«A writer is essentially a spy / Dear love, I am that girl» (ANNE SEXTON)
Existe en el mundo una cultura woke tendente a la visión políticamente correcta de la justicia social y la igualdad que encaja con el pensamiento liberal de la izquierda. Vivimos en un mundo interconectado. Y este mundo se enciende a través de algo tan sencillo, pequeño y manejable como un celular. Las noticias, los avisos y los bulos –fakenews– se difunden a la velocidad de la luz (nunca mejor dicho).
Por ejemplo, lo que ocurre en un refugio de Uganda se convierte en noticia viral cuando una celebridad comparte el vídeo del baile de los niños huérfanos dando un like, es decir, marcando ese video como algo que a él le gusta en una red social en la que este personaje famosísimo tiene cientos de miles de seguidores. Así, en el océano de Internet se contagia la alegría de esos críos en forma de virus saludable. (MasakaKidsAfricanadancing, YouTube, circa 2021). *
A uno le gusta o no le gusta, el caso es que es que el baile resulta gracioso. Detrás de esa danza, hay una idea revolucionaria contrapuesta a aquella otra de «los ricos también lloran» que es que «los pobres también ríen«.
La cultura woke –guouk calcha– respalda movimientos contra el racismo (#BLACKLIVESMATTER) que desgraciadamente todavía impera entre algunos miembros de la policía estadounidense. Con la ayuda de grabaciones hechas por ciudadanos negros americanos (y aquí empleo «negros» en lugar de escribir «afroamericano» u «hombre de color» porque me parece igualmente ridículo escribir «hombre de raza caucásica» cada vez que quiera referirme a un hombre «blanco«). Está claro que el racismo no tiene cabida en una sociedad justa e igualitaria. Menospreciar a un individuo por su raza, sexo o ideología es absurdo.
La tendencia guouk reescribe obras literarias clásicas como Huckleberry Finn de Mark Twain suprimiendo términos como «nigger» (negro) y sustituyéndolo por «slave» (esclavo). ¿Merece la pena esto? ¿Acaso hay alguien tan arrogante que se atreva a querer adecuar el mundo entero a su gusto? («Censoring Mark Twain’s ‘n-words’ is unacceptable», Peter Messent; The Guardian, 5.01.2011). **
En la sociedad española, creo que afortunadamente no sucede todavía en la hispanoamericana, esta cultura «despierta» (entiéndase la ironía) emplea un lenguaje llamado inclusivo por los defensores del mismo en el cual leemos -y oímos- la duplicidad redundantemente innecesaria del género femenino para todo. Solo en algunos casos, muy pocos, uno entiende su uso. Al dirigirse a un público es de agradecer la fórmula de cortesía «señoras y señores» o «damas y caballeros», mas, por increíble que parezca, cada vez más gente dice «hombres y mujeres», «políticos y políticas», «profesores y profesoras», «alumnos y alumnas», «miembros y miembras», etcétera. Este discurso alarga de manera insufrible el contenido de cualquier texto, y hay que decir, no ayuda a las mujeres. De hecho, esta actitud woke/guouk hace daño a nuestra lengua española. La estropea y la vuelve aburrida, pesada y sosa.
Tratar de suavizar la realidad para evitar herir a la gente no tiene mucho sentido. La realidad es la que es, y las palabras sirven para nombrarla. Cambiemos la realidad antes de transformar los nombres (y las nombras).
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