Existe un proverbio o dicho muy conocido de la lengua castellana por el que se afirma que “toda situación depende del color del cristal con que se mire”. Tal aforismo cobra patética actualidad si lo aplicamos al tema de la vacunación anticovid visto desde Venezuela frente a lo que se vive en otros países (no solamente ricos y primer mundistas) en la materia.
Mientras en Venezuela la población clama por el acceso a vacunas cuya existencia resulta esquiva para la inmensa mayoría y el gobierno recurre a múltiples argucias para justificar su ineficacia, en Estados Unidos las autoridades meten mano a recursos publicitarios para incentivar a la población a recibir la tal vacuna, cuya disponibilidad excede ya la necesidad.
En Venezuela, la población ha tenido que soportar el rechazo gubernamental de la vacuna Astra-Zeneca, aceptada en la mayor parte del mundo y también la decisión eminentemente política de adquirir vacunas chinas, rusas y hasta dosis experimentales de una “aguita” cubana llamada Abdala. De allí han seguido las excusas de que el mecanismo internacional Covax nos excluyó de sus programas, pasando por la mentira de que el sistema financiero internacional no ha permitido cancelar la mercancía, siguiendo por la verídica situación de que la vacuna Sputnik no se consigue porque en Rusia decidieron priorizar la inoculación interna antes que continuar exportando, que los datos de la china solo están escritos en su idioma, que Biden tranca los vuelos, etc.etc.
En otros países (Israel, Corea del Sur, Gran Bretaña, Uruguay, etc.) ha sido posible vacunar ya a mayoritarios sectores con primera dosis y se está en camino de completar la segunda.
En Estados Unidos el tema es al revés: el gobierno, después de haber distribuido varios centenares de millones de dosis, tiene tal disponibilidad de vacunas –gratuitas– de manera que en cualquier farmacia, supermercado, o hasta en estacionamientos públicos y parques se puede obtener vacunación sin siquiera pautar cita previa lo cual ha permitido-entre otras cosas- un pujante negocio de turismo extranjero para ese objetivo.
En radio y televisión se hacen campañas pro inmunización y se trata de convencer a una importante proporción de gente que no cree o no desea vacunarse. También es cierto que el tema tiene una dosis de politización toda vez que las encuestas revelan que la vacunación ha sido mucho más efectiva en las jurisdicciones donde triunfó Biden (demócrata) que en aquellas donde lo hizo su rival (Trump). Las mismas estadísticas revelan que en el actual rebrote de la ola de contagios casi 95% de los afectados son gente que no se ha vacunado ya sea por convicción, por desidia o por llevarle la contra al gobierno.
Lo anterior ha resultado en situaciones tan insólitas como ridículas. En Florida, por ejemplo, el gobernador De Santis –fulgurante nueva estrella del extremismo trumpista– ha prohibido que los cruceros que zarpan de sus puertos puedan exigir prueba de vacunación a tripulantes y pasajeros por ser ello un atentado a la privacidad. Resultado: la industria –que genera 160.000 puestos de trabajo– está parada mientras el asunto se discute en los tribunales para resolver si tal prohibición es legal o no lo es. En tribunales estadales de menor nivel hay quienes denuncian la vacunación obligatoria como violatoria de su derecho a la administración de su cuerpo. Pregunta: ¿para ingresar al colegio no se requerían y requieren aún pruebas de inmunización de distinto tipo?
En Francia el presidente Macron ha resumido el asunto afirmando que existiendo la vacuna, ahora quienes deben hacer cuarentena en su casa son los que rehúsan vacunarse, pues son un peligro sanitario para quienes ya se han inmunizado y por tanto desean y tienen derecho a reanudar su vida prepandemia.
En estos mismos días el gobierno federal norteamericano está sopesando la legalidad y conveniencia de exigir vacunación obligatoria para sus empleados del sector salud que tienen contacto con pacientes. En las fuerzas armadas ya lo es. En otros sectores hay resistencia. El tema es políticamente sensitivo.
Así, pues, mientras usted lector venezolano repasa estas breves notas, seguramente podrá formularse una justa pregunta: ¿será que al menos para vacunarse es mejor vivir en donde hay vacunas o seguirá siendo mejor estar en Venezuela, Cuba, Nicaragua u otro paraíso revolucionario donde lo que existen son excusas pero no vacunas? ¿Será que todo depende del cristal con que se mire?
@apsalgueiro1
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