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Rompa el cristal en caso de incendio

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«Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:36–40).

Podemos decir que hoy entendemos la vida de una forma distinta a cómo la entendíamos antes. Nadie vive sin tamagotchi. Todos vivimos nomofóbicos perdidos en una sociedad que no mira directamente a la cara de nadie. Lo que queremos es rollo de película, acción, sorpresa, entretenimiento. Hablamos cómodamente a través de redes sociales sin dejarnos ver. No existen secretos. Paradójicamente, uno contempla desde la cercanía fácil de una pantalla el atropello de un desconocido, borracheras, explosiones, peleas, volcanes, meteduras de pata, conversaciones privadas a micrófono abierto, la muerte, el cuerpo desnudo de una mujer. Y creemos que lo sabemos todo, pero no sabemos casi nada. Ese dispositivo diminuto, esa varita mágica nos acerca la información que buscamos en segundos y nos engañamos pensando que lo tenemos, mas no es así porque la información no es el conocimiento.

Podemos decir que hoy entendemos la vida a través de las redes sociales. Quien carece de una cuenta en Facebook, Twitter, Instagram o TikTok es rara avis. Solo he citado cuatro, sin embargo, hay muchas más. En una de estas redes, concretamente en TikTok, aparece el vídeo controvertido del enfrentamiento de un adolescente con los serenos de la calle. Sucede en el distrito rico de Miraflores en la capital de Perú. Según apreciamos en las imágenes, las chaquetas del serenazgo dicen La Punta, que es otro distrito. Sea como sea, el adolescente recuerda una y otra vez su posición social de privilegio frente al origen humilde de los vigilantes. El joven se encara con ellos. En España vemos la grabación del quilombo o gresca en los informativos («Las redes se ríen de un joven que fanfarronea de papá ante un policía en una calle de Perú«.- Informativos Telecinco.es; 12.1.2022)

Podemos decir que hoy entendemos la vida a través de la realidad o la mentira, y que está en nosotros dudar, cuestionar lo que nos ofrecen y lo que es verdad. Uno ya no sabe si la película que nos llega es fruto de la realidad o si por otro lado es un producto precocinado. Lo que sucede es a grandes rasgos esto:

Una calle oscura en un barrio de Lima. Anochece. Un adolescente visiblemente alterado insulta y amenaza a uno de los vigilantes que le ha roto una botella. Esto no está del todo claro puesto que la grabación no recoge el momento. El serenazgo y la policía que es avisada por el jaleo y se presenta en el lugar de los hechos tratan de calmar al chico. El joven se dirige a uno de los serenos y le dice «huevón», «muerto de hambre», «mi padre es abogado», «a ti te van a botar del trabajo». Parece ser que la intención de quienquiera que estuviese grabando la escena era compartir un vídeo de humor. En un momento dado, el muchacho llama a su padre desde su smartphone para «poner en su sitio» al serenazgo. El caso es que la cámara sigue grabando el episodio. Llega el padre que pone en su sitio a su hijo. El hijo, consentido y maleducado, no cree que su propio padre le grite que se calle, le llame ‘mierda’ y se detenga a escuchar a los agentes. El chaval -de unos dieciocho años- quiere interrumpir a su padre en varias ocasiones. Este no se lo permite y le recuerda que están bajo toque de queda por restricciones sanitarias (COVID-19).

Podemos decir que hoy entendemos la vida desde muchos puntos de vista diferentes. Uno no está satisfecho con una sola perspectiva y lee más («PERÚ Miraflores: serenos y agentes de la PNP son víctimas de ataque racista durante intervención«.- Infobae.com; 9.1.2022). Si esto es así, caben muchas preguntas. Por ejemplo, ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo un adolescente sin repajolera idea de qué va la vida se atreve a descalificar a un vigilante nocturno que hace su trabajo?

La sociedad feliz que disculpa a los jóvenes engreídos como el protagonista de Miraflores tal vez debería reconsiderar su posición. No deja de extrañar el hecho de que un padre estricto como este de Lima eduque hoy tan bien a su hijo. Uno se pregunta dónde ha estado los otros años. ¿Dónde ha estado el padre de este chico cuando tenía diecisiete años? ¿Dónde ha estado cuando tenía dieciséis? ¿Dónde ha estado cuando tenía quince, catorce, trece años?

La escena limeña da mucho en qué pensar. Desgraciadamente no sucede solo en Lima, sino en muchas otras partes del mundo. Hace falta educación. Y hace falta buena educación. La premisa primera consiste en respetar al prójimo. Así de sencillo. Al final uno vuelve a la doctrina, «ama al prójimo como a ti mismo».

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