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Héctor Mujica: Sociología de la comunicación

“Mujica eleva una interrogante: ¿es tan mostrenca la cultura de masas, tal como la presentan sus críticos? Ni la categoría de Industria Cultural sirve para ponderar lo masivo. Impera el sesgo ideológico y el determinismo económico”

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Vida de sociólogo

Héctor Mujica (Lara, 1927 – Mérida, 2002). Graduado en Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Letras (UCV, 1951). Egresado de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (1956). Fue director y fundador de la Escuela de Periodismo de la UCV. Presidente de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP, 1967-1968) y del Colegio Nacional de Periodistas (1976-1978). Recibió el Premio Nacional de Periodismo Independiente en 1969 y el Premio Nacional de Periodismo en 1980. Entre sus obras destacan: Estado actual de los medios de comunicación en Venezuela (1960); El imperio de la noticia (1975, 1982) y Sociología de la comunicación (1980).

Industria cultural y cultura mosaico

El profesor Héctor Mujica propone una sociología de la comunicación que se apoya en la filosofía de la comunicación de Theodor Adorno y Max Horkheimer, fundadores de la Escuela de Frankfurt; en la sociodinámica de la cultura de Abraham Moles y en la teoría latinoamericana de la comunicación de Antonio Pasquali y Luis Ramiro Beltrán.

Adorno y Horkheimer acuñan el término Industria Cultural para designar que los medios masivos estandarizan la cultura. Al darles la palabra dirían: “La civilización actual concede un aire de semejanza. Films, radio y semanarios constituyen un sistema. Las manifestaciones estéticas, incluso de los opositores políticos, celebran del mismo modo el elogio del ritmo de acero”.

Moles introduce la expresión Cultura Mosaico para describir que los medios fragmentan y, por ende, descontextualizan mensajes informativos y ficcionales. Convertir la cultura en un mosaico de ideas y de expresiones “no proviene de un esfuerzo por lograr conocimientos articulados, sino de una aportación permanente del medio exterior que se nos presenta bajo múltiples aspectos (carteles publicitarios, prensa, radio, televisión, discos”. Por su parte, Beltrán y Pasquali, en la década de los setenta, plantean que América Latina requiere de políticas nacionales de comunicación para fortalecer la democracia en la región.

El éxito de la comunicación

El proceso comunicacional es muy complejo, un mismo mensaje se puede interpretar desde enfoques culturales disímiles. La comunicación cobra sentido desde la cultura local y global, incluso desde la cultura mediada, hoy en día, por la Internet.

Héctor Mujica, refiriéndose a los medios masivos tradicionales, televisión, radio y prensa, indica que “un mensaje dirigido a la opinión pública perfectamente elaborado puede proporcionar resultados contraproducentes. Baste recordar los famosos ‘gallups’ y las predicciones sobre la eventual derrota de Roosevelt en Estados Unidos, así como el hecho de que la inmensa mayoría de la prensa hubiese estado en su contra, y los resultados de la elección”.

Hay que conocer al público antes de elaborar el mensaje. Pareciera obvio lo dicho, pero muchos soslayan este factor crucial de la comunicación. En esta orientación, el profesor Mujica se refiere a la teoría de la comunicación del estadounidense Wilbur Schramm, con el fin de sugerir cuatro condiciones idóneas para el buen éxito de la difusión masiva:

“1) Atención del destino: el mensaje debe entregarse de modo que obtenga la atención del destinatario. 2) Experiencia común y destino del destino de la fuente. 3) Debe despertar necesidades de la personalidad en el destino. 4) Maneras adecuadas de satisfacción: el mensaje debe sugerir, para la satisfacción de tales necesidades, una manera que sea adecuada a la situación de grupos en que se encuentra el destino en el momento en que es impulsado a dar la respuesta deseada”.

A pesar de estas recomendaciones, no se puede predecir con certeza el efecto determinado de un mensaje en la sociedad. El éxito de la comunicación que propone Mujica se apoya en la deontología periodística que cuestiona las estrategias de persuasión comercial y de propaganda.

Estereotipos y representación

El término estereotipo se ha asociado con estas ideas: forma de representación cultural que transforma algo muy complejo en algo muy simple. Distorsión y reduccionismo de realidades. Énfasis en determinados aspectos que nos convienen. Un modo de categorizar el mundo real, por lo general, desde el sentido común; no obstante, la ciencia suele anclar en lugares comunes cuando no revisa sus fundamentos. Modo particular de pensar, de hablar y de bromear acerca de los grupos sociales.

Mujica asevera que un estereotipo perfecto es aquel que precede al uso de la razón: “De la serie de estereotipos que dominan la vida en sociedad sacamos, desde los más cultos y expertos hasta los más ignorantes y torpes, gran parte de nuestros juicios. El norteamericano de hoy, el ciudadano soviético o el habitante chino, difícilmente pueden ser descritos objetivamente por nadie. Los factores de conformidad, y entre estos los estereotipos, condicionan nuestra visión de los asuntos en litigio”. No debe confundirse estereotipo con ideal. Los ideales se relacionan con la axiología, con el estudio de los valores.

Contaminación, mediaciones, hibridad cultural

Resulta baladí segmentar asépticamente la cultura en niveles superior, popular y masiva, ya que todas las manifestaciones humanas forman parte del complejo cultural de nuestro tiempo. Difícil responder dónde comienza un modo de representación cultural y dónde termina la otra cuando, hoy en día, se habla de hibridad cultural.

Mujica eleva una interrogante: ¿es tan mostrenca la cultura de masas, tal como la presentan sus críticos? Ni la categoría de Industria Cultural sirve para ponderar lo masivo. Impera el sesgo ideológico y el determinismo económico. Niega de entrada cualquier narrativa de lo popular-masivo. Para Mujica sí existe interacción entre la alta cultura y lo masivo. “El cine, por ejemplo, ya no es solamente la superproducción, a la horrible manera de Cecil B. de Mille, sino que es también cine-autor (Fellini, Antonioni, Bergman), cine-reportaje de la TV y cine-verdad o cine de protesta (La hora de los hornos). Hay contaminaciones entre la cultura superior y la que producen los mass media. En medio de estas acciones y contaminaciones recíprocas parece estar naciendo una tercera y distinta esfera cultural”.

Cuando Héctor Mujica habla de “contaminación cultural” en plena turbulenta década de los sesenta, está rompiendo, nada más y nada menos, con el modelo dominante de los efectos de los medios y con la misma categoría de Industria Cultural. Su apuesta cultural pareciera estar más cercana a las ideas de Walter Benjamin, quien sostiene que los medios no degradan necesariamente el arte. Este pensador alemán afirmaría “por primera vez en la historia universal, la reproductibilidad técnica emancipa a la obra artística de su existencia parasitaria en un ritual. La obra de arte reproducida se convierte, en medida siempre creciente, en reproducción de una obra artística dispuesta para ser reproducida”. Incluso cuando Héctor Mujica sostiene la idea “de una distinta esfera cultural” a modo de contaminación simbólica, en el buen sentido del término, pudiéramos decir que se adelantó a los planteamientos de los estudios culturales latinoamericanos de la década de los noventa en los que destacaban las propuestas de la hibridad cultural de Néstor García Canclini y de las mediaciones sociales de Jesús Martín Barbero, respectivamente.

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