a las generaciones anteriores. Ahora adoptan un enfoque especialmente pragmático en el amor y el sexo y, en consecuencia, no priorizan establecer relaciones románticas con el nivel de compromiso que lo hicieron sus antecesores.
Esto no implica que no tengan interés en el romance y la intimidad; más bien, están encontrando nuevas formas de satisfacer esos deseos y necesidades de un modo que encaje mejor en sus vidas. Este cambio ha dado lugar a la idea de situationship (algo así como «estar en una situación»), un término que describe un área gris entre la amistad y una relación algo más formal.
Esta «situación» solventa y cubre las necesidades de tener sexo, intimidad, compañía, pero donde no se piensa en el futuro.
Ante esta realidad, Isbelia Segnini planteó que si lo que hay es sexo sin compromiso, la(s) persona(s) que lo plantea(n) lo hace(n) desde la búsqueda de una mega gratificación física y generalmente no está conectada con el afecto, las necesidades del otro y los contenidos del amor.
«Para amar se requiere querer estar. Eso es compromiso no solamente pasión», señaló. «Este tipo de conducta o patrón es parte de un enamoramiento que puede llegar a convertirse en algo más con el tiempo. Ahora, si esta persona que elige ‘solo sexo’ en una relación, y pasan los años, habría que ver si existe por detrás una personalidad narcisista donde ‘yo no doy, no me comprometo, yo pido, yo espero, yo quiero; yo necesito que me satisfagas’… y hasta ahí», sentenció. «Y como este tipo de perfiles no tiene la capacidad de entregarse, no existe en su diccionario la palabra compromiso».
No obstante, Antúnez asegura que las nuevas generaciones lo tienen todo muy claro. «Sin embargo, debemos entender que sí, puede ser que esté todo transparente, en el aquí y el ahora, y en ese sentido comenzarán a honrar los vínculos que tengan cabida ante esa claridad. Pero la vida es un cambio constante y atravesar esa realidad y vivirla es un súper compromiso personal. En la medida que se vaya transformando ese vínculo para que se siga satisfaciendo, sin caer en egoísmos o anulando la realidad del otro, todo puede cambiar. Donde hubo algo, al tiempo puede no existir o evolucionar un paso más», señaló.
«Mi única preocupación es que esto se venda ahora como la única forma de garantizar una satisfacción con el otro; que sea solamente el aspecto sexual, dejar el lado la intimidad, de las relaciones de pareja, del afecto y del amor… Y eso no es todo», afianzó.
Otra lectura
¿Ya no podemos aspirar a las relaciones que tuvieron padres o abuelos en su época? ¿Es cuestión de suerte? «No, es cuestión de conciencia», según explicó Isbelia Segnini. «De ver las alarmas que nos da la vida, lo que se nos pone enfrente. Muchas veces tenemos la fantasía de que nuestra vida cambiará cuando nos casemos. Puede que negociemos y cedamos ante nuestras necesidades o valores y ahí es cuando buscamos el fracaso en la estabilidad», describió.
«Los arreglos informales entre dos personas, donde se tienen componentes de conexión emocional y física, pero que operan fuera de la idea convencional de estar en una relación exclusiva y comprometida, están a la orden del día en las nuevas generaciones», manifestó. «Pero eso no quiere decir que no exista un deseo de compromiso a largo plazo».
La idea de que las parejas íntimas deben tener una estructura lineal con el objetivo de alcanzar los hitos de las relaciones convencionales, como la cohabitación, el compromiso y el matrimonio, sigue existiendo y jamás dejará de hacerlo, pero para ello, se requiere que ambos miembros de la pareja estén lo suficientemente comprometidos para trabajar en ello, comentó la especialista.
Amor Antúnez comentó que cuando habla de compromiso en alguna de sus terapias de pareja, a veces se confunde el tema. «La honra, valor, respeto y cuidar los acuerdos a los que hemos llegado con algo que se llama exclusividad sexual y exclusividad afectiva».
Agregó: «X o Y pudieran acordar que su relación va a gozar de exclusividad afectiva. Es decir, que en termino amorosos o románticos, o emociones más profundas, solamente serán ellos dos», explicó. «No habrá nadie más participando y si estos se aparecen, de pronto y sin esperarlos, que puede suceder también, en ese momento vuelven a conversar».
Eso, por un lado. Por el otro, pudiera existir una la exclusividad sexual que, en términos eróticos, y no hablando solamente de coito, sino de todas las manifestaciones eroticorománticas que van a existir entre ambas personas, será solo entre ellos. «Eso también puede ser otro acuerdo. Fíjate que estas conversaciones, distinto a lo que la gente cree, suponen muchos más escenarios genuinos, sensatos, de mucho trabajo individual», determinó Antúnez.
«Tengo años recomendando una serie en Netflix que se llama Love and sex around the world, de Christiane Amanpour, porque nos muestra cómo en el mismo año, pudiéramos estar viviendo realidades amorosas y sexuales completamente distintas a propósito de la cultura y las historias personales», añadió. «De nuevo, rescato el tema de la singularidad, de la individualidad y de, con todo respeto, comunicar y acordar lo que pasará con la relación. Importante: todo debe ser consensuado y voluntario. De hecho, yo me enfoco en el consenso más que en el tema del compromiso», apuntó.
Para Antúnez, también hay que tener clara una cosa: muchas veces, lo que está planteando el otro es todo lo que puede darte. De verdad y de corazón. «Si hacen el trabajo individual y reflexivo de ofrecer una perspectiva genuina de qué quieren, eso nos ahorraría muchísimo sufrimiento», esclareció.
«Insisto, esta historia del amor romántico es un mito que nos ha hecho muchísimo daño, sobre todo a las mujeres. Así que, me parece mucho más ordenado y resiliente, inclusive, que se especifique la forma de llevar la relación, desde los ‘no negociables’, hasta lo que construyo y lo busco con la otra persona mediante el consenso. Esperar que te sean recíprocos porque tu actúas de cierta manera es un error; imaginar que vamos a recibir algo porque sentimos química sexual una noche y todo será un idilio, es un error; esperar un cambio de actitud o valores tras 25 años y tres hijos, es un error», finalizó.
La base es la educación
«Cuando se habla de educación sexual, las personas creen que nos referiremos solo a la educación de genitalidad o solamente de reproducción, disfunción o función, pero no. La educación sexual también es educación para el amor y la familia», señaló Isbelia Segnini. «Empieza con las definiciones básicas del amor a los hermanos, padres, compañeros y amigos. Hasta a los estudios y ahí se va formando una estructura que le da valor al compromiso», agregó.
¿Está faltando entonces la educación sexual en el mundo? «Sí, por supuesto», asentó. «Educación para la vida en familia, sobre todo. Porque se le ha quitado y ha perdido peso su significado. Eso se va formando desde la infancia».
Segnini insiste en que el amor no se ha perdido ni se perderá. Evolucionará. «Existen etapas que están pasando cada una de las personas involucradas en la relación bajo su realidad. Al final del camino, sin embargo, desde el punto de vista histórico, siempre hay una búsqueda de estabilidad. Claro está, con consciencia de que los primeros momentos son de mariposas, pero hay que dar chance de que crezca algo más profundo… O no».
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