«Impactante», «muy impresionado, «totalmente desagradable», «de sorpresa», «alegría y tristeza al mismo tiempo», son palabras que describen la primera impresión que tuvieron cinco venezolanos al recibir la noticia del golpe de Estado a Hugo Chávez, y que recuerdan 20 años después. La coincidencia: «algo malo para todos».
El miedo, la incertidumbre y la preocupación pensando en lo que vendría después se apoderaron de todos ellos. Chavistas y opositores explicaron a Efe, pasadas dos décadas, que no fue una fórmula acertada y que en un sistema democrático no tiene cabida un golpe de Estado.
Unos querían que Chávez, quien llevaba poco más de tres años en el gobierno, continuara en el poder, mientras otros ansiaban un cambio, pero por la vía democrática, sin la violencia que, inevitablemente, lleva aparejada un acontecimiento de estas características.
«Impactante»
Aida María Fernández, docente jubilada de 63 años de edad, recuerda la noticia como algo impactante. Sobre todo para las clases populares del oeste de Caracas, de donde esta mujer, abiertamente chavista, procede.
«Fue impactante. Todo el oeste de Caracas estaba con Chávez. En realidad, sabíamos de dónde venía todo y todas las personas se prepararon y salieron a la calle para buscar una respuesta positiva y el regreso del comandante. En ese entonces estaba comenzando el proceso, estábamos en un cambio», dijo Fernández a Efe.
Sin pensarlo dos veces, recorrió su comunidad para explicar a sus vecinos lo que estaba pasando, segura de que «todo era una componenda» y que querían cambiar el sistema. «La oligarquía venezolana no quería perder el poder», dijo.
«Alegría y tristeza»
Jorge Morán, electricista de 59 años de edad, reconoce que sintió alegría al pensar que Chávez se iba y que otros tomarían el poder. Pero la sensación duró poco. Al ser consciente de que un suceso semejante solo podía dejar sangre y muerte, el regocijo se tornó en tristeza.
«La primera sensación mía fue de alegría y al mismo tiempo tristeza porque hubo muchos muertos, pero sí me alegré un poquito. El impacto de que se iba ese señor fue grande. Nos afectó a todos porque veníamos más tranquilitos y a partir de ahí comenzó ya el tiroteo, el desorden», recuerda Morán.
Tras recibir la noticia, que lo agarró regresando del trabajo, se fue a su casa, cerca de la sede de la Presidencia, lo que le produjo una desazón inmediata porque «como todo fue alrededor de Miraflores, en lo que uno piensa es en la familia».
«Totalmente impresionado»
Armando Acosta, técnico de 62 años de edad, quien rechaza con vehemencia cualquier acto semejante, recuerda que se quedó «totalmente impresionado» por lo que se vivió aquel día, en el que «muchos niños y niñas y personas vulnerables observaron y vivieron ese momento».
Acosta, quien reitera que el suceso fue lamentable, asegura que lo tuvo claro desde el primer momento: «Fue un secuestro y realmente se ve la injerencia de otro país, de un país hacia otro país. Cada autonomía de cada quien, la decisión de la mayoría se tiene que respetar. No hay razón por la que deba existir una injerencia de un país a otro. No estoy de acuerdo con nada de eso».
Cuando ya la noticia había recorrido la geografía venezolana y Caracas vivía momentos de extrema tensión, el hombre se resguardó en su casa para evitar cualquier situación adversa, ya que fue un momento muy difícil porque no se sabía qué podía suceder.
«Desagradable»
Elisabeth Téllez, de 52 años de edad, siente escalofríos al recordar aquella jornada que califica de totalmente desagradable y muy impresionante lo que vio en la calle, que prefiere no describir con detalle.
«Para mí fue impresionante ver lo que vi en la calle, ver gente corriendo. No fue nada nada agradable. Como venezolana y base demócrata cien por ciento, de familia bien educada, triste, totalmente triste», dijo Téllez a Efe.
Recuerda que, al reaccionar tras el primer impacto, se quedó paralizada, sin poder moverse para ningún sitio porque el toque de queda impedía salir o ir hacia un lugar distinto. Veinte años después relata con tristeza los momentos de incertidumbre que vivió.
«Sorpresa»
Para José La Rosa, taxista de 60 años de edad, se trató de un hecho inesperado. Como para la mayoría de venezolanos, que no creían que algo así pudiera ocurrir en su país, cuando Chávez apenas llevaba tres años en el poder.
Abiertamente opositora, La Rosa lo recuerda con menos impresión que el resto de sus connacionales. Considera que todo estaba «orquestado por el régimen» para ver quiénes estaban con ellos y quiénes no.
La sorprendente tranquilidad con que se lo tomó, según recuerda, hizo que continuara con sus labores diarias, como si nada hubiera ocurrido: «En ese momento yo trabajaba en el ramo licorero y estaba en la calle trabajando y seguí trabajando normalmente».
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