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Un pueblo turco en duelo llora a los jóvenes mineros muertos de Amasra

Por AFP
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Sentado en las escaleras de su casa en Ahatlar, en el noroeste de Turquía, el padre de uno de los jóvenes mineros fallecido de Amasra recibe las condolencias de sus vecinos.

Ahatlar, situado frente al Mar Negro, celebra los funerales de tres jóvenes del pueblo muertos en la explosión en la mina de la vecina localidad el viernes, donde 41 trabajadores perdieron la vida.

«Mi hijo se ha ido. Se acabó, estoy destrozado», musita Kemal Yildirim. Su hijo Saban apenas tenía 20 años.

«Fueron amigos los que me dieron la noticia (del accidente) y enseguida corrimos al pozo. Es uno de los últimos que salió, a las 7 de la mañana del día siguiente», apunta.

El gobierno y varios ministros calificaron a los fallecidos de «mártires de la mina» y un familiar colgó banderas frente a la casa en duelo.

Saban entró en la compañía minera pública Turkish Hard Coal Enterprise en 2019 al salir de la universidad. Su esposa está embaraza de gemelos.

Las mujeres se apiñan en una habitación de la casa, mientras los hombres aguardan fuera bajo una lona azul al abrigo de la lluvia.

Jóvenes mineros muertos de Amasra

Cientos de personas han llegado de los pueblos vecinos y escuchan al imán celebrar los funerales por las jóvenes víctimas.

La mujer de Saban abraza su féretro cubierto con la bandera nacional y su retrato.

«Llévenme a mí, no a él», llora el padre, al que parece costarle respirar.

«Un olor a gas»

Según las autoridades, 58 mineros de Amasra sobrevivieron a la explosión y 28 resultaron heridos, algunos de gravedad.

La explosión, al parecer, se debió a la acumulación de grisú, un gas compuesto fundamentalmente por metano, presente en las minas de carbón.

Según su padre, Saban contó a su mujer que la mina olía «a gas» hacía «una decena de días».

La hermana de otro minero fallecido dijo lo mismo al presidente Recep Tayyip Erdogan el sábado ante las cámaras de televisión.

El jefe de Estado se encontraba en un pueblo cercano, Makaraci, que también perdió a cuatro jóvenes en la tragedia.

«Presidente, mi hermano lo sabía, habló de una fuga de gas hace diez o quince días», aseguró la mujer. «Vamos a saltar por los aires, decía. ¿Cómo se pudo permitir tal negligencia? Va a explotar, repetía, él lo sabía».

Tras un corto silencio, el presidente tan solo respondió: «Lamento su pérdida. Que Alá le dé paciencia».

«La voluntad de Dios»

Un familiar de la familia Yildirim cuenta que los jóvenes fallecidos habían empezado en la mina hacía poco.

«¡Eran todos tan jóvenes! Mineros desde hacía solo tres o cuatro años. Es muy triste».

«Es peligroso, provoca un montón de enfermedades… pero, ¿qué podían hacer? Era lo que les daba de comer».

El jefe de Estado turco provocó malestar al evocar, el sábado, un golpe del destino.

«Somos un pueblo que cree en el destino», declaró, rodeado de mineros supervivientes de luto. «Tales (accidentes) ocurrirán siempre. Debemos recordarlo».

La oposición criticó las declaraciones de Erdogan, asegurando que el Estado es responsable de la seguridad de sus ciudadanos.

Manifestantes congregados en Estambul el sábado por la noche gritaron: «No es un accidente, es una masacre».

El responsable de la Cámara sindical de ingenieros y arquitectos, Emin Koramaz, se pronunció con dureza en el mismo sentido: «Si envían a mineros a cientos de metros bajo tierra, sin tomar las precauciones necesarias, sin inspecciones y sin garantizar su seguridad, no pueden hablar de accidente. Es directamente un asesinato», escribió en Twitter.

Pero el imán de Ahatlar, Halit Aydin, se mostró de acuerdo con Erdogan. Esas muertes, afirmó, son «la voluntad de Dios».

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