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Amar y educar o no hacer nada

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«Love means never having to say you’re sorry» (ERICH SEGAL)

Amar significa no tener que decir nunca lo siento« le decía Jennifer Cavilleri (Ali MacGraw) a Oliver Barrett (Ryan O’ Neal) en la película Love Story*. La historia de amor protagonizada por dos jóvenes estudiantes universitarios recuerda en cierto modo a la tragedia shakespeariana de Romeo y Julieta.

En ambos casos los enamorados se enfrentan a las familias que no ven con buenos ojos esa relación. La familia de los Barrett no quiere nada con los padres de Jennifer, que son inmigrantes italianos. Los Cavilleri, por su parte, acogen enseguida al novio de su hija sin pensar en su posición social privilegiada en Harvard, siendo un prometedor estudiante de Derecho y jugador de hockey en el equipo de la universidad. No parecen interesados en esto. Solo les preocupa la felicidad de su hija. La quieren. La triste historia de amor está basada en la novela homónima de Erich Segal. No sabría decirle si es mejor la novela o la película (Love Story – A. Hiller, 1970). A mí me han hecho llorar las dos.

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Hay muchas formas de amor. Una de ellas es el amor de un padre a un hijo, que es incondicional. El amor de un hijo a un padre debería ser también de este signo. Otra de las manifestaciones de amor es la emoción de los enamorados, de Oliver y Jenny, de Romeo y Julieta…

El amor de un padre o una madre significa muchas cosas a la vez. Por descontado, este encierra cariño, entrega y ternura, pero además supone una preocupación por la seguridad de su hijo y su educación. A un hijo no se le educa sin hacer nada. Educar es hacer algo. Y es que habrá padres que crean que los críos se educan solos, en una atmósfera de libertad total, de libre albedrío. No consideran que la disciplina sea necesaria. No creen que su vástago tenga que sufrir. Para que su retoño sea feliz le procuran la felicidad mostrando el Mundo de Yupi sin dolor. Estos padres son los que regalan a sus hijos lo que pidan ignorando cosas tan esenciales como enseñarles a entender la reserva, la célebre resiliencia o el sacrificio. La educación a veces consiste en decir «no» y mantenerse firme en la negativa. Eso es disciplina.

Estos días de febrero de 2022 ha ocurrido algo terrible en nuestro país que guarda relación con el amor y el desamor, el egoísmo y, quién sabe si la locura o la mala educación. Vivimos un tiempo de pérdida de sentido común. Estamos inmersos en remolinos de irrealidad. Confundimos la vida con un juego de rol. Y, por paradójico que parezca, uno aprende a detectar esta confusión de lo que pensamos, hacemos y querríamos haber hecho a través de vídeos compartidos en redes sociales como el de la adolescente que se hace una fotografía a sí misma con un pez recién cogido del mar y equivoca el destino del pescado al final. Ya sabe, hoy si no dejamos constancia fotográfica de lo vivido, seguramente sea mentira o no exista. Quizás se pregunte, amable lector, qué relación guarda la cita de Segal con esta columna, y le explico que tiene que ver con lo que un hijo debería haber escuchado al menos alguna vez en su vida.

https://twitter.com/TheDarwinAwar6s/status/1493170660331646978?s=20&t=FVAT9qsFexc1rk_JPkdIFQ

*Love Story, director Arthur Hiller, 1970.

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