“Dos Venezuelas: una escapa y muere cruzando el tapón del Darién. Otra se muere por cenar en Las Mercedes o disfrutar un concierto. Una es víctima de coyotes, estafas y trata de personas. Otra sube al Humboldt y paga sumas escandalosas”. Este lapidario mensaje, publicado por Orlando Viera Blanco, embajador de Venezuela en Canadá, no es el único en su estilo. Abundan en las redes sociales los cuestionamientos e incluso lamentos, llamando la atención sobre el aparente y polémico aumento de la desigualdad en el país.
Hace dos o tres años, la disparidad quedó simbolizada en que los llamados bodegones contrastaban con la situación de las personas que se vieron obligadas a hurgar en la basura para comer. Pero ahora el contraste, la desigualdad, está quedando representado en que miles de venezolanos llegaron al extremo de cruzar el Darién, una de las selvas más peligrosas del mundo, mientras que a lo interno del país se abren casinos y se anuncian exorbitantes precios de entradas para conciertos, que se agotan en pocos días.
Bodegones versus personas comiendo de la basura: la brecha de la desigualdad
“¿De qué tamaño es la brecha de desigualdad en Venezuela? Es exactamente del tamaño de la distancia entre la mesa de 7.000 dólares para un concierto de Wisin & Yandel y la selva del Darién”, cuestionó el economista Omar Zambrano.
De acuerdo con las autoridades migratorias panameñas, 28.079 venezolanos cruzaron el Tapón del Darién en los primeros seis meses del año, representando 60% de la totalidad de los migrantes de otras nacionalidades (48.430 en total).
“Dantesco. Los cubanos eran los que más cruzaban el Darién hasta 2022. Ahora la proporción es de 12 venezolanos por cada cubano. Un deslave humano bíblico”, consideró al respecto David Smolansky, comisionado de la OEA para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, al divulgarse las cifras en julio.
Pero el miércoles 17 de agosto Smolansky informó que en julio otros 16.864 migrantes venezolanos cruzaron el Darién.
Y a ellos se suman los que no han logrado cruzar. Al menos 76 venezolanos, incluidos 7 niños, que se adentraron en la selva estaban desaparecidos hasta el 17 de julio, señaló el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA). Y en lo que va de año al menos una decena de venezolanos han fallecido en el Darién.
¿Cómo medir la desigualdad sin cifras oficiales?
El economista Ronald Balza, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), concuerda en que se ha producido un crecimiento de la desigualdad en Venezuela en los últimos cuatro años. Sin embargo, en entrevista con El Nacional, aclaró que se complica responder a la pregunta de ¿qué tan grande es esa brecha? La razón: la inexistencia de datos oficiales.
Destacó que existen elementos que permiten deducir que se ha expandido la brecha de desigualdad. Sin embargo, indicó que los conciertos, los casinos y los bodegones no se deben tomar como indicadores, ni de desigualdad ni de crecimiento económico, sino solo como indicios de que efectivamente hay transacciones que algunas personas pueden hacer y otras no.
“Con los bodegones y con los conciertos solo podemos ver que hay transacciones que unos pueden hacer, al mismo tiempo que otros no pueden. Pero en principio esto no es un indicador de cuántos lo pueden hacer y cuántos no. Si pensamos, por ejemplo, en el tamaño de la sala de conciertos o en el tamaño de los locales de los bodegones y cuánto tiempo duran esos conciertos, qué tan llenos están los bodegones, podemos darnos cuenta de que no es mucha gente dentro del total de la población la que puede hacer esas transacciones”, señaló.
“Hay que tener cuidado de no considerar que por eso (porque unos tienen acceso y otros no) entonces no debería haber conciertos ni debería haber bodegones”, agregó.
Conciertos, ni sirven para medir la desigualdad ni son indicios de crecimiento
El economista consideró que los conciertos no solamente son una respuesta a la capacidad de pago que algunas personas tengan en Venezuela, sino que debido a la pandemia de coronavirus los artistas perdieron fuentes de ingresos que con el levantamiento de las restricciones están tratando de recuperar.
“Los artistas no podían estar en eventos masivos, por ello en ese tiempo habría quienes tuvieron que vivir de sus ahorros porque no tenían cómo generar ingresos. Y por ello las giras ahora incluyen a Venezuela. Ahora bien, que los precios en Venezuela son más altos que en otros países es algo que se ha resaltado mucho”, dijo.
En ese sentido, consideró que se debe tomar en cuenta que la cantidad de personas que asiste a los conciertos en Venezuela suele ser relativamente pequeña debido a los espacios limitados en los que se realizan los eventos. Lo que podría estar incidiendo en que los boletos sean más costosos que en otras latitudes.
“Así que, en resumen, no son indicadores con los que se pueda decir que sabemos qué tan desigual es nuestra economía; ni tampoco permiten decir que tenemos crecimiento en la economía venezolana. Para hablar de crecimiento necesitaríamos otro tipo de estadísticas como el producto interno bruto, que muestren las distintas ramas de actividad económica”, afiirmó.
“Vemos que hay conciertos y bodegones, pero no vemos que haya nuevas inversiones para completar los trenes que quedaron detenidos en distintas partes del país, ni vemos que haya nuevas inversiones en petróleo; no vemos inversiones en servicios públicos, como en agua, por ejemplo”, resaltó.
Espejismos
Balza también ejemplificó el espejismo que puede significar guiarse por aspectos superficiales, refiriéndose a la recuperación de espacios de la Ciudad Universitaria de Caracas.
“Lo que hemos visto sobre la recuperación de la Universidad Central de Venezuela tiene que ver con la estructura física, pero no hemos visto que las condiciones de vida de los profesores hayan mejorado, que son quienes permiten que esos espacios sean ocupados”, dijo.
Elementos que permiten deducir que aumentó la desigualdad
Balza explicó que, pese a todo y ante la opacidad en las estadísticas oficiales, existen elementos que han permitido deducir, mas no medir, un incremento de la pobreza.
Mencionó la importancia de las encuestas, tanto de empresas privadas como de las universidades, como una orientación para evaluar el contexto, al menos en lo que concierne a posibles variaciones en los ingresos de la población.
“Pero allí también se presenta el problema de cómo llevar esas encuestas a tener una representatividad nacional. Así que las cifras oficiales no son fácilmente sustituibles”, manifestó Balza.
La destructiva hiperinflación
A título personal, señaló que algunos elementos le permiten deducir que en los últimos cuatro años aumentó la pobreza y la desigualdad en Venezuela. Mencionó, en primer lugar, la hiperinflación, que tildó como un proceso destructivo.
Explicó que al igual que lo que sucede con los conciertos, en el entorno de la hiperinflación estaba a la vista que había personas, empresas y organizaciones que pudieron hacer pagos por los bienes o servicios que estaban en venta. Lo que reflejaba desigualdad, pues había quienes tenían medios de pago a pesar de las fuertes distorsiones que ocasionaron precios inalcanzables para muchos ciudadanos. Y esto, a la vez que comenzó la oleada migratoria, desnutrición, empresas que cerraron y una fuerte contracción del PIB (-74% entre 2014 y 2020).
Hubo un proceso de desahorro
El economista destacó asimismo que otro elemento que permite suponer un aumento de la pobreza y la desigualdad, luego de la espiral hiperinflacionaria, tiene que ver con que, para poder cubrir sus gastos en materia alimentaria, parte de la ciudadanía tuvo que recurrir a sus ahorros ante la pérdida de poder de compra de los ingresos que obtenían o que, en su defecto, dejaron de obtener.
“En el contexto de la hiperinflación es posible que quienes tenían ahorros hayan empezado a utilizarlos. Para mí ese es un elemento importante de las causas de la dolarización. Ocurrió porque empezaron a usar sus ahorros en dólares para comprar alimentos. Así que hubo un proceso de desahorro”, señaló Balza.
Si no hay crédito se usan los ahorros
En algunas economías, como la estadounidense, suele hablarse del aumento de la deuda de las personas en la medida en que los ingresos no les alcanzan, pues recurren por ejemplo a las tarjetas de crédito. Pero eso no aplica en el caso de Venezuela, donde la cartera crediticia es prácticamente inexistente debido al elevado encaje legal, que llegó a ubicarse en 100% por resolución del directorio del Banco Central de Venezuela del 8 de enero de 2019.
En abril de 2020 el encaje se redujo a 93%; posteriormente, en enero de 2021, se redujo a 85%. Actualmente, por resolución publicada en febrero, se ubica en 73%. Una cifra que sigue siendo muy elevada como para que se reactiven eficientemente los créditos.
Por ello, en un contexto de inexistencia del crédito y en pleno pico de la hiperinflación, es deducible que los venezolanos que tenían ahorros, les echaron mano.
“A las personas les preguntas cuánto ganan, dicen la cifra y ves que comparada con la canasta básica no les alcanza para los alimentos. Posiblemente si les preguntan cuánto gasta, responde que gasta más de lo que gana. Y cuando nadie le puede prestar, de allí se deduce que desahorró”, expuso Balza, aludiendo a las encuestas como la que realiza la UCAB para calcular la pobreza.
Índice de Gini
Normalmente, cuando se trata de evaluar la desigualdad, se recurre al coeficiente de Gini. Y en ese sentido, en retrospectiva, es notoria la ironía que suelen representar los índices para Venezuela, pues una de las mayores razones de regocijo en el gobierno de Hugo Chávez por varios años fueron los resultados favorecedores que arrojaba el coeficiente de Gini.
El índice de Gini es un indicador que procura echar un vistazo a los niveles de desigualdad de un país. No se enfoca en el nivel de riqueza o pobreza sino en la disparidad en los ingresos de los que ganan más y los que ganan menos. Teóricamente, un país muy pobre podría tener un índice de Gini bajo si todos sus ciudadanos tuvieran ingresos similares.
Supongamos que en un país cualquiera la totalidad de sus habitantes gana 10 dólares al mes. Ese país tendría un índice de Gini 0, aunque los salarios sean insignificantes. A la vez, otro país podría tener un coeficiente más desigual (más cercano a 1) si por ejemplo una parte de la población devenga 1.000 dólares al mes, pero una minoría obtiene ingresos de 100.000 dólares al mes. Aunque en el segundo caso se trata a todas luces de un país significativamente más rico, el primero sería considerado más igualitario.
Para el cálculo se comparan los ingresos de la población, arrojando un coeficiente que va de 0 a 1, donde 0 representa la igualdad absoluta y 1 la mayor desigualdad. Por lo tanto, entre más pequeño sea el valor significa que esa nación es más igualitaria, al menos en lo que concierne a los ingresos.
Coeficiente de Gini en Venezuela
En lo que compete a Venezuela, de acuerdo con el registro del Instituto Nacional de Estadística (INE), desde 2013 hasta 2020 el índice de Gini estuvo en valores por el orden del 0,3. En 2020 el coeficiente fue de 0,386. Por lo que, a juzgar por las cifras de esa fuente, pese a la crisis económica, Venezuela se mantuvo en la última década como el país menos desigual de América Latina.
En otras palabras, aunque los ingresos fuesen bajos para la generalidad de la población -que ha percibido sueldos mínimos por debajo de 2 dólares- la diferencia entre quienes ganaban menos y quienes ganaban más no fue demasiado pronunciada.
Pero así como la FAO premió en 2014 y 2015 a Venezuela por su política alimentaria, y en 2016 detonó en toda su magnitud la fuerte escasez de alimentos y una grave crisis nutricional; y así como previamente, en 2008, Venezuela fue nombrado el país más feliz del mundo por la Guinness World Record, y actualmente ocupa los últimos lugares del Índice de Felicidad Mundial; de la misma manera la calificación del país más igualitario de la región según el índice de Gini se revirtió y Venezuela se convirtió en una nación cada vez con más desigualdad, aunque, como se ha mencionado anteriormente, existen enormes dificultades de medición debido a la opacidad en las cifras oficiales y la existencia de una economía subterránea.
Si se compara el índice de Gini de 2020 registrado por el INE con el coeficiente que presenta el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su página web, se evidencia un aumento en la desigualdad, pues se ubica en 0,41.
El país con más desigualdad en América Latina
Pero la magnitud de la desigualdad y la pobreza en Venezuela queda más clara en el informe de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) que elabora la Universidad Católica Andrés Bello y que se ha convertido en una fuente primordial para evaluar la situación de pobreza en el país.
En primer lugar, cabe mencionar que el índice de Gini que recoge la Encovi en su informe difiere del registro del INE. Según la información de la Encovi, el coeficiente se ha mantenido por encima del 0,4 desde 2014, con un pico sustancial en 2017 cuando se ubicó en 0,681. Para 2021 reflejó un índice de 0,567.
“Con la desigualdad de 2021, seríamos el país más desigual de América”, señala el informe.
94,5% de pobreza
“Aumenta la severidad de la pobreza. Los hogares se alejan de la frontera de su superación y en consecuencia sigue creciendo la pobreza extrema”, señaló la Encovi al detallar que 76,6% de los venezolanos finalizó 2021 viviendo en la pobreza extrema. El número aumenta hasta 94,5% al considerar la pobreza total. Es decir que, a juzgar por esos números, solamente 5,5% de los venezolanos está fuera del umbral de la pobreza.
Comparativamente, una década antes la pobreza extrema se ubicaba en 9% y la pobreza total en 33,2%. Por lo que, aunque sea complicado evaluar qué tan grande es la brecha entre los más pobres y los más ricos, lo cierto es que -siempre en función de la Encovi- la pobreza total aumentó 61 puntos entre 2011 y 2021, y la pobreza extrema ascendió 67 puntos en el mismo período.
Bajos ingresos
De hecho, los investigadores de la Encovi destacaron que la desigualdad no es el problema de fondo para entender los bajos ingresos.
“Si distribuyéramos todo el ingreso de las familias equitativamente entre ellas, el promedio per cápita sería de 30 dólares por venezolano al mes, es decir 1 dólar por persona al día. Bajo ese escenario imaginario de igualdad absoluta, no sólo todos seríamos pobres según la línea de pobreza internacional de 1,9 dólares por día, sino que tendríamos que duplicar el ingreso nacional y distribuirlo equitativamente nuevamente para seguir siendo pobres pero no extremos”, se lee en el informe.
Es decir que en el escenario hipotético de que se duplicaran los ingresos totales de la población del país y se distribuyeran equitativamente, efectivamente se lograría superar la pobreza extrema. Pero la totalidad de la población permanecería en pobreza, incluyendo a ese 5,5% que se encuentra fuera del umbral de la pobreza.
“Ese 5,5% no necesariamente es rico o enchufado”
Al respecto, Balza destacó que no necesariamente la totalidad de ese 5,5% de la población que está por encima del umbral de pobreza puede ser considerado como rico.
“Quienes hayan tenido un poder de compra superior al nivel de pobreza no necesariamente estaban demasiado lejos de la canasta alimentaria. No necesariamente tenían un nivel de ingresos tan alto como para pensar que es un enchufado, o que tienen un nivel de gasto extraordinariamente alto que les permite hacer compras de lujo. Es decir, estar por encima de la línea de pobreza puede ser muy poca cosa en términos de la capacidad para darse lujos”, indicó Balza.
Regiones más pobres que otras
El economista también se refirió a la carencia de cifras en el ámbito regional y mitigó la idea de que unos estados son significativamente más pobres que otros.
Dijo que tradicionalmente, en décadas anteriores, los estados más empobrecidos solían ser Sucre o Trujillo. “Pero no sabemos cómo pudo haber cambiado eso durante estos años porque realmente no tenemos información”, aclaró.
Y advirtió que «es peligroso dejarse llevar por las evidencias anecdóticas». Ello refiriéndose, por ejemplo, a comentarios de que se ha producido una migración interna hacia Caracas, especialmente desde Maracaibo por las fallas en los servicios públicos, sin que haya cifras que lo confirmen.
“Y uno podría preguntarse si esas personas, en realidad, se fueron a otra parte de Maracaibo, o efectivamente a Caracas, o a otras partes del mundo. Como no tenemos ese tipo de información, lo que sabemos es que hay regiones del país en las que carencias son visibles para todos”, indicó.
Y resaltó que la creencia de que la capital del país es menos pobre que el resto de Venezuela, puede estar sesgada.
“Con frecuencia se dice que en Caracas está mejor que otras partes del país porque el servicio de luz y de agua dura más tiempo. Pero también hay que reconocer que depende sobre qué parte de Caracas se está diciendo este comentario. Porque en las zonas de Caracas donde no vive la gente con mayores ingresos, el acceso a los hospitales y servicios públicos puede ser difícil. Entonces, la pobreza vista con la idea de que hay unos estados más favorecidos que otros puede hacer que incluso la pobreza que hay en Caracas -que puede ser tanto de ingresos como de acceso a los servicios- se subestime”, explicó.
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